"Sawada Tsunayoshi, era un chico que por donde se le viera era normal, quizás algo bajo para sus 16 años de edad, quizás algo torpe en comparación a sus amigos. Pero toda esa simpleza, esa torpeza era compensada con su cálida personalidad y con su carácter amable, lo que le convertía en una persona extremadamente sociable, siempre rodeado de gente, siempre con sus amigos, entre ellos el peligris y el moreno que ahora le acompañaban."
Ororo.
“Blood in the shadows”
Capitulo 2: “Cuando cae la noche”
Tras
salir del instituto habían decidido ir a divertirse, a comer algo al centro
comercial, quizás ir al cine, disfrutar de un momento juntos, Tsuna disfrutaba
de estas cosas simples, de escuchar a sus dos mejores amigos discutir como si
fueran un matrimonio, de ver películas y luego criticar cada detalle.
Pero algo
no le dejaba tranquilo, hace tan solo unas horas atrás, a la salida del
instituto, había jurado ver a alguien, un alguien que le había estado
observando atentamente, fijamente, pero al mirar otra vez, no había encontrado
a nadie ¿Había sido solo una ilusión? ¿O había realmente visto a alguien
mirándole? Frunció el ceño y se llevo su refresco a la boca, disfrutando del
frío liquido acariciando su garganta.
-
¿Sucede algo Tsuna? – escuchó que uno de sus amigos
le preguntaba.
-
No nada, solo estaba pensado – le
respondió al moreno. Yamamoto, jugador numero uno de beisball, simpático,
alegre y bastante simple.
-
¿Y tu Gokudera?
-
No me molestes – el castaño rió ante la respuesta de su otro amigo,
el peligris. Gokudera, uno de los mejores estudiantes de toda la escuela, de
temperamento agresivo y explosivo, pero a pesar de todo con una profunda
amabilidad.
-
No te pongas así – le dijo el moreno con una sonrisa.
-
Arg – Tsuna pudo ver como Gokudera desviaba la mirada y
murmura ciertas cosas en otro idioma. Era realmente divertido ver a sus dos
amigos discutiendo.
-
¿Y que hacemos ahora? – inquirió el castaño
pasando la mirada de uno a otro.
-
No lo se ¿Se te ocurre algo? – le
pregunto Yamamoto.
-
¿Podríamos tomas unos helados? – soltó a
modo de sugerencia, mirando a sus dos amigos.
-
A mi me parece una buena idea – dijo el
peligris.
-
Entonces vamos.
Al
parecer su día aun no terminaba, después de todo, el reloj que llevaba en su
muñeca recién marcaba las seis de la tarde, el centro comercial no cerraría
hasta dentro de unas cuantas horas, aun quedaba tiempo para divertirse, y
estaba dispuesto a disfrutarlo.
Sawada
Tsunayoshi, era un chico que por donde se le viera era normal, quizás algo bajo
para sus 16 años de edad, quizás algo torpe en comparación a sus amigos. Pero
toda esa simpleza, esa torpeza era compensada con su cálida personalidad y con
su carácter amable, lo que le convertía en una persona extremadamente sociable,
siempre rodeado de gente, siempre con sus amigos, entre ellos el peligris y el
moreno que ahora le acompañaban. Algo en Tsunayoshi, en Tsuna le hacía
atrayente, le hacía siempre estar rodeado de gente, de personas dispuestas a
compartir con él, algo en su cálida simpleza podía sacar sonrisas a cualquiera.
Tsuna
pasó la mirada por sus dos amigos que le estaban acompañando, pasando por las
vitrinas del centro comercial, escuchándoles pelear, el castaño sonrió
ampliamente, si de algo podía estar seguro Tsuna, es que tenía buenos amigos a
su lado, amigos que nunca le dejarían solo, que siempre estarían con él.
Si había
algo a lo que le temía, era a la
soledad.
Y cada
vez que esa palabra, ese concepto llegaba a su cabeza, no podía evitar recordar
aquella historia, aquel viejo cuento que había pasado de generación en
generación en su familia, un cuento que cada vez que escuchaba le estremecía
por dentro, le hacía sonreír y llorar a la vez.
