Nombre: "Timeless" [Sin tiempo]
Fandom: Katekyo Hitman Reborn.
Autor: Lady Lucifer / Ororo.
Clasificación: NC-17.
Parejas: Deamon Spade/Giotto Vongola y varias otras parejas.
Género: Canon AU, Drama.
ADVERTENCIAS: Yaoi [¡¡PORNO MAS ADELANTE!!], violencia, algo de sangre, un poco de drama, angustia, mucho dolor y todas esas cosas que normalmente se asocian a esta pareja.
Resumen: "Juraron amarse para siempre, pero su amor estaba destinado a terminar manchado de sangre. El destino que guiará sus vidas no puede ser cambiado, pero eso no quita que seguirán luchando, su camino esta lleno de obstáculos y el futuro se ve oscuro y lleno de dolor. ¿Serán capaces de sobrevivir a lo que se avecina?"
Nota de la autora: Primero que nada, este fic fue escrito al poco tiempo después de que se supieron los nombres de los primeros guardianes Vongola, por lo tanto todo lo que paso después, el pasado de Daemon y Elena, la familia Simon, la batalla de la herencia, no será tomada como información pertinente para este fic.
Con esa aclaración, les dejo el primer capitulo.
Espero que lo disfruten.
Ororo.
“Timeless”
Capitulo
1: “Familia”
Los brillantes rayos del sol se
adentraban por las rendijas de las pesadas cortinas, iluminando apenas la
habitación que se encontraba casi por completo a oscuras. No se podía ver casi
nada, sino fuera por los casuales rayos solares parecía aun ser de noche en el
interior de aquella habitación. No se escuchaba nada, aunque de vez en cuando
alguien se movía en la cama, su tranquila respiración apenas audible.
La puerta se abrió con un sonido
apenas superior a un susurro, la persona que dormía en la cama se removió un
poco, pero aparte de ello no pareció mostrar ningún otro indicio de que estaba
despierta…
-
Vete de aquí G, quiero
seguir durmiendo – resonó
una voz en el cuarto, había sido la persona en la cama, su voz había sonado amortiguada
por las sabanas, pero mas allá de esas palabras parecía no tener intención
alguna de querer levantarse. Se pudo escuchar como la puerta se cerraba y luego
como pasos se acercaban a la cama.
-
Tu sabes que no lo haré –
se
escuchó que le respondía la persona que acababa de entrar – Ugetsu acaba de llegar, no creo que quieras
hacerle esperar demasiado ¿No es así? – sabía que con eso lograría sacar al
otro de aquel bulto de sabanas.
Sus palabras actuaron como magia. No
se había equivocado.
-
¿¡Ugetsu!? – Exclamó sentándose de
golpe en la cama, todo su cabello rubio completamente desordenado y sus ojos
anaranjados cruzados por el sueño y la sorpresa - ¿¡Esta aquí!? ¡¡Como no me dijiste antes!! – dijo moviendo las
sabanas hacia un lado y poniéndose de pie de un solo salto. No parecía tener más
de 20 años, mientras que el otro, más alto, parecía tener unos 21, con cabello
rojizo y algo más largo que el rubio.
El que acababa de despertarse pasó
junto al otro para así dirigirse a la puerta del cuarto de baño, cuando se
detuvo y se volteó con los ojos cruzados por la sorpresa.
-
¡¡Dio mio!! ¿¡Que te has hecho en la cara G!? – dijo acercándose
nuevamente al mas alto y delineando con uno de sus dedos el diseño que ahora
cruzaba un lado del rostro y cuello de su amigo. Sus ojos anaranjados seguían
cada uno de los patrones rojizos, el otro simplemente sonreía como si aquello
no fuese importante.
-
Un tatuaje – soltó G como si fuera lo
más obvio del mundo, notando como el rubio abría aun más sus ojos sorprendido.
