Ororo.
Insatiable
Capitulo
11: “Cambiando.”
El reloj que colgaba de la pared
marcaba las cuatro de la tarde, todo el papeleo que había tenido que llevar a
cabo le había mantenido confinado a su oficina por casi todo el día, y
comenzaba a tener hambre, la idea de un descanso parecía tentadora, así que
dejando los papeles sobre el escritorio y sin molestarse en tomar su sombrero,
salió de la oficina y se encaminó a la cocina.
Tras pasar por todos los pasillos y a
unas cuantas sirvientas, finalmente llegó a la puerta de la cocina, tomando el
picaporte abrió sin más espera, lo que encontró en el interior le dejo
meditando seriamente si había sido buena idea todo esto de buscar algo de
comer.
La cocina de la mansión Vongola era un
lugar bastante amplio, en su centro un mesón rodeado de taburetes, para
aquellos que disfrutaban de sentarse a comer en la cocina, de hecho por esa
misma razón eran pocas veces las que se veía a la servidumbre en el lugar, los
que solo entraban a la cocina cuando debían preparar las comidas, durante la
mayor parte del día, la cocina era libre de ser transitada por todos los que
estaban en la mansión.
Sentados en dos taburetes, de espaldas
al gran ventanal se encontraban Spanner, el mecánico de 16 años tenía el rostro
cruzado por la curiosidad, y a su lado, para martirio de Reborn, se encontraba
nada más y nada menos que el guardián del trueno, Lambo. Ambos parecían
completamente concentrados en la tarea en sus manos, el arcobaleno enarcó una
ceja ante esto. Sobre el mesón se encontraba la bazooka de los 10 años, algunas
piezas de esta se encontraban repartidas por la liza superficie.
-
Entonces después haces
esto – pudo
escuchar el arcobaleno que Lambo le decía a Spanner.
-
Realmente fascinante – soltó Spanner mientras
observaba con completa atención como Lambo manipulaba cada una de las partes de
la bazooka consumo cuidado – Eres bueno
en esto – le dijo el rubio sonriéndole y llevándose nuevamente la paleta a
la boca.
-
Gracias, pero son solo
años de practica - le respondió el de ojos verdes, y tenia razón,
tanto tiempo cargando con la dichosa arma, le había llevado a entender cada una
de sus partes con sumo cuidado y dedicación, lo que a su vez le había empujado
a su actual pasión, las armas. - ¡Listo!
– anuncio entregándole la bazooka completamente lista a Spanner, el cual
sonrió ampliamente, fue allí que Lambo finalmente notó la presencia de Reborn
en el umbral de la puerta – Hola - saludo escuetamente.
-
Continúen con lo suyo – Reborn volteó con toda la
intención de enviar al demonio la idea de buscar algo de comer, cuando una
explosión, una que conocía muy bien le detuvo y le obligo a voltearse a ver el
resultado.
Tal como lo había sospechado, una gran
nube de humo lo envolvía todos, dejando imposible ver algo.
-
Ups – escuchó al rubio decir,
apenas el humo comenzó a disiparse apareció ante ellos un Lambo de 22 años,
cabello levemente largo, una que otra pequeña trenza acariciando su cuello,
ojos verdes mirando su alrededor con intriga hasta que se posaron en la bazooka
que sostenía un Spanner mas que sorprendido, el joven mecánico nunca había
visto los efectos del arma en vivo, solo escuchado de ellos.
-
La bazooka – dijo con una voz sedosa y
varonil, Lambo tenia la completa atención no solo de Spanner, sino que también
de Reborn, el cual había dado unos pocos pasos hacia adelante, haciendo que la
puerta de la cocina se cerrara a su espalda, movimiento que captó la atención
de la versión adulta del guardián del trueno.
-
Esto sí que es fascinante
– soltó
Spanner a lo que el Lambo del futuro sonrió de medio lado, desviando la mirada
de Reborn para así mirar al mecánico, el que no pudo evitar sonrojarse cuando
los brillantes ojos verdes del ahora mayor le miraron con atención.