La soledad tenía un nuevo significado cuando
escuchaba esa historia.
Tsuna sabía
que esa historia era solo un cuento, una leyenda que gustaban compartir cada
tanto tiempo y que en la práctica no tenia mayor valor o relevancia, pero muy
en el fondo, el castaño sabia de que había una razón de porque, aun hoy, esta
historia siguiera contándose.
Tsuna no
podía evitar pensar que todo este cuento, quizás no era tan cuento como su
familia quería creer, quizás y solo quizás algo esa historia fuese real,
después de todo.
Sawada
Ieyatsu o más bien Giotto Vongola, había existido, hace mucho tiempo atrás, y
si él era real ¿Quién podría decir que
el otro no lo fuera?
La
historia decía así…
Giotto
Vongola, de tan solo 15 años, paseando por los terrenos de los cuales era dueña
su familia acabo perdiéndose en lo profundo de un oscuro bosque. En lo profundo
de este bosque el joven encontró algo más que oscuridad…
Encontró aquello que vive en la oscuridad.
En aquel
bosque Giotto conoció a un joven. Un joven de gran atractivo, con un pasado tan
oscuro y misterioso como la misma noche, un hombre que no parecía mucho mayor
que el mismo Vongola, el que con suave palabras de ayuda le había regresado a
su hogar sin rasguño alguno, el que con una sonrisa a modo de despedida le
había robado el corazón.
Giotto no
pudo olvidarlo, y mas de una vez se arriesgo a adentrarse en lo profundo del
bosque solo para poder encontrar nuevamente a aquel misterioso hombre, pero fue
este quien vino en su busca una noche de luna.
Apareciendo
en el balcón de la habitación de Giotto, esperándole del otro lado de la
ventana, con aquella misteriosa sonrisa, con más de una promesa.
Las
visitas se hicieron frecuentes, las palabras cada vez menos necesarias para
expresar como se sentían o lo que querían decirse el uno al otro.
Giotto no era el único que estaba enamorado.
Más de
una vez la promesa de estar juntos salió de los labios de ambos, pero Giotto
sabía que había algo en todo esto que no estaba del todo bien, algo estaba
fuera de lugar, pero no podía decir con seguridad que es lo que era.
Querían vivir la eternidad juntos.
Pero…aquella
promesa nunca llegó a cumplirse, el misterioso hombre tuvo que irse, prometió
regresar, que no seria mucho el tiempo que estarían separados, que cuando
regresara se irían juntos, que estarían juntos para siempre.
Giotto
murió antes de que el otro regresara, dejando tras de si una promesa
incompleta.
Cuando al
fin regresó, aquel joven busco respuestas, pero nadie nunca pudo decirle nada.
Y es
aquí, donde la historia toma muchos rumbos.
Algunos
dicen que enloqueció de tristeza. Otros que busco formas de traer de regreso a
Giotto, pero nunca pudo lograr nada, con el tiempo simplemente desapareció.
Solo nuevamente en lo profundo del bosque.
Esa
historia, siempre removía algo en el interior de Tsuna
¿Alguien
realmente podía enloquecer de amor? ¿Realmente se podía amar tanto a alguien?
La
historia era hermosa, pero triste, fuese real o fantasía a Tsuna le gustaba
creer que el amor era así de fuerte, que podía causar todas esas cosas y que
quizás, solo quizás el destino daba segundas oportunidades cuando las promesas
quedaban inconclusas, eso le daba razones para seguir sonriendo y pensar que
quizás Giotto en alguna parte podría encontrar la felicidad que había logrado
disfrutar durante poco tiempo, y que tal vez ahora podría estar junto a esa
persona para siempre.
-
¿Por qué sonríes Tsuna? -escuchó que le preguntaba Yamamoto.
-
Recordaba una historia – le respondió mirando a su
amigo
-
Tendrás que compartirla en algún momento amigo.
-
Por supuesto, por supuesto. – el
silencio les rodeo por unos minutos hasta que Gokudera pareció recordar algo de
pronto.
