"El rubio jefe Vongola comenzó su viaje por Europa, intentando olvidarse de todo lo que había dejado en Italia...Al principio los demás guardianes no entendían porque estaba sucediendo todo esto, no entendían que es lo que sucedía con Giotto y porque este tenía que hacer este viaje, pero obedeciendo las órdenes de G comenzaron a tomar turnos para acompañar al joven jefe durante un periodo de tiempo, solo durante el tiempo que Primo los quisiese a su lado."
Ororo~
“Timeless”
Capitulo
3: “Aliados”
Tras aquella fatídica
mañana en la que G había descubierto de manera abrupta lo que sucedía entre el
jefe Vongola y el guardián de la niebla, las cosas habían tenido que dar un
giro de 180 grados, lo quisieran o no, Giotto y Deamon no podían simplemente
actuar como si nada sucediera, todas las acciones siempre tenían consecuencias
y G estaba dispuesto a hacérselos saber de la peor manera posible. El guardián
de la tormenta no podía creer lo que sucedía, no importó cuantas veces Giotto
habló con él, cuantas veces intentó hacerle entender, pero G no quería
entender, G ya tenía una imagen amada de toda esta situación. Sin importar lo
que le dijera Giotto, para G, Spade se estaba aprovechando de su amigo.
Por esa razón, G le dijo a
Giotto que viajara por el mundo, que hiciera alianzas extranjeras, que no
regresara a Italia por un tiempo, que no viera a Spade, que no supiera nada de
él. El pelirrojo no podía simplemente permitir que Spade hiciera lo que
quisiese con Primo, no podía permitir que se aprovechara de él, pues lo viera
por donde lo viera, ante los ojos de G, el guardián de la niebla estaba
aprovechándose de esta relación para tener un acceso mas directo al jefe
Vongola, quien sabe que hubiese sucedido si no hubiese descubierto esto a
tiempo.
G no estaba dispuesto a
que su amigo sufriera alguna clase de daño.
Pobre G, hubiese sabido
que en su búsqueda por mantener seguro a Giotto solo estaba empeorando las
cosas. Estaba provocando un daño que jamás sanaría,
una herida que nunca
cerraría, una herida que ni el mismo Giotto había notado aun…allí…sangrando en
lo profundo de su pecho, matándole poco a poco
¿Cómo se puede amar a
alguien sin percatarse de ello?
¿Cómo no darse cuenta?
¿Cómo no entenderlo a
tiempo?
Giotto se resignó, así que
preparando sus cosas y con una sonrisa triste en sus labios salió de la mansión
Vongola rumbo a Inglaterra, cumpliría con lo dicho por su mano derecha,
esperando que en algún momento entendiera y se diera cuenta de su error, pero
Giotto muy en el fondo lo sabía, sabía que eso nunca sucedería.
El rubio jefe Vongola
comenzó su viaje por Europa, intentando olvidarse de todo lo que había dejado
en Italia, todo lo que había dejado en su hogar, pero era imposible, por más
que lo intentara, no podía olvidar, y jamás podría.
Al principio los demás
guardianes no entendían porque estaba sucediendo todo esto, no entendían que es
lo que sucedía con Giotto y porque este tenía que hacer este viaje, pero
obedeciendo las órdenes de G comenzaron a tomar turnos para acompañar al joven
jefe durante un periodo de tiempo, solo durante el tiempo que Primo los
quisiese a su lado.
Spade se negó rotundamente
a participar de esto, la niebla dio un paso hacia atrás y se alejó del cielo, a
la espera de que cuando este regresara las cosas volvieran a ser como antes.
¡Oh pero que equivocado
estaba! Las cosas nunca volverían a ser como antes.
Un año pasó demasiado
rápido, Giotto había recorrido gran parte de Europa, y no estaba pensando en
detenerse, el tiempo en el que G viajó con el rubio, este pudo notar algo raro
en la actitud de su amigo, algo parecía fuera de lugar en el jefe Vongola, pero
por mas que le preguntara que es lo que sucedía, el rubio nunca le respondió.
