"Ambos intercambiaron unas miradas antes de sonreír, si sabían de alguien que aceptaría su relación, ese era Giotto Vongola, el rubio no solo era su jefe, era su líder, su amigo. Los años que habían transcurrido desde la creación de la familia Vongola habían pasado rápido."
Ororo.
“Timeless”
Capitulo
2: “Amantes”
-
Nadie tiene porque
saberlo…- la
voz sonó suave pero muy segura, como si supiera lo que el otro respondería,
como si estuviese seguro de que aquella respuesta seria la que estaba
esperando.
-
Lo sabrán – en la oscuridad de la
habitación se escucharon pasos, indecisos, inseguros, como si estuviese
caminando de un lado a otro en el lugar, buscando calmarse, sin lograrlo del
todo.
-
No lo sabrán – le respondió con firmeza
deteniéndose frente al otro, deteniendo aquellos pasos indecisos, acariciando
con una de sus manos el rostro de quien estaba frente a sí, percibiendo el
temor, el miedo, la duda en cada uno de sus gestos, en sus palabras – Si tu lo quieres, nadie lo sabrá – le
dijo - Solo tú y yo…- un suave
beso tranquilizador, seguido de un
suspiro de derrota y de una característica risa despreocupada.
Sin haber dicho mucho, había ganado.
-
Está bien…- le respondió sujetando la
mano que había estado acariciando su rostro – Nadie lo sabrá.
-
Nadie – afirmó el otro.
-
Ni siquiera Giotto – un silencio siguió a esa
frase.
-
Ni siquiera él – G sonrió al escuchar esto
y se acercó a besar a Ugetsu, sintiendo como el otro sonreía en el beso. Al
separarse el japonés sonrió de medio lado mientras delineaba con uno de sus
dedos el tatuaje en el rostro de G. Realmente le gustaba ese tatuaje. - Giotto
lo descubrirá igual, aunque no se lo digamos, él lo descubrirá – le dijo
con seguridad.
-
Lo sé, él y su súper
intuición.
-
Exacto.
Ambos intercambiaron unas miradas
antes de sonreír, si sabían de alguien que aceptaría su relación, ese era
Giotto Vongola, el rubio no solo era su jefe, era su líder, su amigo. Los años
que habían transcurrido desde la creación de la familia Vongola habían pasado
rápido.
G recordaba casi como si hubiese sido
ayer el día de la ceremonia, cuando la familia se había creado como tal, como
todas las cosas habían caído en la paz, como los conflictos se habían detenido,
había tomado años pero había sido necesario, habían tenido que luchar, habían
peleado, habían discutido, pero todo el dolor que habían podido sentir había
dado finalmente sus frutos, una paz que con mucho cuidado ahora mantenían en
equilibrio.
-
¿Qué crees que dirá
Giotto cuando lo sepa? – inquirió
G sin despegar la mirada de los ojos oscuros del japonés.
-
No lo se G, pero tenemos
que confiar.
-
Confiar en que Giotto
entenderá ¿Cierto?
-
Exacto.
-
Igual, no puedo dejar de
pensar en ello.
-
Yo creo que no deberías
preocuparte de esas cosas ahora – fue la respuesta del moreno, a lo que
el pelirrojo enarcó una ceja. – No en
este preciso instante.
-
¿Y eso porque?
-
Porque tienes cosas mucho
más interesantes que hacer – le dijo mientras deslizaba sus manos por los hombros del
italiano quitándole la chaqueta que llevaba puesta, G sonrió ante esto.
-
Creo Que tienes razón.
-
Por supuesto que la tengo
– el
guardián de la tormenta se deshizo del cinto que sostenía la yukata que el otro
guardián llevaba puesta, dejándola caer por los hombros y la espalda del
moreno, exponiendo la piel suave cubierta de alguna blancas cicatrices.
Los ojos de G se cargaron de deseo,
Ugetsu y él habían comenzado su romance hace unos meses atrás, después de unos
cuantos años de negaciones y secretos, finalmente habían aceptado lo que
sentían el uno por el otro y habían tomado la decisión de hacerlo relativamente
oficial, por lo menos para ellos, después de todo solo ellos dos eran los que
importaban.
Ugetsu rodeó el cuello del pelirrojo
sonriendo, él era el único que había visto todo el tatuaje de la mano derecha
del jefe Vongola, y el único que podía tocarlo, delinear cada parte de ese
intrincado y maravilloso diseño.
