"No podía
olvidar cada detalle, aquella despedida, esos ojos perdiendo el brillo, esa
sonrisa desapareciendo, el dolor de alejarse del lugar que en un momento fue su
hogar, que en un momento fue el lugar más maravilloso en la faz de la tierra, y
que ahora parecía ser una prisión que amenazaba con engullirle para nunca
dejarle escapar."
Ororo.
“Blood in the shadows”
Capitulo 1: “Regreso a casa”
Porque
los años cambian a las personas, cambian los lugares, lo cambian todo…
Todo
menos a el.
Acababa
de subirse al vehiculo que lo trasladaría de regreso a su vieja ciudad natal, a
aquella que había abandonado hace tantos años atrás, a la que conservaba fresca
dentro de su memoria como una vieja fotografía, como un recuerdo vívido que le
daba el impulso para continuar.
Dolía
estar de regreso, dolía volver a pisar aquel lugar, dolía revivir en su cabeza
todo lo que había vivido en esa ciudad la última vez que había estado allí. Los
momentos felices, las risas, las lagrimas, los momentos tristes, el dolor…todo.
No podía
olvidar cada detalle, aquella despedida, esos ojos perdiendo el brillo, esa
sonrisa desapareciendo, el dolor de alejarse del lugar que en un momento fue su
hogar, que en un momento fue el lugar más maravilloso en la faz de la tierra, y
que ahora parecía ser una prisión que amenazaba con engullirle para nunca
dejarle escapar.
Las cosas
cambian, para bien o para mal, él lo sabía con demasiada seguridad.
Veía
pasar las casas, los edificios, las calles, las personas, todo parecía haber
cambiado. Casas en nuevos lugares, edificios donde antes no los había, gente
nueva, gente diferente. Podía escuchar con claridad las voces de las personas
afuera del automóvil, podía escuchar el sonido de una campana de instituto.
El solo
pensar en todos esos jóvenes, hacía a su frío corazón estrecharse como nunca
antes. Le hacia recordar todos aquellos años perdidos, una juventud vivida hace
muchos años atrás. El solo imaginar esos estudiantes le hacia recordar la
juventud en la cual estaba atrapado y de la cual nunca podría escapar.
La cruel
ironía.
¿Quién
dijo que la inmortalidad es un regalo?
El había
comprobado que la inmortalidad solo alargaba el dolor, solo hacia que todo
durara mas, doliera más.
¿Quién
dijo que ya no podían sentir como humanos?
Su
corazón dolía, de la misma manera que había dolido aquella noche cuando había
partido de aquella ciudad a la que ahora regresaba.
Las
emociones ahora son mas intensas, pero a la vez mas controladas. Ahora siente
con mayor humanidad que nunca antes, eso quizás lo hace un monstruo aun más
temible, un monstruo deseoso de destruir, con todo lo que la naturaleza humana
teme. Con ese deseo de acabar con la vida, tal como un simple asesino mortal,
solo que con mejores herramientas para cumplir su cometido.
Pudo ver
una iglesia, una que había estado de pie desde que el había sido humano. Seguía
allí en toda su belleza, había sobrevivido a su vida humana y ahora sobrevivía
a su vida mortal, era impresionante cuanto pueden durar algunas estructuras.
Recordó
su juventud, como había sido la ciudad cuando el había vivido en ella, cuando
aun era joven en su inmortalidad, cuando le había conocido a él.
Sacudió
la cabeza, intentado desvanecer los recuerdos que amenazaban con salir a
relucir dentro de su mente, esas sonrisas, esos brillantes ojos, esas anos
suaves. Esos besos…
Las cosas
eran muy diferentes ahora a como habían sido cuando el había sido joven. Muchas
cosas habían desaparecido, muchas personas habían muerto, solo quedaba él y el
recuerdo de que todo eso sucedió alguna vez.
-
Hemos llegado joven…- escuchó que le decía el
chofer, simplemente soltó un suspiro mientras miraba por la ventana, la enorme
estructura de la mansión que se levantaba en lo alto de la colina, en la parte
mas alejada de la ciudad.