Ya no le hablaba como le hablaba antes.
Alaudi fue el último que
acompañó a Primo ese año, y fue él quien anunció a los otros guardianes que el
jefe viajaría un poco más, que aun tenia cosas que hacer, que tenia lugares que
conocer y gente con la quien hablar, así que no regresaría a Italia aun,
Y así otros dos años
pasaron volando.
-
Todo esto es tú
culpa – susurró Spade con odio en
la voz. De pie frente a los otros guardianes, mirando con reproche al pelirrojo
guardián de la tormenta.
-
Si alguien aquí tiene la culpa de todo esto ¡Ese eres tú! – le devolvió G con enfado. Todos miraron el
intercambio de palabras entre los dos, al fin las cosas tenían mucho más
sentido. Los demás guardianes a estas alturas ya sabían que es lo que había
sucedido, pero habían preferido no decir nada por miedo a empeorar toda esta
situación. - ¡Tu provocaste
todo esto!
-
No me vengas a hechas la culpa de lo que hiciste tú.
-
¿Lo que hice yo? ¡Tu…tu…te aprovechaste de Giotto!
-
Aprovecharme, ¿Aun quieres creer eso?
-
¿Creer? ¿¡Creer! ¡Yo los vi!
-
Aun no entiendes que fue lo que viste. – se cruzo de brazos y desvió la mirada, no
importaba cuantas veces tuvieran esta misma discusión, no entendería, G nunca
lo entendería.
-
Lo entiendo perfectamente – soltó con un siseo
peligroso. El silencio envolvió a ambos guardianes, los que tenían sus ojos
clavados en el otro, a la espera de que alguien dijera algo más. Spade se
acercó a la puerta sin mirar a nadie más.
-
Jamás negaré lo que hice – soltó el guardián de la
niebla – Pero yo no le hice
daño…no el daño que tú le has hecho…tu lo alejaste de la familia – le dijo con voz llena de reproche.
Y tras esas últimas palabras Spade salió del lugar dando un portazo.
-
Sin cielo esta familia se caerá a pedazos – dijo Alaudi interviniendo por primera vez en
toda la reunión.
-
Primo debe regresar, 3 años ha sido demasiado tiempo – dijo Ugetsu clavando sus ojos oscuros en G
-
No somos nadie sin Primo – continuó Knuckles
-
… - G no sabía que decir, había creído que todo esto había sido
para mejor,
¿Cómo hubiese sabido que
Spade sería solo el más pequeño de los males que atormentarían a Primo y a la
familia? Había cometido un error, y
ahora simplemente no sabía como arreglarlo, Primo parecía no tener la intención
de regresar en un futuro próximo, los aliados comenzaban a ponerse nerviosos,
los guardianes cada vez mas parecían unos extraños, en tres años pueden suceder
muchas cosas, ¿Cómo podrían haber sabido
que esto sucedería? ¿Cómo podría G haber
sabido? G pasó la mirada por los
presentes, sin saber que decir, Spade se había ido, no tenía razones para
quedarse si el rubio no estaba, Lampo miró a todos, nuevamente era su turno de
ir a acompañar a Primo, el cual actualmente se encontraba en Grecia
esperándole.
-
¿Qué vamos a hacer? – soltó Knuckles mirando a G
– Eso es un desastre al
extremo.
-
Lo sé – el pelirrojo desvió la
mirada para clavar sus ojos rojizos en Lampo, el cual también le miraba – Tú eres el siguiente.
-
Si – le respondió el de cabello
verdoso – Primo ya envió su
localización, debo reunirme con él dentro de dos días en Atenas.
-
Entiendo – G se cruzó de brazos – Creo que esta demás decirte que
intentes traerle de regreso.
-
Lo intentaré – le respondió poniéndose de
pie del sillón en donde había estado sentado durante toda la reunión.
Tras la salida de Lampo,
los guardianes restantes se retiraron, dejando de esta manera a G completamente
solo en aquella sala que ahora parecía tenebrosamente demasiado grande para él.