-
Aun no me has dicho como
te hiciste este tatuaje – Soltó el japonés como quien no quiere la cosa mientras
ambos retrocedían a tropezones a la cama del pelirrojo.
-
No creo que sea el momento
para eso Ugetsu – le
respondió el guardián de la tormenta con una sonrisa de medio lado.
-
Quizás, pero la
curiosidad aun me intriga.
-
Ugetsu.
-
Está bien, está bien – soltó el moreno cayendo
de espaldas en la cama, con G sobre él.
El pelirrojo devoró los labios del
japonés con ganas, deslizando sus manos por aquel cuerpo que ya varias veces
había poseído, deteniéndose aquí y allá, en algunas cicatrices, como si
quisiera hacerlas desaparecer solo con sus labios, con sus caricias. El
espadachín tembló ante aquellas manos recorriendo su cuerpo, sus manos rodearon
la espalda ahora descubierta del pelirrojo.
Cuando un dedo se abrió camino por su
entrada no pudo evitar soltar un quejido, mitad placer, mitad molestia, para
compensar la incomodidad en el otro G le besó con cuidado, con dedicación,
mientras con su otra mano le masturbaba.
-
Mm~ G~- soltó el japonés en un
susurro. Dos dedos en su interior y no pudo evitar arquear su espalda cuando G
rozó aquel dulce lugar en su interior. – Allí~
-
Perfecto…- los dedos fueron
reemplazados por el miembro del pelirrojo, el que tomando una de las manos del
japonés y entrelazando sus dedos, embistió de una sola vez en el interior de su
amante, sintiendo como el moreno se estremecía ante la abrupta intrusión.
-
G~ - soltó en un gemido
envolviendo con sus piernas el cuerpo del pelirrojo, buscando que este se
moviera más rápido, más fuerte - ¡G!
-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-
Unos golpes impacientes en la puerta,
no tenía ganas de levantarse, pero algo en el fondo de su cabeza le decía que
estaba olvidando algo terriblemente importante. ¿Pero qué? ¿Qué?
-
Giotto ¿Estas despierto?
– pudo
escuchar la voz de G del otro lado de la puerta, y de inmediato recordó que era
aquello tan importante que parecía haber olvidado.
-
¡Deamon! – exclamó en un susurro
mirando a su lado, encontrando con que estaba completamente solo en su cama y
en su habitación, Deamon Spade se había ido – Mierda – no pudo evitar soltar, su guardián de la niebla siempre
hacia lo mismo, se escapaba apenas llegaba la mañana, a veces incluso antes.
Más de una vez Primo había pensado que el otro simplemente le estaba usando
para su propio placer, pero después recordaba que al fin y al cabo él estaba
haciendo lo mismo, y era en esos momentos que se preguntaba mil cosas.
¿Qué demonios era lo que tenía con
Deamon? ¿Qué clase de relación?
O sea, eran amantes, de eso no quedaba duda
alguna, pero ¿Había amor en todo lo que hacían? ¿Qué sentía Primo por Deamon?
¿Qué sentía Deamon por Primo? Podían haber dormido juntos, pero en lo que se
refería a emociones, seguían igual de separados.
Los golpes en la puerta le trajeron de
regreso al mundo de la conciencia, no valía la pena comenzar a pensar en todo
esto, por ahora lo mejor era ver el lado positivo, no tendría que explicarle
nada a su pelirrojo amigo y mano derecha, lo cual significaba menos problemas
para él y para Deamon, por lo menos por ahora.
-
¡Pasa! – exclamó lo
suficientemente alto como para que G escuchara del otro lado de la puerta.
-
¿Por qué tardaste tanto?
– inquirió
el pelirrojo enarcando una ceja y mirando a Primo.
-
Estaba durmiendo
cómodamente, no quería despertar – le respondió con una seudo mentira,
seudo verdad.
-
Lo siento – se disculpó el más alto
no sonando del todo preocupado por haber perturbado el sueño del rubio.
-
¿Sucedió algo?
-
De hecho si, Lampo trae
información que quizás te interese escuchar – le dijo G apoyándose en una de las
paredes cerca de la puerta.
-
¿Lampo? ¿Información?
¿Acerca de qué? – inquirió
el rubio tomando entera atención a lo que el otro podría decirle ahora.
-
Para eso tendrás que
levantarte – le
respondió el pelirrojo con una sonrisa de medio lado.
