28 de abril de 2013

"Blood in the Shadows" Capitulo 02

Publicado por Ororo
Y aquí dejo el capitulo dos, las cosas comienzan a avanzar y los misterios comienzan a aparecer. Espero disfruten~



"Sawada Tsunayoshi, era un chico que por donde se le viera era normal, quizás algo bajo para sus 16 años de edad, quizás algo torpe en comparación a sus amigos. Pero toda esa simpleza, esa torpeza era compensada con su cálida personalidad y con su carácter amable, lo que le convertía en una persona extremadamente sociable, siempre rodeado de gente, siempre con sus amigos, entre ellos el peligris y el moreno que ahora le acompañaban."


Ororo.




“Blood in the shadows”

Capitulo 2: “Cuando cae la noche”

Tras salir del instituto habían decidido ir a divertirse, a comer algo al centro comercial, quizás ir al cine, disfrutar de un momento juntos, Tsuna disfrutaba de estas cosas simples, de escuchar a sus dos mejores amigos discutir como si fueran un matrimonio, de ver películas y luego criticar cada detalle.

Pero algo no le dejaba tranquilo, hace tan solo unas horas atrás, a la salida del instituto, había jurado ver a alguien, un alguien que le había estado observando atentamente, fijamente, pero al mirar otra vez, no había encontrado a nadie ¿Había sido solo una ilusión? ¿O había realmente visto a alguien mirándole? Frunció el ceño y se llevo su refresco a la boca, disfrutando del frío liquido acariciando su garganta.

-          ¿Sucede algo Tsuna? – escuchó que uno de sus amigos le preguntaba.

-          No nada, solo estaba pensado – le respondió al moreno. Yamamoto, jugador numero uno de beisball, simpático, alegre y bastante simple.

-          ¿Y tu Gokudera?

-          No me molestes – el castaño rió ante la respuesta de su otro amigo, el peligris. Gokudera, uno de los mejores estudiantes de toda la escuela, de temperamento agresivo y explosivo, pero a pesar de todo con una profunda amabilidad.

-          No te pongas así – le dijo el moreno con una sonrisa.

-          Arg – Tsuna pudo ver como Gokudera desviaba la mirada y murmura ciertas cosas en otro idioma. Era realmente divertido ver a sus dos amigos discutiendo.

-          ¿Y que hacemos ahora? – inquirió el castaño pasando la mirada de uno a otro.

-          No lo se ¿Se te ocurre algo? – le pregunto Yamamoto.

-       ¿Podríamos tomas unos helados? – soltó a modo de sugerencia, mirando a sus dos amigos.

-       A mi me parece una buena idea – dijo el peligris.

-       Entonces vamos.

Al parecer su día aun no terminaba, después de todo, el reloj que llevaba en su muñeca recién marcaba las seis de la tarde, el centro comercial no cerraría hasta dentro de unas cuantas horas, aun quedaba tiempo para divertirse, y estaba dispuesto a disfrutarlo.

Sawada Tsunayoshi, era un chico que por donde se le viera era normal, quizás algo bajo para sus 16 años de edad, quizás algo torpe en comparación a sus amigos. Pero toda esa simpleza, esa torpeza era compensada con su cálida personalidad y con su carácter amable, lo que le convertía en una persona extremadamente sociable, siempre rodeado de gente, siempre con sus amigos, entre ellos el peligris y el moreno que ahora le acompañaban. Algo en Tsunayoshi, en Tsuna le hacía atrayente, le hacía siempre estar rodeado de gente, de personas dispuestas a compartir con él, algo en su cálida simpleza podía sacar sonrisas a cualquiera.

Tsuna pasó la mirada por sus dos amigos que le estaban acompañando, pasando por las vitrinas del centro comercial, escuchándoles pelear, el castaño sonrió ampliamente, si de algo podía estar seguro Tsuna, es que tenía buenos amigos a su lado, amigos que nunca le dejarían solo, que siempre estarían con él.

Si había algo a lo que le temía, era a la soledad.