Las cosas se habían salido de sus manos demasiado rápido, la familia se
desmoronaba, el pelirrojo sabía que no sería capaz de mantenerlos a todos
unidos por mucho tiempo, después de todo, la única cosa en común que tenían
todos los guardianes era Giotto Vongola, el que los había reunido, el que los
había mantenido unido, y el que ahora irónicamente les taba separando.
-
¡Demonios!
-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-
Ugetsu se detuvo frente a
la puerta de la oficina de G, sujetando nervioso los dos sobres que llevaba
entre sus manos. Lambo se había ido hace ya un mes, aun no regresaba, algo no
estaba del todo bien en todo esto, normalmente todos regresaban después de un
mes exacto, el guardián del trueno aun parecía estar con Primo, pero ¿Por qué?
El japonés soltó un largo suspiro, clavó sus ojos negros en los sobre y luego
en la puerta.
-
¿Es que acaso nada puede ser fácil? – soltó en un susurro llamando a la puerta,
espero tan solo unos pocos segundos antes de escuchar movimiento y ruido del
otro lado.
-
¡Pase! – pudo escuchar la voz de su
pareja desde el interior de la oficina, soltando un largo suspiro y
resignándose para lo que ahora le tocaría presenciar, entró sin más preámbulos.
El escritorio de G estaba repleto de papeles, los que se apilaban a un lado a
la espera de unos minutos de su atención – Ugetsu
– saludo con una suave
sonrisa en sus labios, la cual estaba cargada de cansancio, sonrisa que
desapareció por completo al ver el rostro de seriedad y preocupación del otro
guardián, - ¿Sucedió algo? – inquirió, a lo que Ugetsu movió la
cabeza afirmativamente mientras se acercaba al escritorio con pasos algo
dudosos.
-
Sucede esto – le dijo extendiéndole los
dos sobres, uno de ellos como pudo comprobar G se trataba de una invitación.
¿Una invitación?
-
Una boda – dijo tomando más atención
en los pequeños y delicados detalles que adornaban dicho sobre. ¿Qué tenia de
preocupante esto?
-
El otro…- indicó el japonés sentándose
frente a G y cruzándose de brazos, a la espera de la reacción del pelirrojo,
era solo cuestión de segundos. G le miró antes de dejar la invitación a un lado
y poner toda su atención en el otro sobre, Ugetsu pudo ver como los ojos del
guardián de la tormenta se abrían al ver la letra que marcaba ese sobre.
-
Primo…- fue la única palabra que
salió de los labios de G al reconocer aquella letra. "Vongola Famiglia" decía en aquella pulcra y mas que
conocida caligrafía.
-
No tuve el valor para abrirlo, por eso la traje de inmediato – le explico Ugetsu expectante, a la espera de
que el pelirrojo finalmente abriera de una vez el sobre con noticias de su
preciado cielo.
Pasaron unos segundos de
absoluto silencio antes de que finalmente G abriera el sobre, sus ojos rojos se
pasearon rápidamente por la carta, leyendo con cuidado cada palabra, temiendo o
esperando por encontrarse con algún mensaje oculto…pero nada…Lo que decía la
carta era exactamente lo que Giotto había querido decir,
-
¿Y?
-
Giotto regresa – Ugetsu abrió sus ojos en
sorpresa, estaba comenzando a sentir un enorme alivio, cuando notó el rostro
preocupado de G, al parecer aquella buena noticia no era todo lo que decía la
carta.
-
¿Qué más dice? Tu
rostro dice que hay algo más.
-
Dice que traerá a su esposa e hijo – las palabras parecieron resonar en la
oficina, la que poco a poco se oscurecía a medida que el sol se ocultaba, la
noche poco a poco caía sobre ellos.
-
¿Qué? ¿Esposa? ¿Hijo? – inquirió el japonés sin
poder creer lo que el otro le estaba diciendo.
-
Si.