-
Está bien, está bien – Primo se colocó de pie y
se acerco a su ropero, de donde sacó algo de ropa, G notando que el rubio ahora
estaba preocupado de levantarse y arreglarse tomó la decisión de salir de la
habitación para así darle algo de privacidad al otro, justamente cuando le
había dado la espalda a su amigo para así abrir la puerta, la voz de Primo le
detuvo - ¿Qué es eso? – antes de que
el pelirrojo pudiese siquiera preguntar a que se refería, pudo sentir un dedo
tocar un lugar en su cuello, un lugar que su camisa no lograba cubrir del todo,
abrió sus ojos en sorpresa, sabiendo de inmediato que era lo que estaba
preguntando.
El rubio achicó la mirada al notar que
su guardián y amigo se tensaba y no respondía a su pregunta, y aquello que su
camisa no había cubierto era nada mas y nada menos que un chupón. Giotto enarcó
una ceja ante todo esto, su pelirrojo amigo se estaba acostando con alguien, y
no se lo había dicho.
-
No tardes – fueron las escuetas
palabras de G antes de salir de la habitación, dejando al jefe Vongola con la
incógnita en la cabeza. G no era de la clase personas que simplemente se
acostaba con cualquiera, así que aquí algo raro había.
G se alejó de la habitación de Giotto
a paso rápido, estaba nervioso, en el momento que había sentido el dedo del
rubio sobre aquella marca rojiza que había dejado Ugetsu la noche anterior, se
había sentido acorralado ¿Sospecharía algo?
-
Por supuesto que si – se reprendió a si mismo
en un susurro. Ahora la verdadera pregunta iba a si Giotto insistiría en saber
con quién estaba durmiendo, lo quisiera o no, si es que el rubio insistía o no
era solo cosa de tiempo, igualmente no tomaría mucho para que su amigo uniera
los cabos y se diera cuenta que había solo una razón por la cual G no quería
decirle con quien estaba durmiendo, y esa era porque se trataba de alguien de
la familia, de otro guardián.
-
¡G! – Escuchó que alguien le
llamaba, al voltearse se encontró con Knuckles, el guardián del sol venia como
de costumbre ataviado en su largo traje negro. El pelirrojo se detuvo para que
así el otro guardián le alcanzara, cuando este al fin estuvo a su lado no pudo
evitar notar el semblante serio y preocupado en el que era la mano derecha del
jefe Vongola - ¿Sucedió algo? – realmente
debiera ser evidente su preocupación, como para que Knuckles la notara de
inmediato.
-
Pensando en algunas cosas
– le
respondió el pelirrojo sin mentirle.
-
No hay de que preocuparse
– soltó
el castaño con una risita, G no pudo evitar pensar que le gustaría ser como
Knuckles, tan despreocupado del mundo, simple y feliz.
-
Eso espero – susurró G como quien no
quiere la cosa, mientras entraba en la oficina de Primo a verificar si Lampo
seguía allí, lo cual para su suerte era así. El guardián del trueno se
encontraba sentado en uno de los sofás de la oficina.
-
¿Y Primo? – inquirió el guardián de
cabello verde.
-
Viene enseguida – le respondió el pelirrojo
el pelirrojo apoyándose en una de las paredes cercanas.
-
¿Quién mas viene? – preguntó el guardián del
sol, el cual había entrado después del pelirrojo.
-
Alaudi, Ugetsu y Spade
tenían otras cosas que hacer, ellos serán informados después – dijo G pasando la mirada
de Lampo a Knuckles y viceversa.
La puerta de la oficina se abrió y por
esta entro el rubio jefe Vongola, con su semblante serio pasó la mirada por los
presentes.
-
Buenos días – saludo a todos con un
movimiento de cabeza, para luego sentarse detrás de su escritorio, sabiendo que
los tres guardianes presentes le seguían con la mirada.
-
Buenos días – fue la respuesta de
Knuckles y Lampo.
-
¿Dónde están los otros? –
inquirió
Primo cruzándose de brazos sobre la lisa superficie de su escritorio de caoba y
mirando con atención a G.
-
Tenían otras cosas que
hacer – le
respondió Knuckles en su lugar
-
Bueno, comencemos
entonces – dijo
- ¿Qué tienes que contarme Lampo?
-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-
Giotto se encontraba en su habitación,
de pie frente a un espejo de cuerpo completo, terminando de arreglar el traje
negro que impecablemente llevaba puesto, su capa, eterna compañera descansaba
sobre su cama a la espera. Su reflejo se veía como siempre, perfecto, sin el
mas mínimo detalle descuidado, pero el rubio se sentía lejos de perfecto, estas
últimas semanas algo dentro de él le oprimía, un algo que no terminaba de
comprender, o siquiera vislumbrar, su intuición le decía que algo malo se
acercaba, algo inminente e imparable, ¿Pero qué?