-
¿No se va a llevar a cabo la fiesta Vongola este fin de semana? – inquirió mirando a Tsuna y luego a Yamamoto.
-
Ahora que lo dices…- el moreno se cruzo de
brazos – ¡Tienes toda la razón!
-
¡Oh demonios! ¡Lo había olvidado! – exclamó
el castaño recordando la fiesta anual que llevaba acabo su familia en
conmemoración al primer gran empresario Vongola.
¡Oh la ironía!
Giotto
Vongola.
-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-
-
Nos vemos mañana – se despidió Yamamoto.
-
Nos vemos – le respondió Tsuna, Gokudera a su lado le
acompañaba en el trayecto a su casa, por suerte ambos vivían relativamente
cerca, así que una vez que el castaño dejara a su amigo solo tendría que
caminar unas pocas cuadras hasta su propio hogar.
-
¿Seguro que no quiere que le acompañe Décimo?
-
Estoy completamente seguro – le
respondió Tsuna sonriéndole ampliamente.
-
Esta bien. – se detuvieron frente a la casa del peligris, en
donde el castaño se despidió para así seguir su camino, el sol ya se había
ocultado y el cielo cada vez se ponía mas oscuro, para cuando llegara a su casa
las estrellas estarían comenzando a salpicar el cielo.
Había
sido una tarde divertida, conversando de cosas, recordando otras tantas,
aquella historia, por alguna extraña razón desde lo sucedido a la salida del
instituto no había podido dejar de pensar en Giotto, en su historia, en su
misterioso amante. Quizás era porque quedaba poco para la celebración anual de
la familia, o quizás porque hace poco había escuchado la historia nuevamente,
pero sin saber bien el porque no había podido dejar de pensar en todo eso, lo
cual no tenia sentido, no ahora, después de tanto tiempo.
-
¡No! – escuchó una voz amortiguada, una voz femenina,
Tsuna busco con la mirada por los alrededores, sintiendo solo un poco de miedo
abriéndose camino en su pecho. No había nada que temer se dijo a si mismo, no
cuando conocía este camino de memoria y lo había recorrido toda su vida.
-
Shh~ - Si, realmente había escuchado algo. Alguien estaba
oculto en alguna parte, y ese alguien, no estaba solo, porque lo que acababa de
escuchar no sonaba para nada como la mujer.
-
¿Hay alguien allí? – soltó al aire, sin poder ver bien en algunas
parte, los postes de luz de iluminaron de un segundo a otro ¿En que momento se
había oscurecido?
La
repentina luz le permitió ver algo que no había visto antes, cerca de el, a tan
solo unos metros, a la entrada de un callejón un hombre tenia envuelta a una
mujer en lo que parecía ser un pasional abrazo, Tsuna desvió la mirada ante
esto y comenzó a caminar a paso veloz, no tenia nada que ver allí, era solo una
pareja compartiendo un beso en la oscuridad, nada que no fuese normal en ello.
A pesar
de ello, Tsuna no pudo evitar sentir un escalofrío recorrer su espalda al
comenzar a alejarse de los otros dos.
Había doblado
en una esquina cuando escucho una voz suave y varonil que le detuvo.
-
Disculpa – Tsuna se volteó, encontrándose con el hombre que
hasta segundos atrás había estado con aquella mujer.
-
¿Si? – soltó con algo de duda. El hombre era alto de
cabello oscuro y largo, de peculiares ojos bicolor y de sonrisa misteriosa,
algo en el parecía no encajar del todo dentro de la cabeza de Tsuna ¿Dónde
había visto a este hombre antes?
-
Creo que esto es tuyo – dijo entregándole un papel,
el castaño lo reconoció de inmediato, era el resumen de un reporte que Gokudera
había hecho para el, para ayudarle a estudiar para el inminente examen.
-
¡Oh! Gracias – le
respondió tomando el papel y guardándolo de inmediato en su bolsillo.
-
De nada – el hombre sonrió, y Tsuna no pudo evitar notar una
pequeña mancha roja en la comisura de su labio. ¿lápiz labial?