Sin
querer alargar mas este momento salió del vehiculo, mientras el chofer sacaba
sus maletas de la parte de atrás, las cuales dejó a un lado del automóvil. El
sol en el cielo ya había desaparecido, pero aun podía verse algo de claridad,
un leve tono rojizo lo cubría todo.
Era el
momento perfecto, la noche recién comenzaba.
Una vez
fuera del vehiculo, el chofer pudo ver con mas claridad a su cliente, este se
sorprendió al notar que era un joven, unos 27 años como máximo, alto y
elegante, vestía un traje de tela, de cabello azulado en un peculiar peinado,
el cual daba la ilusión de ser corto, pero que de la parte de atrás se podía
ver una larga mecha de cabello que le llegaba hasta la cadera, sus ojos estaban
ocultos tras unas gafas de sol, toda su ropa oscura hacia un perfecto contraste
con su piel blanca. Una de sus manos enguantadas se perdió dentro de los
bolsillos de su chaqueta.
-
Muchas gracias por traerme hasta aquí – dijo
mientras sacaba una suma de dinero de su billetera y le pagaba al chofer del
vehiculo, el cual movió la cabeza en asentimiento mientras recibía el dinero
que el otro le entregaba, para luego mirar de reojo la mansión que se levantaba
lúgubre frente a ellos.
-
¿No pensará quedarse en ese lugar? – inquirió
el hombre refiriéndose a la mansión, a lo que el otro enarcó una ceja,
mirándole aun detrás de sus gafas oscuras.
-
¿Por qué? ¿Hay algún
problema con eso? – le devolvió el joven a modo de pregunta, curioso de
saber que clase de cosas se decían de la mansión en la colina.
-
Dicen que esta embrujada, podría ser peligroso – algunas cosas parecían no cambiar con el tiempo, muchos años podrían
haber transcurrido desde su vida mortal, pero aun se mantenía el mito de la
mansión embrujada, aunque analizando los hechos, quizás no era tan mito como
quería hacerse creer, después de todo, el había vivido allí, y el mismo era un
mito viviente.
-
No se preocupe, yo he vivido antes aquí – dijo como
quien no quiere la cosa sabiendo lo que provocarían sus palabras en el hombre
cerca de el.
-
¿Cómo? – en su rostro se podía ver la sorpresa, pero el
joven de cabello azulado podía oler su miedo.
-
¿No es hora de que regrese? La noche esta por llegar y podría ponerse
peligroso por estos lados – le dijo aprovechándose de su
clara habilidad para manipular lo que sea que estuviese pensando la persona
frente a el.
-
Tiene toda la razón – le respondió el hombre
mientras se acercaba a la puerta del vehiculo. - ¿No necesita nada mas Joven?
-
No, estoy perfectamente, muchas gracias – y tras
esas últimas palabras el chofer se subió al automóvil, al cual hizo andar para
luego desaparecer colina abajo.
Una vez
que el vehiculo desapareció por las calles que poco a poco se oscurecían, el
joven se quitó las gafas que cubrían sus ojos, un peculiar par de ojos bicolor,
uno rojo y otro azul.
El joven
se detuvo a admirar la vista que tenia desde lo alto de la colina, notando como
casi ninguna casa estaba ubicada cerca de la mansión, de hecho todas las casas
parecían haberse comenzado a construir bajo la colina, lo mas alejadas en la
mansión.
-
¿Con que mansión embrujada? – soltó
para si mismo mientras tomaba sus maletas y se acercaba a la reja, la cual sin
siquiera tocarla se abrió ante su presencia, casi como si le reconociera a
pesar de todos los años alejado.
Caminó
por los terrenos, el amplio antejardín que en su tiempo había sido un
maravilloso lugar repleto de bellas flores y preciosas fuentes de agua, ahora
parecía un simple bosque embrujado, lleno de plantas secas y flores muertas,
nada hermoso quedaba ya, solo el recuerdo. Sin quedarse a contemplar más de lo
que quedaba de todo eso, continuó caminando hasta detenerse ante las enormes
puertas de la mansión. Al igual que como sucedió con las rejas ni siquiera tuvo
que tocar la madera de las puertas para que estas se abrieran ante el, dándole
la bienvenida.