-
¡Pero en tu rostro! – se detuvo y le miró
cruzándose de brazos - ¿Cuándo sucedió
esto? La última vez que te vi no lo tenías – dijo exigiendo respuestas
¿Cómo no se había percatado de esto? ¿En que momento había sucedido?
-
Fue cuando viaje a
Inglaterra a conocer a la familia Kirkland – le respondió el pelirrojo, eso había
sido hace dos días atrás, el pelirrojo supo de inmediato que su amigo iba a
replicar – Y tu llevas encerrado en tu
oficina desde ayer, por supuesto que no me habías visto – le sonrió de
medio lado, esa era la verdad, G había regresado a la mansión y no había visto
al rubio hasta ese preciso momento - ¿Te
gusta? – inquirió sin dejar de sonreír.
El rubio frunció el ceño y le miro
detenidamente, como si estuviese estudiando que decir o simplemente mirando
atentamente el tatuaje que ahora marcaba el rostro y cuello de su amigo.
-
¿Es solo en tu rostro y
cuello? – inquirió
sin dejar de mirarle, aun con los brazos cruzados, aun un poco enojado por no
haber recibido palabra al respecto ¿No se suponía que eran amigos de toda la
vida?
-
Eh…bueno…no – le dijo mirando en otra
dirección, el rubio enarcó una ceja ante eso ¿A qué se refería?
-
¿Cómo es eso? – preguntó.
-
Digamos que la enredadera
baja hasta mi cadera – le
dijo aun sin mirar al rubio.
-
¡¡G!! – le regañó.
-
Lo siento, no pude
evitarlo – se
disculpó sin sonar verdaderamente arrepentido, y conociéndolo el rubio sabia
que realmente no estaba arrepentido de ello, de repente recordó algo y miró el
reloj de su muñeca. – Giotto…
-
¿¡Qué!? – el rubio aun estaba
enfadado.
-
Ugetsu aun espera, y no
creo que Alaudi sea buena compañía.- le dijo, a sabiendas de que sus
palabras le harían cambiar el tema de inmediato.
-
¡¿Lo dejaste con Alaudi!?
¡¡G!! – tras
gritarle al otro, se adentro en el baño - ¡¡Ve
a acompañarle!! ¡¡Yo voy enseguida!! – exclamó por sobre el sonido de la
ducha.
G soltó un largo suspiro para luego
pasarse una mano por su cabello rojizo, miró unos segundos la puerta por la
cual entró Giotto para luego simplemente salir de la habitación del rubio rumbo
al salón principal, aunque más que un salón era algo así como una amplia sala,
con chimenea y estanterías repletas de libros, ese era el lugar que comúnmente
ocupaban para reunirse y hablar. Preparándose para lo que sea que pudiese
encontrarse dentro, G se detuvo ante las puertas dobles del salón principal, en
el momento que iba a tomar el picaporte para abrir, la puerta se abrió ante él,
el pelirrojo enarcó una ceja ante esto.
-
¡Oh! G-kun, justo
estábamos hablando de ti – el pelirrojo miró fijamente a quien había abierto la
puerta, pues solo había una persona que le hablaba así, y ese era el guardián
de la lluvia, Asari Ugetsu.
-
¿Oh si? – inquirió G mirando al
otro guardián. Normalmente Ugetsu siempre llevaba su impecable cabello negro
peinado y escondido dentro de aquel peculiar sombrero, el que Giotto le había
explicado que en Japón denotaba estatus, lo que quería decir que el moreno era
alguien importante tomando en cuenta su forma de vestir, pero actualmente no
estaban en Japón sino que en Italia por lo cual Ugetsu había optado por algo
más simple.
Llevaba una yukata azul marino y el
cabello amarrado firmemente en una coleta alta, la cual para sorpresa de G le
llegaba un poco más arriba de los hombros. La primera vez que había visto al
guardián de la lluvia así se había sorprendido al descubrir que llevaba el
cabello así de largo.