Y cada vez que esa palabra, ese concepto llegaba a su cabeza, no podía evitar recordar aquella historia, aquel viejo cuento que había pasado de generación en generación en su familia, un cuento que cada vez que escuchaba le estremecía por dentro, le hacía sonreír y llorar a la vez.

La soledad tenía un nuevo significado cuando escuchaba esa historia.

Tsuna sabía que esa historia era solo un cuento, una leyenda que gustaban compartir cada tanto tiempo y que en la práctica no tenia mayor valor o relevancia, pero muy en el fondo, el castaño sabia de que había una razón de porque, aun hoy, esta historia siguiera contándose.

Tsuna no podía evitar pensar que todo este cuento, quizás no era tan cuento como su familia quería creer, quizás y solo quizás algo esa historia fuese real, después de todo.

Sawada Ieyatsu o más bien Giotto Vongola, había existido, hace mucho tiempo atrás, y si él era real ¿Quién podría decir que el otro no lo fuera?

La historia decía así…

Giotto Vongola, de tan solo 15 años, paseando por los terrenos de los cuales era dueña su familia acabo perdiéndose en lo profundo de un oscuro bosque. En lo profundo de este bosque el joven encontró algo más que oscuridad…

Encontró aquello que vive en la oscuridad.

En aquel bosque Giotto conoció a un joven. Un joven de gran atractivo, con un pasado tan oscuro y misterioso como la misma noche, un hombre que no parecía mucho mayor que el mismo Vongola, el que con suave palabras de ayuda le había regresado a su hogar sin rasguño alguno, el que con una sonrisa a modo de despedida le había robado el corazón.

Giotto no pudo olvidarlo, y mas de una vez se arriesgo a adentrarse en lo profundo del bosque solo para poder encontrar nuevamente a aquel misterioso hombre, pero fue este quien vino en su busca una noche de luna.

Apareciendo en el balcón de la habitación de Giotto, esperándole del otro lado de la ventana, con aquella misteriosa sonrisa, con más de una promesa.

Las visitas se hicieron frecuentes, las palabras cada vez menos necesarias para expresar como se sentían o lo que querían decirse el uno al otro.

Giotto no era el único que estaba enamorado.

Más de una vez la promesa de estar juntos salió de los labios de ambos, pero Giotto sabía que había algo en todo esto que no estaba del todo bien, algo estaba fuera de lugar, pero no podía decir con seguridad que es lo que era.

Querían vivir la eternidad juntos.

Pero…aquella promesa nunca llegó a cumplirse, el misterioso hombre tuvo que irse, prometió regresar, que no seria mucho el tiempo que estarían separados, que cuando regresara se irían juntos, que estarían juntos para siempre.

Giotto murió antes de que el otro regresara, dejando tras de si una promesa incompleta.

Cuando al fin regresó, aquel joven busco respuestas, pero nadie nunca pudo decirle nada.

Y es aquí, donde la historia toma muchos rumbos.

Algunos dicen que enloqueció de tristeza. Otros que busco formas de traer de regreso a Giotto, pero nunca pudo lograr nada, con el tiempo simplemente desapareció.

Solo nuevamente en lo profundo del bosque.

Esa historia, siempre removía algo en el interior de Tsuna

¿Alguien realmente podía enloquecer de amor? ¿Realmente se podía amar tanto a alguien?

La historia era hermosa, pero triste, fuese real o fantasía a Tsuna le gustaba creer que el amor era así de fuerte, que podía causar todas esas cosas y que quizás, solo quizás el destino daba segundas oportunidades cuando las promesas quedaban inconclusas, eso le daba razones para seguir sonriendo y pensar que quizás Giotto en alguna parte podría encontrar la felicidad que había logrado disfrutar durante poco tiempo, y que tal vez ahora podría estar junto a esa persona para siempre.

-       ¿Por qué sonríes Tsuna?  -escuchó que le preguntaba Yamamoto.

-       Recordaba una historia – le respondió mirando a su amigo

-       Tendrás que compartirla en algún momento amigo.