Se
adentró en el enorme vestíbulo, unas pocas velas iluminaban el enorme lugar, la
mansión parecía completamente abandonada y deshabitada, en apariencia nadie que
pudiera estarle esperando.
Pero el
sabia mejor…
Alguien
le esperaba, y podía sentir que le observaba en este preciso momento…
-
¿Ni un saludo
para tu hermano menor? – inquirió el joven de cabello oscuro, hablándole a
la oscuridad, esperando que el otro le respondiera, sabiendo que no tardaría en
hacerlo, podía sentirle cerca, muy cerca entre las sombras del vestíbulo.
-
Jamás pensé que regresarías…Mukuro – se
escuchó una voz varonil de entre las sombras, la luz de las velas tembló ante
el sonido de aquella voz…
El
peliazulado rió con suavidad, mientras dejaba sus maletas en el suelo y pasaba la
mirada por cada rincón del enorme vestíbulo, sabiendo que seria cosa se tiempo
para que el otro se dejara ver finalmente.
-
Dije que algún día lo haría…- le
respondió como quien no quiere la cosa, viendo como de entre una esquina
sombría salía un joven que parecía unos pocos años mayor que el, vestido
completamente de negro, con un maravilloso y largo cabello blanco, el cual
llevaba suelto, acariciando sus hombros y espalda. Aunque el sabía mejor, aquel
albino era siglos mayor que el, muchos siglos mayor. Una criatura tan antigua
que su propio cabello se había decolorado con el correr de los años.
-
Cierto – le dijo mientras se acercaba al otro joven de
cabello oscuro - Pero después de lo
sucedido con el chico Vongola, no creí que realmente regresarías – dijo
mientras se cruzaba de brazos y clavaba sus ojos en los bicolor del otro,
sabiendo lo que sus palabras provocarían en el menor.
-
¡No menciones a Primo! – exclamó el otro con enfado,
el albino sonrió de medio lado sin dejar de caminar de un lado a otro, casi
como si rodeara al pelinegro.
-
Lo siento, lo siento… - se disculpó mientras se
detenía detrás del joven de nombre Mukuro, dejando que su fría presencia
envolviera al pelinegro - Olvido lo
sensible que te pones por tu antiguo
amante mortal…
-
Squalo…- susurró con la voz filosa, insinuando que una
palabra mas y se aseguraría de arrancarle la lengua, o que por lo menos lo
intentaría.
-
Jejejejeje…vamos no seas exagerado, esas cosas sucedieron hace mucho
tiempo atrás ¿Por qué no lo olvidas de una vez?
-
Tu bien sabes que no puedo olvidarlo…- le dijo
Mukuro mientras tomaba sus maletas y comenzaba a subir las escaleras.
-
A veces me sorprende lo humano que puedes ser…
-
A mi no me sorprende el monstruo sin corazón que eres…
-
Muchos años…- soltó el albino agachando la mirada, jugando con un
mechón de cabello entre sus dedos enguantados.
-
Lo se…- fue lo ultimo que dijo el peliazul antes de
perderse escaleras arriba, de regreso a la que había sido su habitación durante
muchos años.
-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-
Estar de regreso
en la mansión era un sentimiento extraño, como si una parte de el quisiera irse
de inmediato, mientras otra quiere simplemente mantenerse aferrada a la
sensación de hogar que de cierta forma aun parecía desprender el lugar.
Abrió sus
ojos con algo de cansancio, se había quedado dormido apenas se había dejado
caer sobre la cama. Podía notar como el sol quería entrar, las gruesas cortinas
oscuras evitaban que los rayos entraran a la amplia habitación y le hicieran
daño.
Aunque si
bien el sol no era completamente dañino para el, era sin lugar a dudas molesto
a estas horas de la mañana, así que prefería no arriesgarse a sentirlo sobre su
piel.
Aun
recordaba como había descubierto que a pesar de ser un inmortal, y en contra de
todas las típicas creencias sobre las criaturas de la noche, era posible para
él caminar bajo la luz del sol. Solo por unas cuantas horas, y solo si era lo
suficientemente viejo, lo cual era por supuesto. Aunque no sabia si sentirse
orgulloso de serlo o no.