Mas cosas que ellos jamás
podrían haberse imaginado, mas cosas habían sucedido en estos tres años, no
solo Primo había contraído matrimonio, sino que también había tenido un hijo
¡Un hijo! Al parecer Primo había tenido alguna clase de iluminación en su
viaje, y estaba dispuesto a llevarla a cabo, lo supieran sus guardianes o no, o
por lo menos eso es lo que G había logrado entender de la enigmática carta que
había llegado.
-
Por lo menos ahora la familia tiene un heredero – soltó Ugetsu poniendo se pie y acercándose a
la puerta, por alguna extraña razón aquellas palabras no habían sonado del todo
correctas dentro de ambos.
-
No pensé que lo haría – escuchó que el pelirrojo
decía con voz suave.
-
Esto era lo que querías al fin y al cabo, eso era lo que necesitaba
la familia ¿No es así? – dijo el japonés
volteándose a ver a G, el cual tenía el rostro cruzado por miles de emociones,
confusión, angustia, duda, miedo.
-
Si…
-
Ahora solo espero que Primo sea feliz – dijo Ugetsu con cuidado – Se lo merece…y creo que jamás
podría vivir conmigo mismo si me convierto en uno de los causantes de una vida
infeliz para el cielo que ilumina nuestras cabezas – por alguna razón, las palabras del
guardián de la lluvia clavaron más profundamente en el pelirrojo de lo que él
creyó posible
¿El causante de una vida
infeliz para Primo? Ese no había sido el motivo por el cual le había enviado de
viaje, le había enviado para alejarle de Spade, de aquel que le causaría
infelicidad, ¿Cierto?...Y… ¿Y si Spade le hacía feliz? ¿Y si Spade le había
hecho feliz? ¿Y si le había arrebatado
a su mejor amigo su única oportunidad de ser feliz?
Ugetsu salió de la
oficina, el sonido de la puerta sacó a G se sus cavilaciones, se había quedado
sumergido en sus pensamientos, en los mil y un escenarios con los que podría
encontrarse cuando Giotto regresara ¿Qué demonios pasaría ahora?
- Piensa positivo – se dijo a si mismo – Cree en que Primo es feliz con su
esposa e hijo….cree que todo estará bien de ahora en adelante…todo estará bien…
¿No es así?
-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-
La noticia del regreso de
Primo Vongola se esparció como pólvora, en cuestión de días todo el submundo de
la mafia sabía que Giotto Vongola, Don de la familia estaba de vuelta y que
para sorpresa y decepción de algunos, no regresaba solo.
-
¡¿Qué Giotto qué? – exclamó Spade mirando a Ugetsu, al momento de
escuchar del regreso del rubio, el guardián de la niebla de inmediato se había
dirigido a la residencia Vongola a comprobar si lo que había escuchado era
cierto, pero lo que descubrió en su trayecto a su destino, no le había gustado
para nada.
Su Giotto, Su Giotto ¡Casado!, su intención original
había sido ir y enfrentar a la mano derecha del jefe, pero en su lugar había
encontrado al guardián de la lluvia, el cual se había convertido en el blanco
de la asesina mirada del guardián de la niebla.
-
Tal como debes haberlo escuchado camino hacia aquí – comenzó a decir el japonés con voz calmada – Giotto regresa a la mansión tras
haber contraído matrimonio y tenido un hijo.
-
¿¡Hijo! – Spade en ese instante solo
quería matar a alguien, solo matar a alguien ¿Qué había pasado en estos tres
años? ¿Qué le había sucedido a Primo? ¿A su Giotto?
Mientras Spade se debatía
entre largarse de la mansión de manera permanente y quedarse para acabar con la
vida de G, en el vestíbulo de la mansión este último abría las puertas para el
regreso del jefe Vongola.