Y tras
eso el hombre de alejó dejando al castaño con una intriga mas en la cabeza,
estaba casi seguro que lo había visto en alguna parte antes ¿Pero en donde?
Retomó su
camino y no fue hasta que estaba entrando en su hogar que la respuesta le
golpeo de lleno en el rostro.
-
¡En el instituto! – lo había visto allí, ¡¡No
había sido una ilusión!! Había sido real, había estado allí, lo había visto.
Tsuna se
sintió satisfecho consigo mismo por haber logrado obtener una respuesta a una
gran interrogante, y con ello podría descansar en paz.
Solo
hasta que otra gran duda le asaltara la cabeza.
¿Qué
posibilidades existían para que se encontraran de nuevo el mismo día?
El
castaño no pudo evitar pensar que pocas.
Muy
pocas.
-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-
-
Veo que has regresado.
-
No me molestes Squalo.
-
Solo decía.
Y tras
eso el albino vio al otro subir las escaleras rumbo a su habitación, a la que
supo que había llegado cuando escuchó el portazo resonar por todo el pasillo.
Squalo no puede evitar pensar que Mukuro parecía actuar como un adolescente,
fue con ese ultimo pensamiento que algo pareció hacer click dentro de su cabeza
¿Por qué Mukuro estaba actuando así? Había regresado hace tan solo un mes y
pareciera que el menor de los dos no tenia descanso, apenas se ocultaba el sol
vagaba por las calles de la ciudad, el albino no tenia idea de adonde iba ni
porque, pero algo en su actuar se le hacia extraño.
Varias
veces le había preguntado si se estaba alimentando bien, a pesar de que la
preocupación era realmente innecesaria, criaturas tan viejas como ellos podían
pasar una gran cantidad de tiempo sin beber si quiera una gota de sangre
humana, pero eso no quitaba el hecho de que algo en el actuar errático de
Mukuro le parecía extraño.
Al albino
soltó un largo suspiro, y se encaminó a su habitación, no tenía ganas de hacer
nada, mucho menos de malgastar su tiempo en pensamientos relacionados con
Mukuro, el sol estaba por salir, lo que significaba que era hora de descansar.
Una vez
en su cuarto, con las pesadas cortinas cerradas, dándole una completa oscuridad
al lugar, el albino se deshizo de su ropa hasta quedar solo con unos pantalones
holgados puestos, para luego adentrarse en su cama, quien dijo que los vampiros
dormían solo en ataúdes estaba bastante equivocado, los ataúdes eran solo una
opción en situaciones que realmente lo ameritaban, las camas eran apreciadas
para dormir, y bueno…para otras cosas.
Cerró sus
ojos y dejó que su mundo fuese absorbido y cobijado por Morfeo.
Otra vez
soñaba con lo mismo ¿Cuánto mas tendría que torturarse a si mismo? ¿Cuánto mas
su subconsciente le haría este daño? No valía la pena lamentarse por cosas que
habían sucedido hace tanto tiempo atrás, pero al parecer su cabeza no estaba
muy de acuerdo, o por lo menos el lado de su mente que parecía querer
torturarlo con la repetición de esos recuerdos, de esos sueños.
Squalo se
removió en la cama pero no despertó, nunca despertaba, dormía hasta que el
sueño terminara, exactamente en el mismo lugar, en el mismo momento.
¿Qué
demonios había hecho para merecer todo esto?
Corría
por el bosque, estaba herido, podía sentir como la sangre se derramaba por la
herida en su hombro, no podría seguir mucho tiempo así, si no hacia algo para
detener la sangre, para tratar la herida, perdería la conciencia y el sol le
atraparía, o peor aun…
Ellos lo harían.
Había
hecho todo para pasar desapercibido, incluso había logrado teñir su cabello
oscuro para poder pasar sin mayores problemas, pero justamente tenia que
llover, justamente tenia que caer su capucha y dejar al descubierto su cabello
plateado.
Era sabido que solo criaturas poseían tal color de
cabello. Solo demonios podían tener la luna reflejada de aquella manera.
No era su
culpa ser albino, nunca lo había sido, incluso cuando había sido humano su
cabello había sido así, no había manera de cambiarlo, pero estas personas,
estos aldeanos le vieron y sintieron la amenaza, casi como si supieran con exactitud
que no se trataba de un ser humano.
