19 de octubre de 2011

"Insatiable" Capitulo 7

Publicado por Ororo
Aquí esta el capitulo numero 7 de "Insatiable".


"Se había escabullido con demasiada facilidad, si bien esto le hacia feliz, no podía evitar pensar que algo raro sucedía, por alguna razón parecía haber mucho movimiento en la mansión, por eso no le habían notado al entrar.

Y tal como la ultima vez, terminó sentado en el umbral de la ventana de la recamara del joven jefe Vongola, solamente para comprobar con su par de ojos bicolor que el mencionado joven no estaba en su habitación."


Ororo.



"Insatiable"

Capitulo 7: “Consecuencias”

-       ¿¡Como pudiste!? – resonó la voz por la enorme habitación.

-       Creo que ya es suficiente de gritar…entiendo.

-       ¡¡No!! ¡¡No creo que lo entiendas!! – le reprochó para luego guardar silencio un momento, como si meditara sus siguientes palabras, comenzó a caminar de un lado a otro.

-       ¿No vas a continuar gritando? – inquirió mirándole caminar de un lado a otro.

-       No vale la pena, tu pareces no entenderlo – dijo deteniéndose para clavarle su mirada - ¿Cómo pudiste? – volvió a gritarle.

-       Tú sabías que haría cosas malas una vez libre.

-       Si, pero jamás pensé que serian esta clase de cosas, esto es mas bajo que cualquier cosa que hubieses hecho antes…mas bajo que matar a alguien…- dijo retomando su caminar – No pensé que serás capaz de hacerle algo así.

-       Yo tampoco. – le respondió.

-       ¡Entonces! ¿¡Porque lo hiciste!? – exclamó ella nuevamente, deteniéndose y mirándole inquisidoramente, esperando que pudiera darle una verdadera respuesta, una que le hiciera entender todo esto.

-       No lo sé – respondió él poniéndose de pie y acercándose al ventanal que había en aquella enorme habitación – Necesitaba sentirle, saber que estaba allí – comenzó a decir sin mirarle – Saber que era solo mío…

-       ¿Otra ves ese sentimiento de posesión? – exclamó ella exasperada - ¡¡Tsunayoshi-san es una persona!! ¡¡No una cosa!! – le gritó acercándose a el, deteniéndose a unos pocos pasos frente a este, clavando un dedo acusador en su pecho – Debes deshacerte de esa obsesiva posesión o realmente le perderás.

-       No puedo perderlo, el es solo mío.

-       ¡¡Sabes bien a que me refiero!! ¡¡Y sabes que tengo razón!! – le regañó  - Si no cambias aunque sea un poco, las cosas solo empeoraran para ustedes dos.

-       No pueden empeorar – le respondió él alejándose de ella.

-       Claro que pueden – dijo ella con total seguridad mientras se cruzaba de brazos, él enarcó una ceja ante la pose de la joven ilusionista.

-       ¿Y como puede suceder eso?

-       Volviendo a ser enemigos.

-       ¿Enemigos? Nunca he dicho que seamos aliados – dijo el cruzándose de brazos también, ahora fue el turno de ella de enarcar una ceja.

-       Y eso seria solo el principio – continuó la chica ignorando las palabras del mayor – Toda la familia se volvería contra ti.

-       Toda la familia esta contra mí – aclaró él.

-       Eso no es una completa verdad – dijo ella sonriéndole de medio lado – A pesar de todo lo que has hecho, yo aun estoy a tu lado…- dijo

-       ¿Y eso porque? – inquirió él.

-       Porque aun creo que hay algo entre ustedes dos, más allá de todo esto, más allá de una simple alianza o una amistad…algo importante.

-       No se a lo que te refieres – dijo desviando la mirada.

-       Si lo sabes – ella se le acerco nuevamente tomando las manos enguantadas de él entre las suyas, con una débil sonrisa en los labios – Tu también lo sientes…aquella obsesión que tienes con Tsunayoshi-san viene de algún lado, y tu lo sabes – se detuvo – Tu sabes de donde viene.

-       Le deseo – respondió él.

-       Mas que eso…mucho mas…- y fue allí, con las palabras de Chrome que una gran revelación cruzo su cabeza, todo cobraba sentido si lo veía de aquella manera, la obsesión, el deseo, la posesión, todo cobraba sentido.

-       Oh por los mil demonios – susurró Mukuro con los ojos abiertos en sorpresa.

-       Sabía que te darías cuenta.