-       Por supuesto, por supuesto. – el silencio les rodeo por unos minutos hasta que Gokudera pareció recordar algo de pronto.

-       ¿No se va a llevar a cabo la fiesta Vongola este fin de semana? – inquirió mirando a Tsuna y luego a Yamamoto.

-       Ahora que lo dices…- el moreno se cruzo de brazos – ¡Tienes toda la razón!

-       ¡Oh demonios! ¡Lo había olvidado! – exclamó el castaño recordando la fiesta anual que llevaba acabo su familia en conmemoración al primer gran empresario Vongola.

¡Oh la ironía!

Giotto Vongola.

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-       Nos vemos mañana – se despidió Yamamoto.

-       Nos vemos – le respondió Tsuna, Gokudera a su lado le acompañaba en el trayecto a su casa, por suerte ambos vivían relativamente cerca, así que una vez que el castaño dejara a su amigo solo tendría que caminar unas pocas cuadras hasta su propio hogar.

-       ¿Seguro que no quiere que le acompañe Décimo?

-       Estoy completamente seguro – le respondió Tsuna sonriéndole ampliamente.

-       Esta bien. – se detuvieron frente a la casa del peligris, en donde el castaño se despidió para así seguir su camino, el sol ya se había ocultado y el cielo cada vez se ponía mas oscuro, para cuando llegara a su casa las estrellas estarían comenzando a salpicar el cielo.

Había sido una tarde divertida, conversando de cosas, recordando otras tantas, aquella historia, por alguna extraña razón desde lo sucedido a la salida del instituto no había podido dejar de pensar en Giotto, en su historia, en su misterioso amante. Quizás era porque quedaba poco para la celebración anual de la familia, o quizás porque hace poco había escuchado la historia nuevamente, pero sin saber bien el porque no había podido dejar de pensar en todo eso, lo cual no tenia sentido, no ahora, después de tanto tiempo.

-       ¡No! – escuchó una voz amortiguada, una voz femenina, Tsuna busco con la mirada por los alrededores, sintiendo solo un poco de miedo abriéndose camino en su pecho. No había nada que temer se dijo a si mismo, no cuando conocía este camino de memoria y lo había recorrido toda su vida.

-       Shh~ - Si, realmente había escuchado algo. Alguien estaba oculto en alguna parte, y ese alguien, no estaba solo, porque lo que acababa de escuchar no sonaba para nada como la mujer.

-       ¿Hay alguien allí? – soltó al aire, sin poder ver bien en algunas parte, los postes de luz de iluminaron de un segundo a otro ¿En que momento se había oscurecido?

La repentina luz le permitió ver algo que no había visto antes, cerca de el, a tan solo unos metros, a la entrada de un callejón un hombre tenia envuelta a una mujer en lo que parecía ser un pasional abrazo, Tsuna desvió la mirada ante esto y comenzó a caminar a paso veloz, no tenia nada que ver allí, era solo una pareja compartiendo un beso en la oscuridad, nada que no fuese normal en ello.

A pesar de ello, Tsuna no pudo evitar sentir un escalofrío recorrer su espalda al comenzar a alejarse de los otros dos.

Había doblado en una esquina cuando escucho una voz suave y varonil que le detuvo.

-       Disculpa – Tsuna se volteó, encontrándose con el hombre que hasta segundos atrás había estado con aquella mujer.

-       ¿Si? – soltó con algo de duda. El hombre era alto de cabello oscuro y largo, de peculiares ojos bicolor y de sonrisa misteriosa, algo en el parecía no encajar del todo dentro de la cabeza de Tsuna ¿Dónde había visto a este hombre antes?

-       Creo que esto es tuyo – dijo entregándole un papel, el castaño lo reconoció de inmediato, era el resumen de un reporte que Gokudera había hecho para el, para ayudarle a estudiar para el inminente examen.

-       ¡Oh! Gracias – le respondió tomando el papel y guardándolo de inmediato en su bolsillo.

-       De nada – el hombre sonrió, y Tsuna no pudo evitar notar una pequeña mancha roja en la comisura de su labio. ¿lápiz labial?