Cuando Giotto entró, todas
las especulaciones de G de que algo no estaba bien con el rubio se hicieron
realidad, el aura completa que rodeaba a Primo era diferente, sus ojos ahora
fríos miraban hacia ningún lugar en específico de la mansión, como si estuviese
aburrido de todo esto. G pudo ver como Giotto hacia un movimiento de mano y
desde el auto estacionado en la entrada bajo una hermosa mujer de cabello negro
y ojos oscuros, en sus brazos un niño de unos dos años, de cabello negro
también. La mujer se acercó al pelirrojo con una peculiar sonrisa en sus
labios.
-
Tú debes ser G ¿No es así? Giotto me ha hablado mucho sobre ti – el pelirrojo se quedo de piedra, por un
segundo creyó ver que la mujer tenía un peculiar par de ojos escarlatas, pero
solo eran castaños, no sabía si estar aliviado o no por ello.
-
Un placer conocerle…- dijo a la espera de que
ella pudiese rebelarle su identidad.
-
Felicia Gambino…ahora Vongola – dijo dibujando una
enigmática sonrisa en sus delicados labios – Y
él es Ricardo, Secondo – anunció
indicando al niño que dormía en sus brazos.
-
¿Secondo? – inquirió el pelirrojo
mirando a Giotto, el cual comenzaba a subir las escaleras, el rubio se detuvo y
se volteo a mirar a G.
-
Si, Secondo Vongola, mi heredero – la forma en la que había dicho esas palabras,
simplemente no había sonado correcto, algo en toda la entidad de Primo gritaba
fuera de lugar, pero G no podía indicar que es lo que era – Asumo que llegó la invitación a la
boda Cavallone.
-
¿Cavallone? – preguntó el guardián de la
tormenta para luego recordar el otro sobre que el había entregado Ugetsu – Si.
-
Pues asistiremos, es un evento menor pero es de gran importancia
para nosotros ¿No es así Felicia? – Dijo Giotto extendiendo su
mano para que su esposa la tomara, que fue exactamente lo que hizo.
-
Si, muy importante.
-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-
La mansión era grande, eso
fue lo primero que notó Felicia al cruzar las puertas de la residencia Vongola,
ella era parte de una pequeña familia, especializada en la crianza de caballos,
ella conocía todos los protocolos de la mafia, ella había sido criada para ser
la siguiente jefa de familia, pero la llegada de Primo en su vida había cambiado
para siempre su destino.
-
Ojala para mejor…- soltó en un susurro para
si mientras arropaba al pequeño Secondo, él que dormía a su lado en la cama de
dos plazas que debía compartir con su esposo. Dicho esposo se encontraba de pie
junto a la ventana, de brazos cruzado. Tres años viviendo juntos y aun no era
capaz de entender del todo al rubio, aun había ciertos misterios, aunque
ninguno tan grande como el hecho de que Felicia no podía dejar de preguntarse
¿Cómo es que Giotto había dado con ella, hace ya tres años atrás?
La mujer se colocó de pie
de donde había estado recostada sobre las sabanas, aun llevaba el vestido negro
con el cual había llegado, con paso lento se acerco a Primo y se puso a su
lado.
-
¿En qué piensas? – inquirió ella con voz suave, mirando por la
ventana, mirándole de reojo.
-
En todo.
-
¿Todo?
-
Mañana es la boda Cavallone ¿Estas feliz por tu hermana? – inquirió interesado, Felicia sonrió de medio
lado.
-
Por supuesto que lo estoy, ella se casará con el hombre que ama – algo en esas palabras pareció sonar extraño.
-
Pero hay algo que te molesta – soltó él, casi leyendo el
pensamiento de ella, Felicia sonrió, esa era una de las pocas cosas de Primo a
la que se había acostumbrado, su súper intuición.
-
Mi familia desaparecerá.
-
No, no lo hará.
-
Giotto, tu sabes a lo que me refiero, yo ahora soy una Vongola, y
mi hermana se convertirá mañana en una Cavallone, el apellido Gambino
desaparecerá al igual que todas las familias que han muerto con los años – el sonrió de medio lado. Felicia era una
mujer fuerte, ella había nacido para guiar y proteger, era inteligente y
hermosa, fuerte y letal, esas habían sido algunas de las cualidades por las
cuales le había escogido como esposas, algunas de tantas otras.