El rubio jefe Vongola soltó un largo
suspiro y clavó sus ojos anaranjados en su reflejo, ya tenía 23 años, su
familia era la más poderosa en Italia, y a nivel mundial comenzaba a ganar su
lugar, siendo reconocida por su desarrollo armamentista y tecnológico, eso y
sin olvidar el poder por el cual era reconocida, Giotto sonrió con cierta
nostalgia, había tomado mucho esfuerzo, mucho dolor, lagrimas y sangre para
crear esta familia y hacerla crecer, ver el resultado de esto era simplemente
un sueño cumplido.
Pero Giotto sabía que ahora ya no
podía simplemente recordar el pasado y pensar en el presente, debía ahora
asegurar el futuro de todos en su familia, porque por más que lo deseara, no
estaría para siempre a la cabeza, en algún momento llegaría su final, por lo
cual debía asegurarse que sucediera lo que sucediera sus guardianes, su familia
continuaran su legado, sus preocupaciones ahora eran aun mayores, sus deberes
eran importantes, la gente esperaba cosas de él, cosas que el no estaba muy
seguro de poder llevar a cabo.
-
Por eso los aliados son importantes
– soltó
en un susurro para sí, para recordarse porque es que hacia todo esto, porque es
que se requebraba la cabeza pensando en mil y un formas de encontrarle una
solución a su problema.
-
Los lazos son los
importantes – escuchó
una voz más que conocida. Tras la voz pudo sentir un par de brazos envolviendo
su cintura por la espalda. Sabía perfectamente de quien se trataba, y toda esta
situación solo le hizo soltar un suspiro cansado y cerrar sus ojos anaranjados
¿Es que no entendía que con todo esto solo hacia las cosas más complicadas de
lo que ya eran?
-
Ahora no Deamon – dijo con cierto cansancio
en la voz, intentando soltarse del agarre, pero el otro le sujetó con más
firmeza, no dejándole liberarse de su abrazo.
-
¿No? – inquirió con cierto tono
divertido en la voz, Primo se removió un poco más para luego detenerse por
completo.
-
Suéltame, tengo cosas que
hacer – finalmente
Deamon le soltó, el rubio se volteó para ver fijamente a los ojos de su
guardián – Deja de hacer esto.
-
¿Hacer qué? – soltó el más alto
alejándose unos pasos y cruzándose de brazos, por primera vez su rostro estaba
completamente serio, había notado en la voz de Primo que todo esto realmente
era importante.
-
¡Esto! – exclamó enojado - ¡Intentar detenerme! ¡Intentar hacerlo sin decirme
nada! ¡Siempre lo haces! – le gritó, su voz y sus gestos estaban cargados
de frustración ¿Cuántas veces Deamon había detenido una alianza por el hecho de
que esta podría llevar a un matrimonio arreglado de parte de Primo?
Las propuestas matrimoniales se habían
hecho cada vez más comunes, cada vez mas aliados buscaban unirse a la familia
Vongola a través de un matrimonio con el jefe, Primo se había negado a todas
hasta ahora, pero el rubio sabía que no podía darse el lujo de no tener un
heredero, Deamon también sabía eso, pero simplemente no permitirá que nadie
tuviese lo que a él le pertenecía. Nadie podía tocar a Primo, solo él.
-
¡¿Y qué quieres que te
diga?! – le
devolvió Spade con enfado, no dejaría que nadie le alejara de Primo, no ahora
que era suyo.
-
¡¡Algo!! ¡¡Lo que sea!! –
le gritó
el rubio con los ojos brillando por las lagrimas que jamás derramaría por
Deamon.
-
Yo…
-
¿Deamon?
-
Lo siento – susurró el guardián
saliendo de la habitación a paso rápido, dejando al rubio con los puños
apretados intentando con toda su alma no soltar un grito de frustración, sin
previo aviso golpeó el espejo y este se hizo mil pedazos bajo la fuerza del
impacto, los cristales cayeron al suelo, unos pocos se clavaron en su mano, el
suelo se manchó de sangre.
-
Primo ¿Estás listo? – inquirió una voz del otro
lado de la puerta, antes de que el rubio pudiese decir o hacer algo mas, la
puerta de su habitación se abrió y por esta entró Ugetsu vestido impecablemente
con un traje negro - ¡Por Kami sama
Primo! ¿Qué paso? – exclamó al ver la sangre en la mano del rubio y el
espejo roto.