-
Si, Spade-kun dijo
algunas cosas interesantes – G se petrificó ante esto ¿Qué podría haber dicho aquel
tipo de él?
-
¿Y Primo? – se escuchó que preguntaba
otra voz, el pelirrojo achicó la mirada, Ugetsu se hizo a un lado para que así
G pudiese entrar en el salón, mientras lo hacía no despegó la mirada del
guardián de la niebla, el que sonreía con aquella socarrona sonrisa que siempre
le ponía los pelos de punta, apoyado cerca de la chimenea, mirándole de vuelta.
-
Si. ¿Dónde está? – inquirió Ugetsu sumándose
a la interrogante del ilusionista.
-
Viene enseguida – dijo G desviando la
mirada de Deamon, para luego mirar a Ugetsu, al hacer eso no pudo evitar notar
algo - ¿Dónde están Knuckles y Alaudi? Se
suponía que ellos también deberían estar presentes.
-
Dijeron que tenían algo
que hacer pero que regresarían pronto – le respondió el japonés con simpleza,
lo que significaba que los otros dos guardianes habían venido y se habían ido
sin decir nada.
Genial. Justo lo que necesitaba,
quedarse esperando a Giotto con Deamon y Ugetsu en la misma habitación ¿Qué
había hecho él en su antigua vida para merecer esto? O sea, no es que tuviese
alguna clase de problema con Ugetsu, muy por el contrario, el guardián de la lluvia
era alguien bastante tranquilo con quien pasar el rato, pero a veces su
tranquilidad podría ser algo desconcertante, pero mas alla de eso el asiático
le parecía un individuo interesante, y era ese detalle el que a veces le
incomoda un poco ¿Interesante? ¿Ugetsu? Ugetsu solo era otro guardián de
Giotto, nada más, nada menos ¿cierto? Pero dejando a Ugetsu de lado el verdadero
problema recaía por completo en el guardián de la niebla. Aquel individuo con ese
aire de misterio que no terminaba de darle confianza, con sus palabras siempre llenas
de secretos, G no confiaba en Spade, y a su vez Spade sabía que no le agradaba
a G, así que no podían evitar tener esos roses que siempre hacían enfadar a
Giotto ¡¡Pero es que no podían evitarlo!! Por lo menos no G, Spade podía
realmente ser desesperante cuando lo quería y aparentar que nada estaba mal al
mismo tiempo, lo que solo lograba irritar a un mas al arquero.
-
¿Y cómo has estado G-kun?
– inquirió
Ugetsu con una sonrisa cálida en el rostro, lo cual le hizo desviar la mirada
de Spade.
-
¿Es un tatuaje lo que
veo? – soltó
Deamon acercándose a donde los otros dos guardianes se encontraban.
-
¡Oh es un tatuaje! – exclamó el guardián de la
lluvia acercándose a G y pasando un dedo por la mejilla del pelirrojo,
delineando el diseño – Es hermoso – G
no pudo evitar que un suave sonrojo se acentuara en su rostro. ¿Por qué toda
esta situación parecía haber cambiado por completo de rumbo? Se estaba poniendo
nervioso, Ugetsu parecía estar demasiado cerca.
-
Mmm…Si quieren les puedo
dejar solos – soltó
Deamon con picardía en la voz, a lo que Ugetsu alejó su mano de inmediato y se
sonrojó un poco ante tal comentario.
-
¡Spade! – se escuchó una nueva voz
– No les molestes - era Giotto, el cual venia impecablemente
vestido en traje negro con finar líneas blancas se adentro en el salón.
-
Lo siento Primo – se disculpó Deamon con
una sonrisa traviesa en los labios.
-
¡Ugetsu! ¡Tanto tiempo! –
exclamó
el rubio acercándose al japonés y abrazándole con aquella característica
calidez italiana.
-
Giotto-san, es un placer
verlo – le
respondió el japonés con solo un poco de timidez, a estas alturas, después de
todo el tiempo que ya conocía a Giotto aquella timidez característica de su
nación se había ido disipando a causa de la luminosa personalidad del rubio,
era fácil olvidar se esas cosas.