Un detalle del cual el Lambo adulto
parecía no haber tomado importancia, era en su atuendo, llevaba solo una camisa
puesta, una que parecía unas pocas tallas más grandes, la que dejaba expuestas
unas largas piernas, las que tenían toda la atención de Reborn en ese preciso
momento.
-
Eso no es nada – le respondió Lambo
acercándose al rubio, para luego entablar una silenciosa conversación con este,
ignorando olímpicamente al arcobaleno.
Reborn no pudo evitar pasear su mirada
por el atractivo joven del futuro, sus rasgos bien definidos, su cabello oscuro
y algo revuelto, aquella camisa que dejaba a la vista las llamativas piernas
del menor ¿Traía algo más bajo eso? El arcobaleno suponía que no… Dios, ¿En 10
años seria así? Los ojos del tutor se nublaron de deseo al imaginar mil y un
escenarios en donde el joven guardián del trueno y el eran los protagonistas.
-
Reborn te estaba buscando
¿Has visto a Span—la
frase quedó cortada, Tsuna había entrado a la cocina, primero solo notando la
presencia de su tutor y luego la de los otros dos. El castaño solo tuvo que ver
la bazooka para saber qué es lo que había pasado, solo eso podía explicar la
presencia de un Lambo adulto sentado en su cocina conversando con Spanner,
aunque el hecho de que estuviese solo vestido con una camisa le hizo enarcar
una ceja inquisidora.
-
Hola Decimo – saludo Spanner como quien
no quiere la cosa, sin siquiera levantar la vista, lo más probable es que le
había escuchado hablar,
-
Tsuna…- dijo el Lambo del futuro a modo de saludo,
sonriéndole levemente.
-
¿Qué… - el joven Vongola no pudo decir nada mas, no sabía
que preguntar, la idea de salir de la cocina para evitar mas líos ahora parecía
gritarle dentro de su cabeza.
Tsuna comenzó a retroceder cuando
escuchó la voz del Lambo adulto, lo cual le detuvo.
-
Ya casi es hora - ¿Hora? ¿Hora de qué? Se
preguntó Tsuna viendo como Lambo se alejaba de Spanner y se acercaba a donde
estaba Reborn, deteniéndose frente a este, levantando poco a poco la mirada
para ver directamente a los ojos del arcobaleno – No tendrás que esperar mucho – susurró el ojiverde - Por
tu paciencia, un regalo.
Antes de que alguien pudiese decir
algo ante las curiosas palabras del joven del futuro, Lambo rodeó con sus
brazos el cuello de Reborn y le besó de lleno en los labios, aprovechando la
sorpresa del mayor, introdujo su lengua en la cálida cavidad del arcobaleno,
disfrutando de aquel familiar y exótico sabor, disfrutando de saber que Reborn
no podría resistirse a esto, en segundos comenzó a devolverle el beso.
Tsuna y Spanner aguantaron el aliento,
esto casi parecía como si estuviesen viendo una película porno en vivo, la
manera en como las manos del Lambo adulto revolvían el cabello del arcobaleno,
como las manos de este descendían por la espalda del menor, en busca de aquel
lugar en el sur que sabia no estaba cubierto por mas tela que la de la camisa
que llevaba.
Y tal como empezó, terminó. Lambo se
separó de Reborn, ambos intentando recuperar el aire perdido.
-
Nos veremos - el ojiverde sonrió, le guiñó un ojo al
arcobaleno y desapareció tras una nube de humo
En el lugar en donde había estado el
Lambo adulto, hizo acto de presencia el pre adolescente guardián del trueno, el
cual levantó la mirada algo confundido, encontrándose con los ojos de Reborn,
de manera instantánea un furioso sonrojo le cubrió el rostro, y sin decir nada
mas salió corriendo de la cocina.
-
Oh por Dios - escuchó soltó Spanner, el cual de la pura
impresión había dejado caer su paleta, su rostro se encontraba casi tan
sonrojado como el del mismo Lambo.
-
Lo mismo digo – Fue lo único que pudo
decir el castaño.