Y tras eso el hombre de alejó dejando al castaño con una intriga mas en la cabeza, estaba casi seguro que lo había visto en alguna parte antes ¿Pero en donde?

Retomó su camino y no fue hasta que estaba entrando en su hogar que la respuesta le golpeo de lleno en el rostro.

-       ¡En el instituto! – lo había visto allí, ¡¡No había sido una ilusión!! Había sido real, había estado allí, lo había visto.

Tsuna se sintió satisfecho consigo mismo por haber logrado obtener una respuesta a una gran interrogante, y con ello podría descansar en paz.

Solo hasta que otra gran duda le asaltara la cabeza.

¿Qué posibilidades existían para que se encontraran de nuevo el mismo día?

El castaño no pudo evitar pensar que pocas.

Muy pocas.

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-       Veo que has regresado.

-       No me molestes Squalo.

-       Solo decía.

Y tras eso el albino vio al otro subir las escaleras rumbo a su habitación, a la que supo que había llegado cuando escuchó el portazo resonar por todo el pasillo. Squalo no puede evitar pensar que Mukuro parecía actuar como un adolescente, fue con ese ultimo pensamiento que algo pareció hacer click dentro de su cabeza ¿Por qué Mukuro estaba actuando así? Había regresado hace tan solo un mes y pareciera que el menor de los dos no tenia descanso, apenas se ocultaba el sol vagaba por las calles de la ciudad, el albino no tenia idea de adonde iba ni porque, pero algo en su actuar se le hacia extraño.

Varias veces le había preguntado si se estaba alimentando bien, a pesar de que la preocupación era realmente innecesaria, criaturas tan viejas como ellos podían pasar una gran cantidad de tiempo sin beber si quiera una gota de sangre humana, pero eso no quitaba el hecho de que algo en el actuar errático de Mukuro le parecía extraño.

Al albino soltó un largo suspiro, y se encaminó a su habitación, no tenía ganas de hacer nada, mucho menos de malgastar su tiempo en pensamientos relacionados con Mukuro, el sol estaba por salir, lo que significaba que era hora de descansar.

Una vez en su cuarto, con las pesadas cortinas cerradas, dándole una completa oscuridad al lugar, el albino se deshizo de su ropa hasta quedar solo con unos pantalones holgados puestos, para luego adentrarse en su cama, quien dijo que los vampiros dormían solo en ataúdes estaba bastante equivocado, los ataúdes eran solo una opción en situaciones que realmente lo ameritaban, las camas eran apreciadas para dormir, y bueno…para otras cosas.

Cerró sus ojos y dejó que su mundo fuese absorbido y cobijado por Morfeo.

Otra vez soñaba con lo mismo ¿Cuánto mas tendría que torturarse a si mismo? ¿Cuánto mas su subconsciente le haría este daño? No valía la pena lamentarse por cosas que habían sucedido hace tanto tiempo atrás, pero al parecer su cabeza no estaba muy de acuerdo, o por lo menos el lado de su mente que parecía querer torturarlo con la repetición de esos recuerdos, de esos sueños.

Squalo se removió en la cama pero no despertó, nunca despertaba, dormía hasta que el sueño terminara, exactamente en el mismo lugar, en el mismo momento.

¿Qué demonios había hecho para merecer todo esto?

Corría por el bosque, estaba herido, podía sentir como la sangre se derramaba por la herida en su hombro, no podría seguir mucho tiempo así, si no hacia algo para detener la sangre, para tratar la herida, perdería la conciencia y el sol le atraparía, o peor aun…

Ellos lo harían.

Había hecho todo para pasar desapercibido, incluso había logrado teñir su cabello oscuro para poder pasar sin mayores problemas, pero justamente tenia que llover, justamente tenia que caer su capucha y dejar al descubierto su cabello plateado.

Era sabido que solo criaturas poseían tal color de cabello. Solo demonios podían tener la luna reflejada de aquella manera.