-
Solo un accidente – fue la escueta respuesta
de parte del jefe Vongola, ante esto el japonés enarcó una ceja, algo había
aquí, pero no terminaba de verl.
-
Está bien, si tu lo dices
Primo – susurró
adentrándose en el baño y trayendo consigo algunas cosas para desinfectar y
vendar la mano del rubio – Veamos eso.
Primo se sentó en el borde de su cama,
mientras que Ugetsu se sentó a su lado, en cuestión de pocos minutos dejó la
mano del rubio, impecablemente vendado.
-
Después puedes pedirle a
Knuckles que la cure por completo – le dijo Ugetsu poniéndose de pie – Vamos, los otros deben estar esperando.
-
Espero que G los tenga
calmados – soltó
Primo intentando recuperar su típico aire optimista, pero no lográndolo del
todo, Deamon y sus acciones le habían dejado algo descolocado.
-
Todo es su culpa – susurró mientras caminaba
por el pasillo. Si es que Ugetsu le escuchó, no dijo nada para demostrarlo.
En el vestíbulo les esperaban los
otros guardianes, Primo pudo notar que solo faltaban dos de ellos.
-
¿Y Alaudi? – inquirió el rubio a su
mano derecha, el que no pudo evitar notar la mano vendada de Primo, pero
prefiriendo no decir nada al respecto.
-
Se fue antes, dijo que
nos esperaría allá – soltó
el pelirrojo.
-
Vamos entonces – dijo el rubio saliendo de
la mansión y subiendo a un vehículo negro que esperaba afuera, G subió con él,
al igual que Ugetsu, Knuckles y Lampo subieron a otro vehículo.
-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-
Otra alianza hecha, otro asociado
dispuesto a ayudar a la familia, otra proposición matrimonial rechazada por el
jefe Vongola, decir que Giotto era el soltero más codiciado dentro del submundo
de la mafia era decir poco
-
¿Por qué no aceptaste?
Parecía una buena propuesta – le dijo G mientras caminaban hacia la habitación del
rubio.
-
Simplemente no quise.
-
En algún momento vas a
tener que querer – le
dijo el pelirrojo con firmeza – Todos
tenemos deberes que cumplir, expectativas que llenar.
-
Lo sé.
-
¿Lo sabes? – inquirió – La familia necesita un heredero.
-
Lo sé. – y tras eso ambos se
detuvieron frente a la puerta de la habitación de Primo.
-
Hay algo que no me estás
diciendo – soltó
G de repente, justo cuando Giotto abría la puerta de su recamara, el rubio se
quedo petrificado por unos segundos.
-
Tu también – y tras ello se adentró en
su habitación, cerrando la puerta a su espalda.
-
Dios – susurró Giotto quitándose
la capa y la chaqueta, dejándolas sobre una cilla cercana, para luego sentarse
en el borde de su cama, se cubrió el rostro con sus manos.
-
Escuche que no aceptaste
– dijo
una voz entre las sombras, Primo quiso ignorarle, pero a veces era imposible
hacerlo - ¿Por qué? Giotto ¿Por qué la
rechazaste? – preguntó saliendo de una esquina oscura y acercándose a donde
estaba sentado el rubio - ¿Por qué? – después
de todo lo que le había dicho, Spade había pensado que Giotto aceptaría aquella
proposición, entonces ¿Por qué no lo había hecho?
-
Tu y yo somos unos
estúpidos – dijo
el jefe Vongola envolviendo en sus brazos la cintura del más alto, acercándolo,
hundiendo su rostro en el estomago de su guardián, sintiendo su aroma.
-
¿Giotto?
-
Solo por esta noche.
Giotto se colocó de pie y besó a
Deamon, sus labios hambrientos y necesitados de sentir al otro. No importaba
cuantas veces discutieran por lo mismo, no importaba cuantas veces Giotto
pensara terminar con todo esto, no importaba cuantas veces Deamon creyera que
todo esto terminaría, los dos no podían dejar de regresar el uno al otro, se
necesitaban de una manera casi adictiva, a pesar de que no supieran lo que
sentían el uno por el otro, a pesar de que no dijeran que es lo que sentían el
uno por el otro.