-
Vamos, te he dicho que me
llames por mi nombre – le
dijo con voz alegre mientras le soltaba y le sonreía ampliamente.
-
Sí, pero simplemente no
puedo – el
japonés le sonrió de vuelta. – Es parte
de mí.
-
Lo sé, lo sé, pero eso no
quita el hecho de que seguiré insistiendo.– soltó Giotto con una suave risa.
-
Eso no lo dudo. – devolvió el japonés.
-
¿Y cómo estuvo tu viaje?
– inquirió
el rubio indicándole que tomara asiento en uno de los sofás mientras el mismo
se sentaba en el otro, donde Deamon ya se encontraba sentado con un taza de té
en las manos. Giotto pudo notar que en la mesa de centro había una bandeja con
3 tazas más.- ¿Quién dejo esto? – preguntó
el rubio mirando a G, el cual movió la cabeza negativamente, no sabía quien
había sido el responsable.
-
Knuckles – le respondió Ugetsu
sentándose.
-
¿Knuckles estuvo aquí? – inquirió el rubio pasando
la mirada por Deamon y Ugetsu, después de todo había notado rápidamente de que
G había llegado solo un poco antes, por lo cual estaba tan desinformado como el
mismo.
-
El vino a buscar a Alaudi
– le
respondió Deamon, todos intercambiaron unas miradas, el japonés rió con
suavidad.
-
El viaje estuvo bien,
gracias por preguntar.
-
Oh es bueno saberlo. – Dijo el rubio bebiendo de
su té - ¿Y qué te ha traído por aquí?
Cuando llego tu mensaje de que vendrías no pude evitar preguntarme qué razones
había detrás de tu visita. – Ugetsu sonrió de medio lado, y por un segundo
Giotto juraría que había detenido su oscura mirada en la silueta de G, el que
se había quedado de pie junto a una de las ventanas, pero quizás solo había
sido su imaginación.
-
La familia ha ido
creciendo rápido, no podía quedarme en mi país tan tranquilo, cuando podría
estar ayudando al cielo que tantas veces me ha auxiliado – dijo con voz solemne, con
una voz llena de cariño hacia ese amigo que había estado con él, Giotto sonrió
ampliamente por esto.
-
Hermosas palabras Ugetsu,
y para mi es un placer que estés aquí – le dijo sin dejar de sonreír – Este también es tu hogar.
-
Muchas gracias por eso.
-
No tienes nada que
agradecer.
-
Entonces ¿Algo nuevo que
contar? – soltó
el rubio con sus ojos brillando con curiosidad.
-
No mucho que digamos – le respondió el japonés
algo sonrojado, nuevamente Giotto juraría que los ojos oscuros de su guardián
de la lluvia se detenían en su pelirrojo amigo. ¿Había algo más allí?
-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-
El sol brillaba, el aire veraniego
parecía esparcir aquella felicidad en la gente que caminaba de aquí a allá,
todo parecía tranquilo y alegre.
Un vehículo se movía entre las calles
de la concurrida ciudad, rápido y cauteloso, el silencio envolvía a los
ocupantes de aquel elegante vehículo, uno de ellos manejaba con semblante
serio, mientras el otro miraba por la ventana el paisaje exterior, casi como si
estuviesen ignorándose el uno al otro, lo que por supuesto no era el caso.
Tuvieron que pasar largo minutos antes
de que el pelirrojo finalmente se aburriera del sepulcral silencio y decidiera
partir con las palabras que realmente deseaba decir, después de todo hace
bastante que tenía ganas de saber cómo es que había terminado en aquella
situación con este acompañante.
-
No tenias porque
acompañarme, solo es una misión de rutina. – fue lo primero que dijo, sus palabras
al parecer sorprendieron al otro, el que dio un pequeño saltito al escuchar su
voz ¿Tan ensimismado había estado mirando el paisaje?