No sabían que era un vampiro, pero solo hecho de
parecer un demonio bastaba para que fuese una amenaza para todos.
Le
emboscaron, una bala había atravesado por completo su hombro, había logrado
zafarse de las cuerdas con las que habían querido contenerle, había logrado
escapar por muy poco, solo un poco mas lento y le hubiesen cortado la cabeza.
Y eso si que le hubiese matado.
Era
inmune al sol y a todas esas cosas que normalmente la gente intentaba usar en
contra de los demonios, era una criatura antigua, esas cosas no le afectarían
jamás.
Pero las
herida letales, eran otra cosa.
Si no se
alimentaba, si no trataba las heridas, podía perder tal cantidad de sangre que
caería inconciente, y al hacerlo seria presa fácil para cualquier persona que
lo considerada una amenaza.
Y ellos,
los humanos, podrían matarle.
Ya no
podía correr mas, el dolor era demasiado para su cuerpo, había resistido
bastante, les había perdido de vista, ya no escuchaba los pasos en la lejanía.
Se detuvo, se dejó caer a los pies de un enorme árbol, su respiración estaba
trabajada y su visión cada vez más borrosa, perdería la conciencia en poco
tiempo.
Su destino estaba sellado.
-
No deberías estar aquí – escuchó una voz, ¿Tan débil
estaba que ni siquiera se había percatado de la presencia de alguien mas?
-
¡Vete! – exclamó a todo lo que su voz podía a estas alturas,
lo que no era mucho tomando en cuenta su situación.
-
No pareces estar muy bien.
-
Ahora eres adivino - ¿Quién demonios estaba allí
queriendo hacerle sentir aun mas patético? - ¿Quién eres? - espetó con
furia - ¿Otro mas que quiere matarme?
¡Vamos hazlo! No tengo fuerzas para pelear – le dijo, cada vez estaba mas
cansado, cada vez podía ver menos. Pudo escuchar pasos, pasos que se acercaban
a el. Y así es como llegaba su final.
-
¿Matarte? ¿Por qué
querría matarte? – la voz sonaba ahora mucho mas cerca, casi podía sentir
la calidez del cuerpo humano cerca suyo, pero ahora que escuchaba con mas
atención, la voz era masculina, pero no sonaba como la de un adulto.
-
Vete de aquí – intentó mover su brazo para alejar a quien sea que
estaba arrodillado cerca de el, solo para terminar con su muñeca firmemente
sujeta por una mano calida.
-
Estas herido.
-
No me digas, no me había percatado de ello – soltó con sarcasmo, pudo sentir unos dedos calidos tocando la piel
herida de su hombro -¡Ah! – los dedos
se alejaron de inmediato.
-
Parece ser grave
-
Solo, déjame aquí, vete – su vista
era un caos, la oscuridad no le permitía ver con claridad que demonios pasaba,
lo ultimo que vio antes de perder la conciencia fue un brillante par de ojos
rojos mirándole fijamente con determinación.
Squalo
despertó sobresaltado, otra vez el mismo sueño, otra vez el dolor de aquella
herida, la preocupación de aquel extraño, y por supuesto…
Aquellos ojos rojos.
Se sentó
en la cama y se pasó una mano por el largo cabello que caía como cascada de
plata por sus hombros pálidos para ir a parar a las sabanas de su cama. Otra
vez con lo mismo, soltó un largo suspiro para luego ponerse de pie, se acercó a
la ventana de su habitación, solo para comprobar que el sol aun resplandecía en
el exterior, lo más probable es que no había dormido demasiado tiempo, quizás
solo un par de horas.
Debía
intentar conciliar el sueño, por lo menos intentarlo, aunque Squalo estaba mas
que seguro de que si lograba dormir nuevamente, su cabeza le remontaría
nuevamente al pasado, le mostraría otra vez esos recuerdos, esas manos calidas
sanando su cuerpo herido, esos ojos rojos mirándole con determinación.