-0-0-0-0-0-0-0-0-0-
-
Y después tenemos que ir
con Gokudera-san a una reunión – decía Chrome mientras llevaba unas
carpetas en las manos, las cuales estaba hojeando, a su lado caminaba Mukuro
cargando una pila de hojas, documentos sin lugar a dudas.
-
¿Tenemos? - inquirió él sin detenerse.
-
Si, Tsunayoshi-san no
puede ir, tiene que recibir a Hibari Kyoya.
-
Ah - fue la escueta respuesta del otro ilusionista.
Una semana había transcurrido ya desde
el regreso a Italia, Mukuro se la había pasado con Chrome haciendo papeleo,
solo había podido ver al joven jefe Vongola de lejos, ambos parecían estar
demasiado ocupados. A pesar de ello, Mukuro no se sentía frustrado ni nada por
el estilo, el solo saber que estaba bajo el mismo techo que Tsuna le
bastaba…por ahora…
-
¿Mukuro-sama? - escuchó la voz de Chrome.
-
Si.
-
¿Estás bien? - inquirió ella levantando la mirada para ver al
mayor, ambos se habían detenido en el medio del pasillo.
-
Si, ¿Por qué no debería
estarlo? – soltó
él sonriéndole levemente.
-
No creo que este todo
bien – le
devolvió ella con firmeza.
Ambos guardaron silencio, a la espera
de que el otro dijera que algo mas, lo cual por supuesto no sucedió.
-
¡Hola! - apareció alguien al final del pasillo, a
espaldas de los dos ilusionistas, ambos se voltearon, encontrándose con el
guardián de la lluvia.
-
Yamamoto-san – saludó Chrome al otro
guardián mientras que Mukuro solo movió la cabeza en asentimiento.
-
Gokudera les esta
esperando – fue
lo primero que dijo al acercarse a los dos ilusionistas.
-
Lo sentimos – se disculpo Chrome con
una sonrisa en los labios.
-
No hay problema, yo le
digo que espere un poco mientras ustedes dejan eso.
-
Gracias.
Yamamoto se devolvió rumbo a la
oficina de Gokudera, mientras los otros dos llegaron a su destino, la oficina
de Tsuna. Chrome llamó a la puerta antes de entrar.
-
Boss, Hibari Kyoya – Dijo l achica a modo de
saludo, Mukuro prefirió guardar silencio siguiendo de cerca a la joven, ambos
dejaron las cosas sobre el escritorio del castaño.
-
Muchas gracias – fue lo único que dijo
Tsuna para luego volver la mista a su guardián de la nube, continuando una
conversación silenciosa con este.
-
Vamos – dijo Chrome saliendo de
la oficina con Mukuro siguiéndole los pasos.
Una vez que los dos ilusionistas
salieron de la oficina, pudo soltar el aliento que sin saberlo había estado
guardando, detalle que por supuesto no paso desapercibido por su guardián.
-
¿Sawada Tsunayoshi? – soltó de repente Hibari,
el castaño le miró a la espera de que dijera algo mas, pero el mayor no dijo
nada.
-
Hibari-san ¿Sucede algo?
- inquirió el castaño.
-
Podría preguntar lo mismo
– dijo
el pelinegro mirando con suma atención al menor.
-
No sé de que hablas - le respondió haciéndose el desentendido,
desviando la vista a la pila de documentos que los ilusionistas le habían
traído.
-
Rokudo Mukuro – Tsuna se quedó quieto
ante la mención de ese nombre solo por un segundo - ¿Cómo han estado las cosas? - interrogó el pelinegro tomando una de las
carpetas que había sobre el escritorio y comenzando a hojearla.
-
Bien…bastante bien…- le respondió sin levantar la mirada - ¿Y cómo han estado las cosas con Dino-san? –
inquirió el castaño mirando al mayor y enarcando una ceja cuando un leve y
casi imperceptible tic en el ojo de Hibari le indicó que no le había gustado la
mención del nombre del jefe Cavallone…- Con respecto a la investigación, por supuesto
- dijo Tsuna sonriendo de medio
lado, a lo que el mayor achicó la mirada amenazadoramente.