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-       ¿Tsuna? – alguien le llamaba - ¿Tsuna? – la voz parecía lejana - ¡Tsuna! – el mencionado abrió sus ojos en sorpresa, se había quedado dormido ¿Por cuánto tiempo? ¿Quién le llamaba? Se restregó los ojos antes de  mirar a quien estaba sentado junto a el, un brillante par de ojos verdes le miraban con atención.

-       ¿Lambo?

-       Ryohei dice que ya llegamos – le dijo el niño con una leve sonrisa, Tsuna le miro sin saber muy bien que decir, el solo hecho de tener a lambo allí, junto a el le hacia pensar en Reborn y en todas las posibilidades y razones de porque había enviado al niño con él a Japón ¿Es que acaso realmente sentía algo por su pequeño guardián del trueno? Pero ¿Algo como que? Tsuna siempre supo que Reborn era retorcido y capaz de cualquier cosa, pero esto…esto se salía de todo lo pensado e imaginado.

-       ¿Ah? – fue lo único que pudo decir el joven Vongola, se había quedado vagando dentro de su cabeza.

-       Ya llegamos – le respondió esta el mismo guardián del sol, el cual estaba de pie en el desolado pasillo del avión.

-       Ah, esta bien – el pelicastaño se colocó de pie extendiendo su mano para que Lambo la tomara, de esta manera ambos bajaron del avión tomados de la mano - ¿A dónde iremos? – inquirió Tsuna mientras se subía a un vehiculo negro que les había estado esperando a las afueras del aeropuerto.

-       A un hotel – le respondió Lussuria Subiendo al asiento del copiloto, mientras Ryohei y Lambo subían a la parte de atrás con Tsuna.

-       ¿Un hotel?

-       Si, es parte de la familia así que no habrá problema – respondió Ryohei como quien no quiere la cosa.

-       ¿De la familia?

-       Si, parte de los negocios del noveno, sino me equivoco – le informó Lussuria.

-       ¿Cuánto tiempo estaremos aquí? – interrogó Lambo mirando a Tsuna, el cual a su vez miró a Ryohei.

-       Justamente iba a preguntar eso – dijo el castaño, pasando la mirada de su guardián del sol, al enviado Varia, los cuales intercambiaron unas miradas.

-       El tiempo que sea necesario – respondió Ryohei.

-       Voy a extrañar la mansión – soltó de repente el pequeño guardián.

-       Aun no entiendo que hace él aquí – soltó el guardián del sol refiriéndose a Lambo.

-       Yo tampoco – le respondió el jefe Vongola con sinceridad.

-       ¿No debería estar aquí? – inquirió el niño de ojos verdes - ¿No me quieren aquí?

-       No es eso – comenzó a decir el jefe Vongola – Es solo que parecía que todo estaba bien en la mansión, no veo porque enviarte a Japón conmigo, si este es mi castigo, no el tuyo – dijo esto ultimo sin pensarlo realmente.

-       ¿Castigo? ¿Hiciste algo malo? – inquirió Lambo mirándole atentamente.

-       No te preocupes por eso Lambo – dijo sin darle mayor importancia.

-       ¿Hice yo algo malo? – inquirió Lambo.

-       Por supuesto que no – dijo Tsuna sonriéndole calidamente.

-       ¿Estoy aquí por lo que le hice a Reborn? – cuestionó de repente, llamando la atención de Tsuna, Ryohei enarcó una ceja ante las palabras del niño.

-       ¿A Reborn? ¿Qué fue lo que sucedió? – inquirió el joven Vongola interesado.

Justo cuando el castaño pudo ver que Lambo iba a decir algo mas, el vehiculo s detuvo, Tsuna miró por la ventana notando la impresionante y elegante estructura del hotel que sería su hogar por tiempo indefinido

-       Llegamos – anunció Lussuria – El ultimo piso tiene la suite presidencial con dos habitación algo mas pequeñas – comenzó a informar mientras todos los pasajeros bajaban del automóvil.

-       Ese piso será el nuestro – le completó Ryohei – No puedes dejar el hotel sin alguno de nosotros – le explico su guardián.

-       Entiendo…- le respondió Tsuna.

Los cuatro se adentraron en el vestíbulo del hotel, incluyendo algunos guardaespaldas. Lussuria y Ryohei se encargaron de todos los detalles técnicos, como las reservaciones y maletas, para cuando terminaron, los cuatro nuevamente, se adentraron en el ascensor.

-       La suite esta en el mismo pasillo que las otras dos habitaciones – comenzó a decirle su guardián del sol – Si necesitas algo estaremos allí.

-       Habrá hombres  en el pasillo, vigilando – continuó diciendo Lussuria.

-       ¿Es realmente tan necesaria toda esta seguridad? – inquirió Tsuna.