No era su culpa ser albino, nunca lo había sido, incluso cuando había sido humano su cabello había sido así, no había manera de cambiarlo, pero estas personas, estos aldeanos le vieron y sintieron la amenaza, casi como si supieran con exactitud que no se trataba de un ser humano.

No sabían que era un vampiro, pero solo hecho de parecer un demonio bastaba para que fuese una amenaza para todos.

Le emboscaron, una bala había atravesado por completo su hombro, había logrado zafarse de las cuerdas con las que habían querido contenerle, había logrado escapar por muy poco, solo un poco mas lento y le hubiesen cortado la cabeza.

Y eso si que le hubiese matado.

Era inmune al sol y a todas esas cosas que normalmente la gente intentaba usar en contra de los demonios, era una criatura antigua, esas cosas no le afectarían jamás.

Pero las herida letales, eran otra cosa.

Si no se alimentaba, si no trataba las heridas, podía perder tal cantidad de sangre que caería inconciente, y al hacerlo seria presa fácil para cualquier persona que lo considerada una amenaza.

Y ellos, los humanos, podrían matarle.

Ya no podía correr mas, el dolor era demasiado para su cuerpo, había resistido bastante, les había perdido de vista, ya no escuchaba los pasos en la lejanía. Se detuvo, se dejó caer a los pies de un enorme árbol, su respiración estaba trabajada y su visión cada vez más borrosa, perdería la conciencia en poco tiempo.

Su destino estaba sellado.

-       No deberías estar aquí – escuchó una voz, ¿Tan débil estaba que ni siquiera se había percatado de la presencia de alguien mas?

-       ¡Vete! – exclamó a todo lo que su voz podía a estas alturas, lo que no era mucho tomando en cuenta su situación.

-       No pareces estar muy bien.

-       Ahora eres adivino - ¿Quién demonios estaba allí queriendo hacerle sentir aun mas patético? - ¿Quién eres?  - espetó con furia - ¿Otro mas que quiere matarme? ¡Vamos hazlo! No tengo fuerzas para pelear – le dijo, cada vez estaba mas cansado, cada vez podía ver menos. Pudo escuchar pasos, pasos que se acercaban a el. Y así es como llegaba su final.

-       ¿Matarte? ¿Por qué querría matarte? – la voz sonaba ahora mucho mas cerca, casi podía sentir la calidez del cuerpo humano cerca suyo, pero ahora que escuchaba con mas atención, la voz era masculina, pero no sonaba como la de un adulto.

-       Vete de aquí – intentó mover su brazo para alejar a quien sea que estaba arrodillado cerca de el, solo para terminar con su muñeca firmemente sujeta por una mano calida.

-       Estas herido.

-       No me digas, no me había percatado de ello – soltó con sarcasmo, pudo sentir unos dedos calidos tocando la piel herida de su hombro -¡Ah! – los dedos se alejaron de inmediato.

-       Parece ser grave

-       Solo, déjame aquí, vete – su vista era un caos, la oscuridad no le permitía ver con claridad que demonios pasaba, lo ultimo que vio antes de perder la conciencia fue un brillante par de ojos rojos mirándole fijamente con determinación.

Squalo despertó sobresaltado, otra vez el mismo sueño, otra vez el dolor de aquella herida, la preocupación de aquel extraño, y por supuesto…

Aquellos ojos rojos.

Se sentó en la cama y se pasó una mano por el largo cabello que caía como cascada de plata por sus hombros pálidos para ir a parar a las sabanas de su cama. Otra vez con lo mismo, soltó un largo suspiro para luego ponerse de pie, se acercó a la ventana de su habitación, solo para comprobar que el sol aun resplandecía en el exterior, lo más probable es que no había dormido demasiado tiempo, quizás solo un par de horas.

Debía intentar conciliar el sueño, por lo menos intentarlo, aunque Squalo estaba mas que seguro de que si lograba dormir nuevamente, su cabeza le remontaría nuevamente al pasado, le mostraría otra vez esos recuerdos, esas manos calidas sanando su cuerpo herido, esos ojos rojos mirándole con determinación.