-
Sawada Tsunayoshi…creo
que estas buscando molestarme…- dijo el pelinegro con la voz sedosa y letal.
-
No, solo distraerte para
cambiar de tema, no quiero hablar más de Mukuro, tengo suficiente con
Gokudera-kun preguntándome a cada momento – Hibari guardó silencio ante la
sinceridad en las palabras del castaño, y no solo eso, podía notar su cansancio
y hastío, quizás lo mejor era dejar ese tema hasta allí, por lo menos por
ahora.
El silencio les envolvió por unos
segundos hasta que el celular de Tsuna comenzó a sonar, el castaño rebuscó en
sus bolsillos.
-
Dime Gokudera-kun.
-
“Estamos partiendo a la
reunión”
-
Excelente.
-
“Nos veremos después”
-
Está bien.
-0-0-0-0-0-0-0-0-0-
En la oficina se encontraban Tsuna y
Ryohei, el primero sentado tras su escritorio y el segundo en uno de los
sillones, de brazos cruzados con el ceño fruncido.
-
¿Están atrasados? – Inquirió el castaño
mirando a su guardián del sol y luego al reloj de la pared, el cual marcaba las
doce en punto de la noche.
-
Si, debieron haber
regresado hace horas – le
respondió el guardián del sol, intentando no sonar demasiado preocupado, lo que
solo preocuparía aun mas a Tsuna.
-
Demonios… - soltó el castaño - Por
favor trae a Yamamoto-kun, tengo un mal presentimiento – le dijo el jefe a
una sirvienta, la que justo había entrado a llevarse las tazas de café que
habían estado bebiendo.
-
Enseguida Decimo. - y tras ello salió a cumplir con lo ordenado.
Gokudera, Chrome y Mukuro acompañados
de algunos guardaespaldas, habían ido a una reunión con una familia que buscaba
una alianza con los Vongola, se suponía que sería una reunión relativamente
corta, y que estarían regresando antes de las 10 de la noche, pero ya llevaban
dos horas de retraso, algo no estaba bien en todo esto.
De repente la puerta de la oficina se
abrió abruptamente mostrando a un Lambo cruzado por el nerviosismo y la preocupación.
-
¡¡Llegaron!! – anunció, una vez dicho
eso Ryohei y Tsuna se pusieron de pie de inmediato y siguieron al joven
guardián del trueno.
-
¿Dónde están? – interrogó el castaño al
ojiverde.
-
En el vestíbulo – le respondió el menor sin
detener sus pasos.
-
Dios - Tsuna aun no podía sentirse del todo relajado,
algo en su interior le decía que debía mantenerse alerta.
A paso rápido llegaron en cuestión de
segundos al vestíbulo, lugar en donde Gokudera y los dos ilusionistas se
encontraban, los tres presentaban algunas heridas, pero ninguna de estas
parecía ser grave, de inmediato Tsuna mandó a llamar a los médicos.
-
No se preocupe Decimo,
estamos bien - dijo Gokudera, mientras Yamamoto inspeccionaba
una herida que presentaba en el brazo – No
es nada - dijo casi en un susurro,
esta vez al moreno.
-
¿Qué sucedió? – interrogó Tsuna acercándose a Chrome,
la cual le sonreía a Lambo, el cual parecía aun más preocupado al notar las
heridas de la chica.
-
Trataron de emboscar a
una de las familias presentes en la reunión – explicó Gokudera.
-
Lo siento Decimo – el peligris desvió la
mirada. En el momento que los médicos hicieron acto de presencia Tsuna escuchó
a Chrome.
-
Mukuro-sama debe
quedarse, tienen que tratar sus heridas - decía la chica en voz baja intentando detener
al mayor.
-
No lo necesito, así que
no te preocupes - le respondió el mayor comenzando a subir las
escaleras, lo más probable que rumbo a su habitación.
-
Mukuro – llamó el castaño, y para sorpresa de todos los presentes el mayor
se detuvo.