Pero como
bien había comprobado, el caminar bajo la luz del sol era simplemente algo
molesto para los más viejos de su raza, por esa razón preferían mantenerse en
la oscuridad por cosas de comodidad.
Squalo
era un ejemplo de ello, el albino nunca salía a la luz del sol, lo cual era
comprensible, su peculiar belleza resaltaba como un faro a la luz del día,
aunque eso no quitaba que igualmente de noche resaltara, su apariencia era
demasiado llamativa y atrayente como para simplemente ignorarla, esa era una de
las razones por las cuales nunca abandonaba la mansión, aunque bien sospechaba
Mukuro, habían mas razones por las que Squalo no quería salir de la mansión,
pero ya tendría tiempo para descubrir eso…
Mukuro se
estiró en la cama y pasó la vista por su habitación, varias sabanas blancas
cubrían sus muebles, sus maletas descansaban a un lado de la puerta.
La
recamara era grande, la cama de dos plazas, los muebles elegantes, todos y cada
uno de los detalles gritaban el lujo que la mansión había poseído y que a pesar
de los años aun conservaba. Pues si de algo podía jactarse Mukuro, era del
hecho de que era lo suficientemente rico como para vivir en lujo durante unos
cuantos siglos más, y bien sabia que en el caso de Squalo era igual, el porque
vivía en esta mansión descuidad seguía siendo un misterio para el peliazul.
De
repente alguien llamó a la puerta. El peliazul enarcó una ceja ante esto, no
creía que fuese Squalo, el albino aun estaría durmiendo, y de hecho dormiría
durante todo el día, un algo común en los vampiros, pero que al parecer el no
compartía con sus pares.
Así que
tomando en cuenta eso hechos, se preguntó ¿Quién demonios llamaba a la puerta
de su habitación a estas horas de la mañana?
-
Pase…- dijo mientras se levantaba y se acomodaba el
cabello con las manos, aun llevaba la ropa del día anterior, bastante arrugada
cabe decir, a causa de haberse dormido con ella puesta.
Al
momento de abrirse la puerta, un peculiar individuo apareció. Vestía de manera
algo extravagante, pantalones de cuero, chaqueta con plumas, Mukuro enarcó una
ceja mientras le miraba de pies a cabeza, notando que llevaba el cabello de un
llamativo rosado, o por lo menos el mechón que cubría parte de su rostro era de
ese color. Parecía ser mayor que el mismo Mukuro, aunque bien suponía que eso no
era muy posible que digamos, tomando en cuenta los siglos que el peliazul tenía
sobre sus hombros.
-
Tu debes ser Mukuro-chan… - dijo el
recién llegado con una sonrisa en los labios. El peliazul enarcó una ceja y
frunció los labios ante la forma en la cual había sido llamado por el individuo
en cuestión.
-
¿Y tú eres? – inquirió el menor cruzándose de brazos, sin dejar
de mirarle.
-
Lussuria – respondió con simplicidad.
-
¿Lussuria? – inquirió, a lo que el otro asintió como
corroborando de que había captado bien su nombre - ¿Y que haces aquí? – preguntó esta vez.
-
Vengo de vez en cuando a dejarle comida a Squalo, ya que el chico no
quiere salir.
-
¿Sigue sin salir? – soltó el menor mientras se
acercaba a su maletas y las colocaba sobre la cama.
-
Así es…
-
Así que eres uno de los nuestros ¿O me equivoco? – inquirió mientras rebuscaba por algo de ropa.
-
No te equivocas, y si mis cálculos no están mal, soy menor que Squalo
pero mayor que tu – dijo esto con una sonrisa en el rostro, a lo que el
menor no pudo evitar sorprenderse, siempre era difícil encontrar a alguien que
fuese mayor que el, tomando en cuenta de que realmente tenia su buena cantidad
de siglos sobre sus hombros – Pareces
sorprendido…
-
Lo estoy, es difícil encontrar a criaturas mayores que yo.- le dijo con total sinceridad, por alguna razón había optado por ser
sincero con este inmortal, algo que normalmente no era…
-
Vives con una – dijo refiriéndose a Squalo.