-
¿Y dejar que fueras a
hacer algo tan tedioso como esto? – le devolvió con voz calmada mirándole
de reojo.
-
No es tan tedioso como lo
estás haciendo sonar. – se
defendió, a pesar de que no creyera mucho sus propias palabras.
-
Si lo es – aseguró - Tu rostro dice que estas aburrido. – le
dijo mirándolo atentamente, G frunció el ceño.
-
No lo estoy.
-
Si lo estas. – soltó con su voz siempre
tranquila, voz que a veces ponía el pelirrojo aun más nervioso, era demasiado
tranquila.
-
…- guardó silencio no
queriendo rebajarse a una pelea que parecía de niños – Te ves diferente – soltó de repente como si nada, cambiando el tema
de manera abrupta, Ugetsu le miró con sorpresa en sus ojos negros, el
comentario le había pillado desprevenido, pero en cuestión de segundo la
sorpresa fue reemplazada por diversión.
-
Por supuesto – le respondió – tuve que cambiarme de ropa, Giotto-san dijo
que sería más fácil así. – le respondió sin dejar de sonreír.
-
Eso es verdad, tu ropa
era un poco llamativa. – comentó
el pelirrojo.
-
¿Así lo crees? – inquirió cruzándose de
brazos.
-
No lo digo para molestar,
es solo…que es diferente – se defendió el guardián de la tormenta, después de todo
decía la verdad, la vestimenta de Ugetsu era diferente, su origen era
diferente, su cultura.
-
Está bien.
-
Te ves bien así también –
le dijo
como queriendo arreglar lo dicho anteriormente, sin saber si el otro realmente
se había sentido ofendido o no por lo que había dicho.
-
¿Sí? – inquirió sonriendo – No te preocupes G, no estoy ofendido por lo
que dijiste – le respondió con voz suave.
G y Ugetsu iban en el auto del
primero, moviéndose con fluidez por las calles italianas. Tal como G había
mencionado anteriormente el japonés vestía un traje negro, igual al que usaba
Giotto normalmente, sumado a ello llevaba su largo cabello negro amarrado en
una impecable coleta baja.
Ambos se encontraban camino a una
mansión perteneciente a una de las familias más poderosas de la provincia.
Algo que se había logrado gracias a la
conformación de la familia Vongola era el hecho de que el conflicto entre los
más ricos por el poder había acabado, o por lo menos había disminuido hasta el
punto de ser inofensivo para la gente común.
Giotto y sus guardianes protegían la
integridad de todos, en especial de aquellos que por alguna u otra razón no
podían defenderse por sí mismos. Para asegurarse de que se mantuviera el orden
que tanto les había costado obtener, cada cierto tiempo se enviaba una comitiva
de la familia Vongola a visitar a las familias ricas de la región y vigilar que
nada estuviese siendo confabulado por estas, que nada pudiese amenazar la paz
que habían logrado alcanzar.
Y esa era la razón por la cual ambos
guardianes iban en un auto por las calles de Italia. G y Ugetsu estaban en una
de las comitivas que iban a visitar a ciertas familiar.
-
¿Cuántas familias
visitaremos? – inquirió
Ugetsu mirando por la ventana, las edificaciones occidentales nunca terminaban
de maravillarle.
-
Solo tres – le respondió el pelirrojo
– los otros se encargarán de las demás – G
estiró el brazo para alcanzar algo que tenía en el asiento trasero, una vez que
lo sujetó se lo extendió a Ugetsu, era una carpeta - ¿Puedes leer italiano? – inquirió.
-
Bastante, Giotto-san a
estado enseñándome – le
respondió el japonés abriendo la carpeta. Eran archivos y fichas de familias,
de inmediato comprendió que eran las familias que visitarían, comenzó a pasar
la mirada por las letras.