-
¿Sí? – dijo sin voltearse.
-
Debes tratar tus heridas.
-
No me gustan los médicos.
– Su voz
sonó peligrosa, al voltearse sus ojos estaban cargados de un odio que no estaba
dirigido a ningún de ellos, un odio profundo y doloroso, Tsuna sintió una
opresión en el pecho.
-
Lo sé - fue la escueta respuesta del castaño – Yamamoto – dijo
-
¿Sí?
-
Acompáñame a la oficina
de Gokudera, Ryohei-san también - dijo con voz imperiosa, para luego mirar a los
heridos - ustedes vienen con nosotros.
Esa había sido una orden, una que
todos acataron de inmediato, los médicos dieron unas cuantas indicaciones antes
de retirarse, mientras que los otros se adentraron en la oficina del guardián
de la tormenta, una de las más cercanas al vestíbulo. Una vez allí Yamamoto
obligó al consigliere a sentarse en uno de los sillones mientras veía sus
heridas, Ryohei ayudaba a Chrome mientras ella se quitaba la chaqueta, la cual
estaba manchada de sangre. Tsuna miró a Mukuro.
-
No tienes porque hacer
esto - le dijo el mayor en un susurro, sentándose en
el borde del escritorio, el castaño tomó una de sus manos.
-
Quiero hacerlo – le respondió mientras
limpiaba las heridas con un paño húmedo.
El silencio los inundo a todos, lo
único que se escuchaba eran los leves quejidos cuando el desinfectante tocaba
la piel herida, más allá de eso nadie se atrevía a decir palabra alguna, cuatro
pares de ojos atentos a lo que habían el jefe Vongola con el guardián de la
niebla, casi como si fueran a combustionar espontáneamente.
Uno de los primeros en retirarse fue
el guardián del sol, el cual habiendo terminado con su tarea había preferido
regresar a su habitación, la tensión era insoportable, quien le siguió se cerca
fue Yamamoto, quien recomendó a los otros comer algo antes de irse a dormir.
Una vez solos, Chrome y Gokudera intercambiaron unas miradas.
-
He cambiado – soltó Mukuro de repente,
mirando fijamente al castaño, el cual soltó un largo suspiro.
-
Te creo – le respondió Tsuna, ante
esto Mukuro no pudo evitar ocultar su sorpresa.
-
Vaya…eso es algo…- soltó como quien no quiere la cosa, Tsuna dejo
todo a un lado y se alejó unos pasos del mayor.
-
Solo…que no se en que te
has transformado – le
dijo mirándole, el mayor pudo ver miedo y duda en esas orbes castañas.
-
Quizás tengas que
averiguarlo – una
leve sonrisa se dibujo en los labios del ilusionista.
-
Eso temo – y tras esas últimas
palabras, Tsuna salió de aquella oficina sin mirar atrás.
-
Eso no me lo esperaba – soltó Gokudera mirando a
Chrome.
-
Yo tampoco – le respondió ella posando
sus ojos en la figura pensativa del otro guardián de la niebla, el cual se
había quedado meditando las palabras del joven jefe Vongola.
-0-0-0-0-0-0-0-
-
¡Mierda!
-
¿Tsuna? ¿Estás bien?
-
No te preocupes Lambo,
estoy bien.
-
Está bien.
-
Dile a Gokudera-kun que
voy enseguida.
-
Está bien.
A través de la puerta que les
separaba, el castaño escuchó como el menor de sus guardianes se alejaba a
cumplir con lo ordenado.
Tsuna levantó la vista, el enorme
espejo del baño le mostraba su desaliñada imagen, llevaba su pijama puesto,
tenia levantada la polera y miraba con cierto odio el aro que parecía estar
burlándose de su propia ineptitud para deshacerse de él. Había intentado varias
veces quitarse el piercing, pero simplemente no había caso, el aro no salía.