-
Viví con una y ahora regreso a vivir con ella…- le respondió, dando a entender de que llevaba tiempo sin convivir con
el albino.
-
Eso escuche por allí…regresaste hace poco a la ciudad ¿No es así? - inquirió cruzándose de brazos.
-
Si
-
¿El mundo estaba aburrido? – inquirió,
deseando saber el porque el menor había deseado regresar a una ciudad tan poco
conocida y tan poco importante, si podría estar en cualquier lugar del mundo si
así lo deseaba.
-
Deseaba regresar.
Un
silencio les envolvió a los dos, casi como si ambos estuviesen pensando en sus
propios porques y en sus propias razones para estar en este lugar en este
preciso momento…
-
Esta ciudad parece tener un algo que nos atrae – soltó de repente Lussuria, captando la atención del joven de ojos
bicolor, el cual le miró con cierta curiosidad.
-
Eso parece. – de cierta manera entendía a que se refería, que es
lo que querían decir sus palabras.
-
Bueno yo voy a estar abajo limpiando un poco este lugar – dijo acercándose al umbral de la puerta nuevamente - Ahora que hay dos personas un poco de
limpieza no vendría mal. – soltó con voz cantarina mirando al menor.
-
¿Limpieza?
-
No te molestes en decirme algo, Squalo siempre que puede me regaña por
eso, pero que quieres que te diga, me gusta hacerlo – si Mukuro había encontrado extraño a Lussuria antes, esto solo lo hacia
aun mas. – Nos vemos…
-
Nos vemos. – se despidió el peliazul mas que intrigado.
Un
inmortal al que le gusta limpiar y cuidar a los demás. Mukuro simplemente le
vio salir de la habitación para luego cerrar la puerta a su espalda.
El
peliazul soltó un suspiro de su maleta sacó un cambio de ropa y se dirigió al
cuarto de baño, ya después se dedicaría a ordenar su recamara, la presencia de
esas sabanas blancas cubriéndolo todo le estaba poniendo algo nervioso, así que
lo mejor seria deshacerse de ellas de inmediato…
Así que
con su cambio de ropa en mano se adentró en el cuarto de baño, lugar en el cual
tomó una ducha rápida para luego vestirse y comenzar a quitar todas las sabanas
que cubrían sus muebles.
Se
entretuvo haciendo eso, después de deshacerse de las sabanas, se dedicó a
limpiar la recamara en si, la cual tenia una buena cantidad de polvo acumulado
por los años de abandono, así que sin darse cuenta ocupó gran parte de la
mañana en eso, simplemente limpiando y ordenando, el tiempo corrió sin que
pudiese darse cuenta de ello.
Horas
después, una vez que acabó con su habitación, quedó impresionado al descubrir como el tiempo parecía haberse
detenido en la recamara. Parecía como si ni un solo día hubiese transcurrido
desde la última vez que había estado allí. Algo dentro de su pecho se oprimió
ante tal pensamiento, el ardor de un
recuerdo en lo profundo de su corazón…
-
Curioso…- fue lo único que pudo decir al comprobar como todo
seguía exactamente igual, cada detalle, cada mueble, en cada lugar. Agachó la
mirada algo triste – Quizás un poco de
aire sea lo mejor – Se dijo para si mismo, mientras tomaba su chaqueta, sus
gafas y sus guantes.
Salió de
la mansión con paso tranquilo, ¿Hace cuando tiempo que no sentía la luz del sol
acariciándole la piel? Unos cuantos años ya. Normalmente no acostumbraba a
salir a la luz, pero su regreso a la ciudad le había impulsado a pasear por sus
calles a la luz del día, solo para ver como el tiempo había corrido en aquel
lugar, solo para ver los cambios bajo la luminosa luz del sol.
Ver la
gente pasar, yendo y viniendo de sus lugares de trabajo o hogares, los
estudiantes paseando con sus amigos, la gente riendo, conversando. Mukuro soltó
un largo suspiro mientras continuo paseándose por las calles, completamente
solo en medio de una multitud.