-
Si te sirve de consuelo, tú te has convertido en la salvación de
esta familia – el tomó una de las manos
de ella.
-
Estas exagerando.
-
Tú sabes que no – y tenía razón, ella sabía
perfectamente que cada palabra de Primo era real – Tu hermana y tú se han convertido
en los eslabones primordiales de algo mucho más grande – las palabras de Giotto eran frías,
pero ciertas, y Felicia las entendía, entendía que cuando uno es jefe de
familia debe velar por la seguridad y bienestar de todos, para ello,
sacrificios deber ser hechos.
-
Lo sé – le respondió Felicia apretando
la mano del rubio, el cual sonrió con algo de nostalgia, en sus ojos
anaranjados se veía cierta tristeza, la mujer por su parte solo agachó la
cabeza – Estos son los
sacrificios que deben hacerse en pos de otros.
-
Así es…- cariñosa, amable y comprensiva,
Felicia sería una excelente madre y esposa…
-
¿Tu familia continuará con la crianza de caballos?
-
Espero que si, después de todo escuche que Cavallone es
veterinario, podría ser parte del negocio familiar con total facilidad – Felicia sonrió con cariño.
-
Deberías tratarlo por su nombre ya que va a ser tu cuñado.
-
Lo sé, pero solo por ahora…- ella levantó la mirada
encontrándose con los ojos anaranjados de Giotto - ¿Puedo tener un abrazo?
-
Por supuesto – el rubio le abrazó
mientras ella escondía su rostro en el pecho de él.
-
¿Estás seguro? – soltó ella de repente,
Giotto se tensó en el abrazo, sabiendo perfectamente de que hablaba.
-
Lo estoy.
-
¿No hay nada que pueda hacerse?
-
No.
-
Estas…
-
Si, tu solo deberás cumplir con tu parte y yo con la mía – dijo él separándose un poco de ella y
depositando un beso en la frente de Felicia.
-
Sabes que eres una persona my importante en mi vida ¿No es así
Giotto? – dijo ella mirando como el
rubio se acercaba a la puerta de la habitación.
-
Lo sé, tu igual eres una persona importante para mí.
Felicia sonrió, Giotto
sonrió de vuelta, y salió de la habitación.
Felicia Gambino, ahora
Vongola era una mujer fuerte, cálida, hermosa y preocupada…entonces ¿Por qué no podía amarla?
-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-
Los guardianes se
encontraban reunidos en el vestíbulo, todos impecablemente vestidos con trajes
negros, a la espera de que el jefe bajara, G encendió un cigarrillo.
-
No deberías fumar – pudo escuchar que Ugetsu
le decía, colocándose junto al pelirrojo como quien no quiere la cosa.
-
Lo sé, pero no puedo evitarlo – le respondió el guardián
de la tormenta - ¿Haz sabido
algo de Spade? – inquirió
mirando al japonés.
-
No – fue la tajante respuesta – Después de lo de ayer, dudo que
regrese – G le miró con ojos
preocupados.
-
No puede hacer eso.
-
Lo sé, pero lo conoces, será capaz de hacerlo.
-
Mierda.
Un guardián menor
significaba un posible problema a futuro, las probabilidades de ser atacados
sin un guardián aumentaban en un 40%, la estabilidad de la familia se reducía
en un 50%, los problemas internos aumentaban en un 40%, el desastre era
inminente e inevitable, quisiera lo o no, Spade era un integrante fundamental
en la familia.
Ugetsu miró a G, casi
podía ver como calculaba probabilidades dentro de su cabeza, pros y contras de
lo que podría suceder en el futuro, esa era una de la cualidad de G, analizas
una situación por todos los lados, con cuidado y detalle.
Alaudi se alejó de la
pared en donde había estado apoyado y miró hacia lo alto de la escalera, en
donde Giotto y Felicia estaban, el llevaba un precioso traje de tela negro con
líneas blancas, su inseparable capa al hombro, sus guantes en sus manos. Ella
llevaba un hermoso vestido largo de color morado, su cabello negro complemente
suelto, solo un colgante adornando su cuello, en su simpleza, nadie pudo negar
que se veía hermosa.