Renegándose a su destino ya sellado, el albino regreso a su cama, no quería cerrar sus ojos, no quería dormir y ver otra vez esos ojos. Pero al parecer su cabeza tenia absolutamente otros planes para el, así que sin poder hacer nada mas cayó rendido en las redes de Morfeo nuevamente.

Esta vez no corría, no como en el sueño anterior.

Este era otro recuerdo, no sabia porque, pero temía que era peor que el anterior, algo en su interior se lo decía, no le gustaba el camino que estaba tomando todo esto.

Podía sentir nuevamente aquella emoción, ese sentimiento de felicidad, de alegría que hace mucho tiempo no sentía, que solo había sentido en aquel momento. Los árboles a su alrededor se hicieron mas densos, las grandes, cubriendo el cielo sobre su cabeza, sumergiéndole en una oscuridad aun mas absoluta, oscuridad que no era obstaculo para el, se paso una mano por su cabello.

Había olvidado lo que se sentía tener el cabello así de corto.

Se detuvo al escuchar pasos, al parecer había llegado justo a tiempo, sonrió de manera nerviosa. ¿Hace cuanto tiempo que no se sentía así? ¿Hace cuanto tiempo que no estaba aquí? ¿Que no le veía a él?

-       ¿Nadie te vio? – preguntó el albino a la silueta encapuchada que se había detenido frente a el.

-       Nadie – le respondió de manera seca - Esta no es la primera vez que hago esto Squalo, deberías dejar de ser tan paranoico. – le dijo como queriendo quitarle importancia al asunto.

-       Tengo mis razones para serlo. – Squalo le miró cruzándose de brazos, enfadado por lo que había dicho.

-       Lo se, lo se – el encapuchado se deshizo de su capa, dejándola caer aun lado. No parecía tener mas de 18 años, aunque en la practica, Squalo no parecía mayor que eso, de cabello negro lacio y desordenado, y con un llamativo par de ojos rojos que miraban detenidamente al albino de pies a cabeza. - ¿Te he dicho que me encanta tu cabello? – soltó de la nada.

-       Si, muchas veces – le dijo el albino acercándose al otro, el moreno era mas alto, solo un poco mas alto, era curioso como el joven humano se veía mayor que el mismo Squalo, pero era solo un truco de su juventud eterna, tomaría años para poder alcanzar un cuerpo adulto, su desarrollo como vampiro aun tenia mucho camino por andar.

-       Deberías dejarlo crecer, me encantaría verte con el cabello largo, muy largo ¿Te había dicho eso?

-       Si, también me lo había dicho – el moreno rió.

-       Solo decía, en caso de que lo hubieses olvidado.

-       No puedo quedarme mucho tiempo – dijo el albino desviando la mirada.

-       Nunca puedes quedarte mucho tiempo – le respondió el otro acariciando su rostro – Pero yo se porque tiene que ser así, estas en peligro, no puedes quedarte mucho tiempo.

-       Siempre estaré en peligro, quizás no debería haber regresado, podría ponerte a ti en peligro – soltó Squalo algo nervioso.

-       El peligro no me importa mientras pueda estar contigo.

-       Es que no lo entiendes, es cosa de tiempo para que me encuentren, y si te ven conmigo…- se detuvo, clavando sus ojos claros en los rojos del otro – pensarán que eres uno de los míos.

-       Squalo. – dijo casi en un susurro.

-       No intentes contradecirme, tú sabes que lo que digo es verdad. – le dijo sin dejar de mirarle. Cada vez se volvía más difícil, cada vez más complicado el encontrarse.

-       Se que es verdad, pero no te preocupes.

-       ¿¡Como quieres que no me preocupe!? El solo estar aquí, los dos solos es un peligro para ambos. – exclamó preocupado, nervioso.

-       No nos encontraran, lo prometo.

-       Esta bien.

¡Oh! Squalo recordaba esa noche con claridad, la recordaba como si solo hubiese sido ayer y no hace unos cuantos cientos de años atrás.