Renegándose
a su destino ya sellado, el albino regreso a su cama, no quería cerrar sus
ojos, no quería dormir y ver otra vez esos ojos. Pero al parecer su cabeza
tenia absolutamente otros planes para el, así que sin poder hacer nada mas cayó
rendido en las redes de Morfeo nuevamente.
Esta vez
no corría, no como en el sueño anterior.
Este era
otro recuerdo, no sabia porque, pero temía que era peor que el anterior, algo
en su interior se lo decía, no le gustaba el camino que estaba tomando todo
esto.
Podía
sentir nuevamente aquella emoción, ese sentimiento de felicidad, de alegría que
hace mucho tiempo no sentía, que solo había sentido en aquel momento. Los
árboles a su alrededor se hicieron mas densos, las grandes, cubriendo el cielo
sobre su cabeza, sumergiéndole en una oscuridad aun mas absoluta, oscuridad que
no era obstaculo para el, se paso una mano por su cabello.
Había
olvidado lo que se sentía tener el cabello así de corto.
Se detuvo
al escuchar pasos, al parecer había llegado justo a tiempo, sonrió de manera
nerviosa. ¿Hace cuanto tiempo que no se sentía así? ¿Hace cuanto tiempo que no
estaba aquí? ¿Que no le veía a él?
-
¿Nadie te vio? – preguntó el albino a la silueta encapuchada que se
había detenido frente a el.
-
Nadie – le respondió de manera seca - Esta no es la primera vez que hago esto Squalo, deberías dejar de ser
tan paranoico. – le dijo como queriendo quitarle importancia al asunto.
-
Tengo mis razones para serlo. – Squalo le
miró cruzándose de brazos, enfadado por lo que había dicho.
-
Lo se, lo se – el encapuchado se deshizo de su capa, dejándola
caer aun lado. No parecía tener mas de 18 años, aunque en la practica, Squalo
no parecía mayor que eso, de cabello negro lacio y desordenado, y con un
llamativo par de ojos rojos que miraban detenidamente al albino de pies a
cabeza. - ¿Te he dicho que me encanta tu
cabello? – soltó de la nada.
-
Si, muchas veces – le dijo el albino
acercándose al otro, el moreno era mas alto, solo un poco mas alto, era curioso
como el joven humano se veía mayor que el mismo Squalo, pero era solo un truco
de su juventud eterna, tomaría años para poder alcanzar un cuerpo adulto, su
desarrollo como vampiro aun tenia mucho camino por andar.
-
Deberías dejarlo crecer, me encantaría verte con el cabello largo, muy
largo ¿Te había dicho eso?
-
Si, también me lo había dicho – el moreno
rió.
-
Solo decía, en caso de que lo hubieses olvidado.
-
No puedo quedarme mucho tiempo – dijo el
albino desviando la mirada.
-
Nunca puedes quedarte mucho tiempo – le
respondió el otro acariciando su rostro – Pero
yo se porque tiene que ser así, estas en peligro, no puedes quedarte mucho
tiempo.
-
Siempre estaré en peligro, quizás no debería haber regresado, podría
ponerte a ti en peligro – soltó Squalo algo nervioso.
-
El peligro no me importa mientras pueda estar contigo.
-
Es que no lo entiendes, es cosa de tiempo para que me encuentren, y si
te ven conmigo…- se detuvo, clavando sus ojos claros en los rojos
del otro – pensarán que eres uno de los
míos.
-
Squalo. – dijo casi en un susurro.
-
No intentes contradecirme, tú sabes que lo que digo es verdad. – le dijo sin dejar de mirarle. Cada vez se volvía más difícil, cada vez
más complicado el encontrarse.
-
Se que es verdad, pero no te preocupes.
-
¿¡Como quieres que no me preocupe!? El solo estar aquí, los dos solos es
un peligro para ambos. – exclamó preocupado, nervioso.
-
No nos encontraran, lo prometo.
-
Esta bien.
¡Oh!
Squalo recordaba esa noche con claridad, la recordaba como si solo hubiese sido
ayer y no hace unos cuantos cientos de años atrás.