-       Si, Reborn-san y Gokudera así lo dijeron – le respondió su guardián del sol, a lo que el pelicastaño solo soltó un largo suspiro.

-       ¿Dónde me quedo yo? – interrogó Lambo a los mayores, justo en el momento que las puertas del ascensor se abrían.

-       Debe haber suficiente espacio en mi habitación – le respondió Tsuna – Así que no creo que allá problemas ¿No es así? – dijo el castaño intercambiando miradas con los otros dos mayores.

-       Por supuesto – le respondió Ryohei.

Los cuatro caminaban por le pasillo, ya habían guardaespaldas en el piso, de pie vigilando cada uno de sus pasos. Lussuria lideraba el paso, mientras que Ryohei lo cerraba, Tsuna llevaba a Lambo de la mano, quien los viera no sabría decir cual de los dos estaba mas triste, sus rostro reflejaban una calma entremezclada con nostalgia y resignación.

-       Aquí es – indicó Lussuria deteniéndose frente a unas puertas dobles – Si necesita algo Vongola, no dude en pedirlo, estaremos en alguna de esas dos habitaciones – indicó las dos puertas a extremos opuestos del pasillo.

-       Esta bien – fue la escueta respuesta del menor.

-       Iré a comunicarme con Reborn-san o Gokudera – le informó Ryohei encaminándose a una de las habitaciones, Lussuria siguiéndole de cerca, Tsuna les vio alejarse para luego simplemente adentrarse en su propia habitación con Lambo.

-       ¿Tienes hambre? – interrogó el joven Vongola mientras pasaba la mirada por la elegante recamara, notando lo espaciosa que era. Tenía una sala, un pequeño comedor, dormitorio y un cuarto de baño.

-       No, solo un poco de sueño – le respondió el pequeño guardián del trueno.

-       Puedes dormir en mi cama – le dijo Tsuna son una sonrisa delgada en los labios.

-       Esta bien – y tras eso se adentro en la habitación.

Tsuna sentía curiosidad, no solo de porque Lambo había tenido que viajar con el, sino que también el hecho de que algo había hecho si guardián, algo que quizás lo había cambiado todo o por lo menos provocado que sucediera esto.


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-       ¿Creer que lo que hicimos fue lo correcto? – interrogó Gokudera clavando sus ojos claros en Yamamoto. Ambos guardianes estaban recostados en la cama, en la habitación del espadachín. Gokudera estaba apoyado en el regazo del moreno, mientras que este último jugueteaba con mechones de cabello gris.

-       ¿Por qué lo dices? – inquirió Yamamoto.

-       Tengo este extraño presentimiento – comenzó a decirle el consigliere con voz preocupada  - ¿Y si enviar al décimo lejos solo empeora todo?

-       ¿Cómo podría empeorar? Hicimos esto para proteger a Tsuna, el estará bien – le aseguró el moreno acariciando el rostro del otro guardián.

-       Lo se, pero…

-       Hayato – le interrumpió – deja de martirizarte con todo esto, bien sabes tu que no es tu culpa.

-       Si, pero podría haberlo evitado – soltó el peligris sentándose y mirando al moreno – podría haberme dado cuenta.

-       Hayato – susurró Yamamoto – Sabes que so habría sido imposible, no estabas, no estábamos en la mansión – corrigió – Tsuna hizo lo que hizo porque así lo quiso.

-       Lo ultimo que sucedió no fue con su entera aprobación – soltó Gokudera con cierta ironía en la voz, poniéndose de pie.

-       Bueno, eso no…- se rindió Yamamoto, discutir con Gokudera era un caso perdido, mas en estas circunstancias.

Justo en el momento que Gokudera iba a decir algo mas, quizás para así seguir discutiendo con el espadachín, se escuchó que alguien llamaba a la puerta, soltando un largo suspiro, Yamamoto se puso de pie.

-       ¿Si? – inquirió abriendo la mencionada puerta, encontrándose con una sirvienta.

-       Yamamoto-sama, Squalo-sama requiere de su presencia y la de Gokudera-sama en el salón principal – informó la sirvienta con una delgada sonrisa, sabiendo que el guardián de la tormenta estaba dentro.

-       Dile que enseguida vamos – le respondió el espadachín antes de cerrar la puerta y voltearse a ver a Gokudera, el cual había vuelto a sentarse en el borde de la cama – Asumo que escuchaste – dijo el moreno.

-       Por supuesto – el consigliere se cruzó de brazos poniéndose de pie - ¿Qué demonios querrá el tiburón ahora?

-       ¿Por qué no vamos a averiguarlo?