-
¿Estamos listos? – inquirió Giotto con una
sonrisa de medio lado, pasando la mirada por los presentes, deteniéndose en G.
-
Si…solo falta…
-
Vamos entonces – en ese instante lo notó, G
notó como Primo quiso evitar el nombre de Spade, sabiendo que el guardián de la
niebla era el único que faltaba. El pelirrojo comenzaba a entender que es lo
que había de extraño en Giotto, pero no por ello era más fácil para él asumirlo
y aceptarlo, Giotto estaba dolido…y mucho.
Tras eso todos subieron a
los vehículos que les esperaban en la entrada, el sol brillaba sobre sus
cabezas, hoy sería un día muy especial.
La familia Vongola se
movilizó hacia la mansión Gambino, lugar en donde se celebraría la ceremonia, y
luego la fiesta, no muchas familias del bajo mundo asistirían, la única más
importante era la misma Vongola.
La ceremonia pasó sin
mayores contratiempos, G algo aburrido de todo esto, Ugetsu interesado en la
manera en cómo se llevaban acabo las ceremonias occidentales, Alaudi y Knuckles
se habían ido a vigilar el perímetro mientras que Giotto miraba lo feliz que se
veía Felicia, al ver la propia felicidad de su hermana.
Finalizada la ceremonia,
la fiesta se traslado a los jardines de la mansión Gambino, ahora Cavallone,
Giotto se acercó junto a su esposa a los recién casados.
-
Felicidades – dijo el rubio sonriendo
ampliamente.
-
Podríamos decir lo mismo – dijo Cavallone, un joven
de la edad de Giotto, de cabello rubio y ojos verdes.
-
Cierto – soltó Felicia – Felicidades hermana – la mencionada era igual a su
hermana, quizás unos dos años menor y de preciosos ojos ámbar.
-
Muchas gracias, estamos muy felices de que hayan podido llegar.
-
Por supuesto.
Y de repente se escucharon
gritos, disparos, cristales haciéndose pedazos. De inmediato Felicia sacó un
arma casi aparecida de la nada, la llama de la última voluntad resplandeciendo
en su pistola, al igual que en los guantes de Giotto.
-
Tenias razón – soltó Felicia mirando a su
esposo.
-
Siempre la tengo – le respondió él, no de una
manera altanera, sino más bien como una persona que había visto muchas cosas y
estaba cansada de ellas.
-
¡Primo! – exclamó G llegando a su
lado, intentando no parecer sorprendido al ver a la esposa del jefe cargando un
arma.
-
Ayuda a que los invitados escapen sano y salvos – ordenó Giotto al pelirrojo, sabiendo que este
pasaría la orden a los otros guardianes.
-
De inmediato.
-
Nosotros también queremos ayudar – dijo Cavallone, su esposa a su lado movió la
cabeza en afirmación.
-
No, ustedes deben irse – dijo Felicia.
-
Lo más probables es
que ustedes sean el objetivo – soltó Giotto.
-
¿Nosotros? ¿Por qué?
-
Porque tu esposa y la mía son hermanas – dijo el rubio Vongola mirando a Cavallone – Un lazo más fuerte que el de la
alianza común nos une, somos casi familia, ustedes son una amenaza para el
futuro.
-
Por eso no podemos permitir que les suceda algo.
-
Está bien – respondió la hermana de Felicia – Vamos – dijo tomando la mano de su esposo.
-
No olvidaremos esto Vongola – dijo él otro – siempre contarás con nuestra ayuda.
Siempre, eso te lo prometo como Cavallone.
-
Lo sé.
¿Cómo hubiese sabido que
una promesa hecha en medio de una batalla, llegaría a durar y perdurar en el
tiempo por más de 10 generaciones?
Fin capitulo 03.
0 comentarios:
Publicar un comentario