Se sentía
tan fuera de lugar, tan solo…tan extraño, en situaciones como estas, caminando
entre medio de la gente, perdido entre una multitud sentía al monstruo dentro
de el gruñir, sentía como se retorcía en su interior en búsqueda de salir, en
búsqueda de lo único que podía saciarle…
Sangre…
No supo
bien porque, pero acabó frente a un instituto, recordaba que antes, había
habido otro instituto en el mismo lugar, pero de ese ya no quedaba rastro, en
su lugar se levantaba uno nuevo uno moderno, bonito en su estructura simple,
carente de todos los detalles que tuvo su predecesor, pero igualmente
cuidadosamente construido, el inmortal sonrió con melancolía.
El dolor
regresaba…
La
tristeza…
Quizás no
había sido tan buena idea regresar a la ciudad…
Quizás
realmente habido sido una mala idea…
-
¡¡Décimo!! – escuchó que alguien cerca de el gritaba en
dirección a la entrada del instituto, ni se había percatado de que la campana
acababa de sonar y los estudiantes salían de clases, se había quedado
ensimismado en sus pensamientos, en sus recuerdos.
Se volteó
para ver quien era la persona que gritaba, encontrándose con un chico de unos
16 años, de cabello gris y con cierta apariencia de maleante. Mukuro enarcó una
ceja ante esto, para luego desviar la mirada en dirección hacia donde el chico
caminaba.
Y allí…se
quedo petrificado.
¿Es que
acaso los años le estaban jugando una ilusión?
¿Acaso
sus ojos le engañaban?
¿Acaso al
fin había enloquecido?
Eso no
podía ser real…simplemente era imposible…
Allí,
caminando hacia el chico de cabello gris, estaba la viva imagen de su adorado
Vongola, de su perdido y nunca olvidado Primo Vongola.
El chico
no parecía tener mas de 16 años, no pudo evitar sonreír ante esto, cuando había
conocido a Primo, este no había tenido mas de 16, llevaba el uniforme del
instituto al igual que el peligris, era un poco mas bajo que este, su bolso
colgando de su hombro, sus ojos grandes y castaños, y su cabello café
desordenado. Todo en el gritaba el recuerdo de Primo, todo en el le reflejaba…
¿Es que
acaso veía un espejismo? ¿O lo que veía era real?
-
¿Qué sucede Gokudera-kun? – escuchó
que el chico de cabello castaño le preguntaba al peligris, ¿La gente notaria su
mirada impresionada? O el hecho de que se había detenido a un lado de la
entrada simplemente para mirar con claridad al chico que era el reflejo de su
antiguo Vongola.
-
Nada, es solo que dijimos que íbamos a ir al cine hoy ¿No es así?
-
¡Cierto! – exclamó el mas bajo con una sonrisa en el rostro – Tenemos que esperar a Yamamoto-kun
-
¿Tenemos que esperarle? – preguntó
como quien no quiere la cosa, casi como si esperara que el mas bajo le dijera
que no había necesidad de esperar al otro.
-
Gokudera-kun – le regañó el castaño mientras entrecerraba sus
ojos, a lo que el peligris simplemente se encogió de hombros, casi como si
aceptara su derrota ante el mas bajo
-
Esta bien, le esperaremos. – y fue en
ese momento, que lo vio…el castaño clavó sus ojos cafés en la silueta que
estaba de pie junto a la entrada del instituto, casi como si estuviera
hipnotizado por esta. Mukuro tembló ante el contacto visual directo con ese
enorme par de ojos cafés.
-
¿Quién… - se estaba preguntando Tsuna, cuando sin poder
aguantar mas el hecho de estar frente al vivo reflejo de su perdido Vongola, la
silueta desapareció de regreso a la mansión a una velocidad que ningún humano
normal podría jamás soñar.
-
¿Sucede algo Décimo? – interrogó el mas alto, al
ver el rostro del castaño cruzado por la sorpresa.
-
No, nada…solo…me pareció ver algo… - dijo
mientras buscaba con la mirada la silueta que había visto ¿Acaso había
simplemente desaparecido?
Oh, pero
si al destino le gusta jugar con los corazones de las personas, ya sean estos
mortales o inmortales.
Fin capitulo 1.
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