-
Demonios – medio gruñó rindiéndose –
Sino bajo pronto, Gokudera-kun vendrá a
buscarme – así que quitándose la ropa y encendiendo la ducha, se baño
rápidamente y se vistió. Cuando salía de su habitación notó que no era el único
que iba tarde, Yamamoto le sonrió desde el umbral de la puerta de su propia
habitación - ¿Tarde también? – le
preguntó a su guardián.
-
Si – le respondió a su
guardián de la lluvia, acercándose – Vamos.
-
Vamos – le devolvió el castaño.
Ambos caminando por el pasillo rumbo a
la escalera, Gokudera les esperaba en el comedor, al parecer algo quería
discutir con los otros guardianes. Cuando abrieron la puerta del comedor, todos
los guardianes miraron a los recién llegados, para luego ver como ocupaban sus
respectivos lugares.
-
Entonces…- comenzó Tsuna a la cabeza de la mesa, mirando
a su consigliere - ¿Qué sucede
Gokudera-kun?
-
Esta reunión tiene que
ver con Rokudo Mukuro - dijo el peligris pasando la mirada por todos
los presentes, deteniéndose en Tsuna.
-
Me lo imaginaba – soltó Tsuna, de repente
notando también la presencia de Chrome - ¿Quién
está con…
-
En su habitación – le respondió ella.
-
Dokuro Chrome nos aseguró
que Rokudo Mukuro no saldrá de su recamara – dijo Hibari con voz seria.
-
Bueno, entonces – soltó Tsuna - Comencemos.
-
Estamos aquí para
discutir el progreso de Rokudo Mukuro en estas dos semanas – comenzó a decir Gokudera,
el castaño no pudo evitar sorprenderse ante esto, ¿Ya habían transcurrido dos
semanas? Ni cuenta se había dado de ello.
-
Es más callado que
Chrome, pero no creo que sea malo - fue el comentario de Lambo, el cual también
estaban presente, y para sorpresa de todos, se estaba comportando seriamente,
tal como la situación lo ameritaba.
-
Estoy de acuerdo con
Lambo - dijo Ryohei de repente.
-
¿Y eso a que se debe? – inquirió Gokudera.
-
Ha estado ya dos semanas
aquí, y no ha hecho absolutamente nada, se a apegado a los quehaceres que todos
debemos llevar a cabo – explicó.
-
Ryohei tiene razón – dijo esta vez Yamamoto – Mukuro podría haber hecho algo, pero nada.
-
Podría estar esperando el
momento oportuno – opinó
Hibari, Chrome le miró amenazadoramente, pero no dijo nada.
-
¿Para qué? ¿Para atacar a
la familia? ¿A nosotros? ¿A Tsuna? – inquirió Yamamoto – Yo ya no creo que lo haga.
-
Y si llegará a hacerlo
podríamos detenerlo – dijo
Tsuna, ganándose la atención de todos – Podrá
ser muy poderoso, pero todos juntos podemos hacerle frente y vencerlo.
-
Así es – soltó Gokudera.
-
Pero él no lo hará – interrumpió Chrome
clavando la mirada en Tsuna – El ha
cambiado.
Un silencio inundo el lugar, todos
miraban a Tsuna con suma atención, a la espera de que dijera algo más
-
Lo se – soltó el castaño
agachando la mirada un segundo – Quizás
llegue un momento en que pueda personarle lo que me hizo - comenzó a decir el joven jefe.
-
Decimo...
-
Algún día le perdonare - se puso de pie mirando a todos los presentes –
Pero aun no creo que sea ese día – Y
tras eso se puso de pie y salió del lugar.
Todos los guardianes le vieron partir
para luego intercambiar unas miradas, no sabían que decir.
-
Quizás nunca le perdone –
dijo
Gokudera mirando a Chrome, algo en su voz sonó diferente.
-
Quizás ya ha comenzado a
perdonarle – le
devolvió ella con firmeza.
-
¿Tú crees? – No pudo evitar preguntar
Yamamoto con duda.
-
Sí, estoy segura de
ello…pero el problema no está allí.
-
Está en el hecho de que
comenzara a sentirse culpable – Soltó Ryohei entendiendo a que iba la chica – A medida que vaya perdonando a Mukuro,
comenzará a sentir que no debe perdonarlo, sentirá que se traiciona a si mismo,
y a nosotros.