Tras esas palabras ambos salieron de la habitación rumbo al salón principal, lugar en el cual Squalo debiera estar esperando, listo y preparado para gritarles una vez que cruzaran el umbral.

Dicho y hecho, una vez que entraron, les recibió el estridente y característico grito del espadachín, uno que otro improperio por llegar tarde antes de que Xanxus le hiciera callar disparándole, la bala rozó un lado del hombro del albino, lo cual valió otra tanda de gritos e insultos, esta vez dirigidos al jefe Varia.

-       ¿¡Para que demonios llamaste!? – gritó Gokudera ya cansado de todo esto, sorprendiendo a todos y dejando a Yamamoto pensando de que cabía la posibilidad de que Squalo y Gokudera no fueran tan diferentes, después de todo Gokudera si que tenia pulmones para gritar.

-       Terminamos con el perímetro de seguridad – informó el albino, a lo que el consigliere no pudo evitar enarcar una ceja incrédulo.

-       ¿¡Para eso llamaron!?

-       No solo eso – interrumpió Xanxus antes de que alguien mas comenzara a gritar y esto se saliera de control nuevamente.

-       Descubrimos que alguien parecía estar vigilando la mansión. – dijo esta vez Squalo, ya algo mas calmado.

-       ¿Vigilar? – inquirió Yamamoto

-       Pero quien quiera que haya sido, se fue…hace poco.

-       ¿Qué tan poco? – preguntó Gokudera.

-       Hace una semana a lo mucho – le respondió Xanxus.

-       Es exactamente…- Gokudera se detuvo y miró a Yamamoto, el cual le miró de vuelta, encajaba con el día de la partida del Décimo jefe Vongola.

-       Sabemos que el Décimo se fue de la mansión – dijo Squalo – Pero lo que queremos saber es si esta seguro en donde quiera que este.

-       Si, lo esta – soltó el de cabello gris cruzándose de brazos - ¿Por qué lo dicen?

-       Porque lo mas probable es que este siento marcado para asesinarle – dijo Xanxus con voz fría.

-       Mierda – fue lo único que pudo decir Gokudera, a lo que Yamamoto no podía estar mas de acuerdo, justo cuando se les ocurría trasladar a Tsuna fuera de la mansión, por lo menos en esta el jefe podía estar mas seguro, rodeado de sus guardianes.

-       Gracias por la información – dijo Yamamoto, ya que el peligris parecía ensimismado en sus pensamientos, en todas y cada una de las posibilidades, tenia que pensar rápido, lo mas probable es que la vida de Tsuna estuviese en grave peligro.

-       Nos vamos – fue lo único que dijo Squalo antes de salir de aquella sala, siguiendo a Xanxus, el cual había salido segundos antes.

-       ¿Hayato? – inquirió el moreno clavando sus ojos oscuros en el otro guardián, el cual abruptamente se había volteado y clavado sus ojos verdes en los oscuros del moreno

-       Debemos contactar a Hibari y a Chrome de inmediato – soltó abriendo la puerta y saliendo al pasillo, Yamamoto siguiéndole de cerca.

-       ¿Hibari y Chrome?

-       Mientras más guardianes mejor…deberán viajar a Japón de inmediato.

-       ¿A Japón? ¿Para proteger a Tsuna?

-       Por supuesto – de repente Gokudera se detuvo en mitad del pasillo y se volteo para ver a Yamamoto – Tu también vas.

-       ¿¡Yo!? ¿¡Y que harás tu!?

-       Alguien tiene que quedarse -  fue la escueta respuesta del consigliere.

-       Bianchi puede quedarse – se escuchó una tercera voz, ambos se voltearon encontrándose con Reborn apoyado en la pared, mirándoles inquisidoramente.

-       ¿Reborn-san? – inquirió Gokudera.

-       ¿Crees que es seguro llamar a Dokuro Chrome? – interrogó el arcobaleno separándose de la pared y mirando al peligris.

-       No lo se realmente, pero es mas seguro para el Décimo que estén todos sus guardianes – respondió Gokudera.

-       Pero Chrome no es uno de sus guardianes – espetó  el adulto cruzándose de brazos.

-       Si, lo es – y esas fueron las palabras definitivas, Gokudera se volteo y retomó su camino, rumbo a su recamara a preparar todo, debía hacer unas llamadas, comprar unos pasajes de avión y hacer unas maletas.


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Se había escabullido con demasiada facilidad, si bien esto le hacia feliz, no podía evitar pensar que algo raro sucedía, por alguna razón parecía haber mucho movimiento en la mansión, por eso no le habían notado al entrar.

Y tal como la ultima vez, terminó sentado en el umbral de la ventana de la recamara del joven jefe Vongola, solamente para comprobar con su par de ojos bicolor que el mencionado joven no estaba en su habitación.