Spade supo en ese preciso instante que
algo no estaba del todo bien con el rubio. El guardián de la niebla siempre
había sido capaz de notar esos cambios en el otro, esos detalles que gritaban
que algo estaba fuera de lugar, ¿Cuánto tiempo llevaban juntos? ¿5? ¿6 años?
Mucho tiempo, de eso podía estar seguro.
-
¿Giotto?
-
Por favor, solo por favor
Deamon – suplicó
en un susurro, abrazando al más alto con fuerza.
-
Solo por esta noche – le respondió el más alto
con una sonrisa de medio lado. Si bien podía haber algo fuera de lugar, no
estaba dispuesto a desaprovechar la oportunidad de tener en sus manos el cuerpo
de Giotto una vez más, ya después podría analizar con calma que es lo que
sucedía, después de todo, aun había tiempo.
Y con esto llevo sus manos enguantadas
a los hombros del rubio, sacándole la chaqueta sin mangas que siempre ocupaba
debajo de la otra, sacándole la camina con lentitud y cuidado, con dedicación,
deshaciendo cada botón, dejando al descubierto la piel blanca de Primo, el que
se estremeció al sentir las manos frías de Deamon acariciando su espalda, con
dedicación memorizando cada péquela cicatriz que encontraba en su camino.
-
Solo mío – susurró Deamon
deteniéndose solo un segundo para recostar al rubio en la cama.
-
Solo mío – repitió Primo al momento
que el otro se colocó sobre él, rodeo con sus brazos el cuello de su guardián,
lo que le permitió acceder al cuello de la chaqueta de este, la cual comenzó a
remover con algo de dificultad, quería sentir la piel de su guardián contra la
suya.
-
Mmm~ ¿Complicado? – soltó Deamon con una
risita suave, apoyándose en sus rodillas para así quitarse la chaqueta y luego
la camisa que llevaba debajo, las dos prendas fueron a parar al suelo junto a
la ropa de Primo.
-
Estas tomando mucho
tiempo – rió
Primo con suavidad.
El rubio soltó un suave gemido cuando
finalmente sus pieles se tocaron, cuando sus cuerpos desnudos entraron en
contacto. Sentir a Deamon en su interior igual a como había sido desde hace
años ya, le llenaba de una manera que no tenía mucho que ver con el acto sexual
en si, sino con lo que este significaba para ellos dos, un escape, una noche
completa de libertad solo para ellos, solo de ellos, sintiéndose, tocándose,
diciéndose con sus manos y labios todo lo que nunca dirían en voz alta.
El movimiento se hizo frenético, con
cada embestida, más profundamente, con más fuerza golpeaba el dulce punto en el
interior del rubio, el que se retorcía bajo el cuerpo de su guardián, rodeando
la cintura de Deamon con sus piernas, sintiendo como llegaba mas y mas profundo
en su interior.
-
¡Ah! ¡Deamon! – soltó entre gemidos y
sonidos guturales, su cerebro no podía formar nada más coherente que eso.
-
Hmmm~
Ambos llegaron al clímax juntos tras
unas pocas embestidas mas, el de cabello oscuro cayó rendido a un lado de
Primo, mientras que este último intentaba recuperar el aliento. Por unos
minutos lo único que se escucho fue el sonido de sus respiraciones algo
trabajadas y su vago intento por regularlas.
Deamon volteó y clavó sus ojos en el
rubio, el que para su sorpresa también le estaña mirando.
-
¿Giotto? – antes de que pudiese
moverse o preguntar algo mas, Primo le sonrió de medio lado y con un movimiento
rápido y preciso se sentó sobre Deamon, el que enarcó una ceja ante esto - ¿De nuevo?
-
De nuevo, tenemos toda la
noche.
-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-
La mañana había llegado y con ella el
resplandor del sol seguido de cerca por todas las responsabilidades a llevar a
cabo.
G caminaba por el pasillo, su cabello
estaba algo húmedo, reviso el reloj que llevaba en la muñeca.
-
Creo que estamos bien.
Se detuvo frente a la puerta de la
habitación del jefe Vongola, como todas mañanas era su tarea despertarlo para
así comenzar el día.
-
Giotto – llamó una vez para luego
abrir la puerta como siempre lo hacia, pero lo que encontró en el interior de
la recamara no era algo que se viera todos los días.
Allí en la cama descansaba Deamon
Spade y recostado sobre su pecho estaba Primo Vongola, G pasó la mirada de uno
a otro-
-
¡Giotto!
Las cosas acababan de ponerse
complicadas, pero esto, solo era el principio.
Solo el principio.
Fin
capitulo 2.
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