-
Y…¿Y cómo podrá superar
eso? – inquirió
el espadachín.
-
El mismo encontrara una
manera de hacer valer su perdón – dijo Hibari – una forma de perdonar a Mukuro sin chocar con sus principios.
-
Eso es bueno – soltó Ryohei, pero
notando la expresión de Chrome, dudó.
-
Las cosas podrían ponerse
feas – dijo
Chrome.
-
Quien sabe de qué manera
podría lograr el equilibrio – dijo Gokudera siguiente el hilo de la conversación.
-0-0-0-0-0-0-0-0-0-
La recién pasada reunión le había
mostrado algo, Rokudo Mukuro llevaba ya dos semanas en la mansión, jamás pensó
que el tiempo transcurriría tan rápido, jamás pensó que podría estar bajo el
mismo techo que Mukuro…y lo que más le sorprendía era el hecho de que este no
había intentado nada extraño, absolutamente nada.
No que le haya estado vigilando.
¿A quien engañaba? Si, había estado
vigilando al ilusionista, desde la distancia, sin saber si esperaba que este
hiciera algo, o que no hiciera nada. Mukuro se mantenía siempre ocupado, con
Chrome a su lado.
El castaño caminaba por el pasillo
rumbo a la cocina a buscar algo para comer, el reloj en una de las paredes
marcaba las tres de la tarde.
Soltó un largo suspiro.
Quizás algún día perdonada a Mukuro,
quizás nunca lo haría. Otro suspiro escapo de sus labios, ¿a quién engañaba?
Sabia muy en el fondo que ya había comenzado a perdonarle ¿¡Como podía ser tan
enfermo!? ¡¡Perdonar a quien le había hecho daño!! ¡¡A quien le había violado!!
No se entendía a si mismo, no podía comprender como a pesar de todo quería que
Mukuro estuviese a su lado, se quedara en la mansión, fuese su guardián. ¿Cómo
podía desearlo?
¿Podría olvidar todo el daño? ¿Todo el
dolor? ¿Podría vivir consigo mismo si lo hacía?
Todo era demasiado difícil, por una parte sabía perfectamente que Mukuro
lo intentaba, estaba cambiado y eso podía verlo, y Tsuna sabia, sabía
perfectamente que Mukuro estaba cambiando por él y solo por él.
Se detuvo frente a la puerta de la
cocina y la abrió, lo que encontró dentro era algo que jamás imagino ver, o sea
lo había supuesto desde hace tiempo, pero verlo, era lejos otra cosa.
-
Eh~~ Hibari-san…Dino-san…
- Soltó
casi en un susurro, mientras una voz dentro de su cabeza le gritaba que saliera
de allí de inmediato.
-
Tsuna…- alcanzó a decir Dino, el cual estaba en el
suelo de la cocina apoyado en sus codos, con Hibari sentado sobre él,
sujetándole de la camisa. El castaño pudo notar como su guardián parecía algo
acalorado, con la ropa descolocada y el cabello revuelto, más que evidente que
no habían estado peleando antes de que el castaño entrara a la cocina.
-
Lo siento - se disculpó Tsuna alcanzando a cerrar la
puerta, ya que pudo escuchar como una tonfa había ido a parar al exacto lugar
en donde él había estado parado – Es mi
idea o todos mis guardianes se están acostando con alguien – soltó en un
susurro para sí.
-
Yo no estoy durmiendo con
nadie…aun…- escuchó
una voz que le decía.
-
¡Chrome-san!
-
Lo siento si le asuste
Boss.
-
No…no importa…- le respondió él.
-
No creo que podamos
entrar en la cocina – dijo
ella como quien no quiere la cosa, sabiendo exactamente qué es lo que sucedía
en el interior de esta.
-
Eso parece – soltó él con una risita
suave.
-
¿Quiere pedir una pizza?
-
No estaría mal.
Fin
capitulo 11.
0 comentarios:
Publicar un comentario