Después de eso el sueño se transformó en aquella horrible pesadilla. Aquella pesadilla que se sabia de memoria, aquella que le atormentaba cada vez que…

No…no valía la pena pensar en eso, no valía la pena intentar cambiar algo, el sueño, la pesadilla seguiría su curso, como siempre lo hacia, como siempre lo había hecho en todo este tiempo.

Sin poder hacer nada, Squalo repitió la historia.

Aquella noche les emboscaron, sin saberlo no habían seguido al moreno, le habían seguido a él ¡A él! Todo era su culpa, si tan solo hubiese tenido mas cuidado.

A duras penas logró escapar, estaba herido, muy herido, pero eso no era nada comparado al otro, el humano por el que había arriesgado todo, incluso sus propias emociones estaba a su  lado, con la respiración trabajada y con una herida en su cuerpo que no paraba de sangrar. El moreno no sobreviviría, de eso estaba más que seguro.

Los ojos claros de Squalo se llenaron de lagrimas que no derramaría, no aun, esto no podía estar pasando ¡No podía estar pasando!

-       Squalo…- soltó el moreno en un susurro.

-       No, no hables, estas demasiado herido, guarda tus energías. – le dijo el albino acomodando al otro sobre su regazo, con cuidado de no empeorar su estado.

-       Squalo, tu igual estas herido – le dijo señalando la herida en su brazo.

-       Esto no es nada.

-       Tú y yo sabemos que estas mintiendo Squalo. – el albino guardo silencio, sintiendo como su corazón se oprimía con fuerza.

-       No digas nada, por favor, no digas nada – Squalo pudo ver como el moreno dibujaba una débil sonrisa en sus labios, ¿Por qué su piel ahora se veían mas pálida?

-       Lo mas probable es que no sobreviva Squalo – comenzó a hablar, su respiración sonaba trabajada – Debes escapar, no regreses, vete de aquí.

-       ¡No! – movió la cabeza negativamente, no quería, no le dejaría solo.

-       No te estoy pidiendo que me dejes morir Squalo – le dijo sin dejar de sonreír – Lo que te estoy pidiendo es que sobrevivas – el albino le miró enarcando una ceja ¿A que se refería? – Bebe de mí y escapa Squalo.

Aquellas palabras le dejaron petrificado, casi como si fueran un juego de su cabeza ¿Realmente las había escuchado? ¿Realmente el otro las había dicho?

-       No me lo perdonaría  jamás  si te quedas aquí para morir a mi lado – le dijo levantando una mano y acariciando el rostro de Squalo, su mano estaba manchada de sangre – No quiero que mueras Squalo, porque si mueres no podremos encontrarnos d en nuevo.

-       No… ¡No! ¡No puedo hacer eso! – le dijo sintiendo como ahora las lagrimas se deslizaban por su rostro, no quería detenerlas, quizás ni siquiera se había percatado que estaba llorando ¿hace cuando tiempo que no lloraba? No recordaba del todo cuando tiempo llevaba sin derramar una lágrima.

-       Squalo, yo no sobreviviré, sin importar cuanto tu lo desees, soy un simple humano, frágil humano – le dijo – Tu no, tu eres una criatura eterna, tu podrás encontrarme de nuevo, estoy seguro de que tu podrás.

-       No creo ser capaz…- susurro el albino.

-       Si puedes – le respondió con firmeza – Beberás de mi y me dejaras, escaparas y te esconderás, sobrevivirás y me buscaras, porque estoy seguro de que naceré de nuevo solo para encontrarte, solo para estar contigo.

-       Y esta vez no te dejaré ir.

-       Y esta vez no me dejaras ir. – el moreno sonrió y cerró sus ojos. Squalo sabía que no tenía mucho tiempo.

El albino se inclino hasta que su rostro tocó el espacio entre el cuello y el hombro del moreno, sintiendo su aroma, tan calido y humano, tan cargado de aquel olor metálico característico de la sangre.

-       Te amo Squalo.

Squalo clavo sus afilados dientes en aquella piel.


Fin capitulo 2.

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