-       ¿Vongola? – interrogó casi en un susurro, esperando que este apareciera de alguna parte, pero no lo hizo.

Como si nada comenzó a caminar por l habitación, mirando cada detalle, notando que sobre el escritorio no estaba la laptop, la cama aun estaba hecha, los mitones también ausentes.

-       Se fue…- escuchó una voz, volteándose con calma, como si no estuviera sorprendido ante el hecho que acababan de encontrarle en la recamara del Décimo jefe Vongola.

-       ¿Cómo que se fue? ¿A dónde? – inquirió clavando sus ojos en el guardián frente a el.

-       No tienes porque saberlo – le respondió con voz tranquila.

-       ¿Por qué no me atacas? – inquirió.

-       Debería hacerlo…pero Hayato es el impulsivo, y ahora no vale la pena – soltó para luego sonreír de medio lado y voltearse para así salir de la habitación – Vete de aquí Mukuro.

-       ¿Y si no quiero? – inquirió de medio lado haciendo un movimiento de mano y haciendo aparecer su tridente.

-       Mukuro…no vale la pena…

-       Entonces ¿Por qué sujetas el puño de su espada? – y tal como Mukuro decía, Yamamoto había llevado su mano a su katana, la que llevaba sujeta a un lado de su cadera, en un cinturón.

-       Una pelea solo hará todo esto peor.

-       ¿Dónde esta Vongola? – preguntó

-       En un lugar seguro, lejos de ti – le respondió el moreno.

-       No pueden alejarlo de mí.

-       Ya lo hicimos.

Mukuro achicó la mirada, clavando sus ojos bicolor en el guardián de la lluvia, en la espalda del guardián de la lluvia, el cual no se había volteado.

-       ¿Dónde esta?

-       Quizás si hubieras tenido mas cuidado – susurró Yamamoto dándose vuelta y mirándole con pena en sus ojos oscuros.

-       No me des esa mirada – soltó Mukuro con enfado en la voz.

-       Realmente no tengo tiempo para lidiar con esto – comenzó a decir el espadachín – No entiendo porque Tsuna te liberó, pero si lo hizo es por alguna razón…- Yamamoto comenzó a acercarse a la puerta.

-       ¿No vas a decirme donde esta?

-       No…- le respondió con firmeza – Sugiero eso si, que hables con Chrome – soltó como quien no quiere la cosa.

-       ¿Chrome? – Mukuro enarcó una ceja - ¿Por qué me dices esto? ¿Por qué me ayudas? – inquirió el mayor, después de todo, el espadachín a pesar de que no estuviese diciéndole en donde estaba Tsuna, le acababa de decir de alguien que sabia esa información, su propia y adorable Chrome-chan.

-       Porque en este momento cualquier ayuda es bienvenida, incluso la tuya – fue lo último que dijo Yamamoto antes de salir de la habitación, cerrando la puerta a su espalda.

-       ¿Ayuda? – inquirió Mukuro enarcando una ceja, algo raro sucedía en la mansión Vongola, y lo mejor era seguir la indicación del guardián de la lluvia. Le preguntaría a Chrome de inmediato.

Sin perder un segundo Mukuro regreso al lugar en donde se estaba quedando en Italia con todo su sequito.

-       ¡Chrome! – llamó al instante de abrir la puerta, el primero en aparecer ante el fue Chikuza, el cual llevaba un libro en la mano, este enarcó una ceja al ver al ilusionista.

-       ¿Sucede algo? – fue lo primero que atinó a preguntar.

-       ¿Dónde esta Chrome? – interrogó Mukuro sin responderle.

-       Salio – fue la respuesta de Ken, el que apareció por una puerta abierta.

-       Demonios.

Mukuro se dirigió a la que era la habitación de la chica, abriendo la puerta abruptamente, encontrando que claramente como había dicho Ken, Chrome no estaba, y ninguna de sus pertenencias.

Sacó del bolsillo de su chaqueta su teléfono celular y sin esperar buscó y marcó el número de Chrome, no tuvo que esperar mucho para que la chica contestara.

-       ¿Mukuro-sama? – se escuchó su voz algo opacada por el ruido, ¿Ruido?

-       ¿Dónde estas?

-       En el aeropuerto ¿Sucede algo? – justo cuando Mukuro iba a decir algo mas o a responder siquiera, se escuchó ruido del otro lado – Lo siento, debo irme, cuando llegue le llamo.

-       Espera ¿A dónde vas? – inquirió el ilusionista.

-       Japón – y tras eso colgó.


Fin del capitulo 7.

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