Después
de eso el sueño se transformó en aquella horrible pesadilla. Aquella pesadilla
que se sabia de memoria, aquella que le atormentaba cada vez que…
No…no
valía la pena pensar en eso, no valía la pena intentar cambiar algo, el sueño,
la pesadilla seguiría su curso, como siempre lo hacia, como siempre lo había
hecho en todo este tiempo.
Sin poder
hacer nada, Squalo repitió la historia.
Aquella
noche les emboscaron, sin saberlo no habían seguido al moreno, le habían
seguido a él ¡A él! Todo era su culpa, si tan solo hubiese tenido mas cuidado.
A duras
penas logró escapar, estaba herido, muy herido, pero eso no era nada comparado
al otro, el humano por el que había arriesgado todo, incluso sus propias
emociones estaba a su lado, con la
respiración trabajada y con una herida en su cuerpo que no paraba de sangrar.
El moreno no sobreviviría, de eso estaba más que seguro.
Los ojos
claros de Squalo se llenaron de lagrimas que no derramaría, no aun, esto no
podía estar pasando ¡No podía estar pasando!
-
Squalo…- soltó el moreno en un susurro.
-
No, no hables, estas demasiado herido, guarda tus energías. – le dijo el albino acomodando al otro sobre su regazo, con cuidado de no
empeorar su estado.
-
Squalo, tu igual estas herido – le dijo
señalando la herida en su brazo.
-
Esto no es nada.
-
Tú y yo sabemos que estas mintiendo Squalo. – el albino guardo silencio, sintiendo como su corazón se oprimía con
fuerza.
-
No digas nada, por favor, no digas nada – Squalo
pudo ver como el moreno dibujaba una débil sonrisa en sus labios, ¿Por qué su
piel ahora se veían mas pálida?
-
Lo mas probable es que no sobreviva Squalo – comenzó a hablar, su respiración sonaba trabajada – Debes escapar, no regreses, vete de aquí.
-
¡No! – movió la cabeza negativamente, no quería, no le dejaría
solo.
-
No te estoy pidiendo que me dejes morir Squalo – le dijo sin dejar de sonreír – Lo
que te estoy pidiendo es que sobrevivas – el albino le miró enarcando una
ceja ¿A que se refería? – Bebe de mí y
escapa Squalo.
Aquellas
palabras le dejaron petrificado, casi como si fueran un juego de su cabeza
¿Realmente las había escuchado? ¿Realmente el otro las había dicho?
-
No me lo perdonaría jamás si te quedas aquí para morir a mi lado – le dijo levantando una mano y acariciando el rostro de Squalo, su mano
estaba manchada de sangre – No quiero que
mueras Squalo, porque si mueres no podremos encontrarnos d en nuevo.
-
No… ¡No! ¡No puedo hacer eso! – le dijo
sintiendo como ahora las lagrimas se deslizaban por su rostro, no quería
detenerlas, quizás ni siquiera se había percatado que estaba llorando ¿hace
cuando tiempo que no lloraba? No recordaba del todo cuando tiempo llevaba sin
derramar una lágrima.
-
Squalo, yo no sobreviviré, sin importar cuanto tu lo desees, soy un
simple humano, frágil humano – le dijo – Tu no, tu eres una criatura eterna, tu
podrás encontrarme de nuevo, estoy seguro de que tu podrás.
-
No creo ser capaz…- susurro el albino.
-
Si puedes – le respondió con firmeza – Beberás de mi y me dejaras, escaparas y te esconderás, sobrevivirás y me
buscaras, porque estoy seguro de que naceré de nuevo solo para encontrarte,
solo para estar contigo.
-
Y esta vez no te dejaré ir.
-
Y esta vez no me dejaras ir. – el moreno
sonrió y cerró sus ojos. Squalo sabía que no tenía mucho tiempo.
El albino
se inclino hasta que su rostro tocó el espacio entre el cuello y el hombro del
moreno, sintiendo su aroma, tan calido y humano, tan cargado de aquel olor
metálico característico de la sangre.
-
Te amo Squalo.
Squalo
clavo sus afilados dientes en aquella piel.
Fin capitulo 2.
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