-
Gabellotti, Genovesse y
Colombo – dijo
G en voz alta, el japonés asintió mientras pasaba la vista por la información
entregada – Esas son las familias que
debemos visitar.
-
No parecen haber mayores
problemas – soltó
el japonés cerrando la carpeta – Todo
parece en orden. – dijo.
-
Sí, eso parece…- le respondió el pelirrojo
– Solo esperemos que no sean solo
apariencias y sea así realmente.
-
Esperemos que sea así. – G sonrió.
Ambos guardaron silencio después de
ello, las calles, los edificios y las personas pasaban a su lado, de vez en
cuando Ugetsu miraba de reojo a G, viendo con detalle su cabello rojizo, sus
manos…desvió la mirada de regreso al exterior.
El vehículo se detuvo, G miró Ugetsu y
este asintió, ambos bajaron del automóvil con el rostro completamente serio,
era momento de cumplir con la misión encargada, su jefe confiaba en ellos.
-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-
Lampo caminaba por los
amplios pasillos de la mansión con andar pausado y tranquilo, el sol brillaba
por los enormes ventanales, paso junto a varias sirvientas que al verle le
sonrieron con algo de timidez, el no dudó en devolver el gesto, estaba
acostumbrado a tener esa clase de atención, tomando en cuenta el hecho de que
su familia era adinerada, era cosa de todos los días para el vivir en esta
clase de lujos.
-
Después hablamos tengo
cosas que hacer – pudo
escuchar claramente la voz de Giotto, el joven sonrió ante ello.
-
Por supuesto Primo. – Lampo se detuvo, esa era
la voz de Spade.
-
Entonces nos vemos cuando
regreses. – justo
en ese momento pudo ver como una de las puertas que había en el pasillo se
abrían ante él y de esta salían Deamon
Spade y Giotto Vongola, este ultimo notando de inmediato la presencia del joven
en el pasillo. - ¡Lampo! ¿Qué te trae por
aquí? Pensé que estarías en casa de tu padre – dijo el rubio con entusiasmo
acercándose al joven.
Lampo era solo un año más
joven que Primo, pero por alguna extraña razón siempre se sentía menor cuando
hablaba con el rubio, se sentía como si hablara con su hermano mayor, lo cual
por supuesto no era un mal sentimiento, era diferente, algo a lo que aun le
costaba acostumbrarse.
-
Sí, pero él tuvo que
viajar y prefirió que me quedara aquí. – le respondió con su voz tranquila.
-
Entiendo, podrías ayudar
un poco a Ugetsu cuando regrese. – le dijo el rubio sonriéndole. Para
Giotto, su guardián del trueno era casi como un hermano menor, le gustaba
tenerlo cerca cuando visitaba la mansión.
-
Por supuesto. – Giotto comenzó a caminar
indicándole que le siguiera, cuando Lampo pudo notar la mirada de Spade. Por un
segundo se sorprendió, algo en los ojos del ilusionista se veía diferente,
¿Estaba mirando a Giotto? La forma en la que tenía sus ojos clavados en el
rubio era distinta, como si algo grande y fuerte se ocultara detrás de las
orbes profundas del guardián de la niebla. Al parecer, notándose observado,
Spade desvió la vista para mirar a Lampo, el cual se sorprendió un poco ante
esto.
-
Un placer saludarte~ - y tras esas últimas
palabras se encaminó por el pasillo, por el camino contrario por el que Giotto
le indicaba. Lampo no puedo evitar pensar que aquella reacción había sido algo
extraña. Había estado mirando de manera peculiar a Giotto, y al notarse
observado había preferido huir. ¿Qué demonios le sucedía a Spade?
-
¿Qué sucede con él? – soltó el guardián del trueno
en un susurro sin poder evitarlo.
-
¿Dijiste algo? – inquirió el rubio
deteniéndose solo unos pasos adelante, Lampo le miró ¿Giotto había notado acaso
como le miraba el ilusionista? El joven guardián del trueno miró al rubio con
atención, esperando encontrar alguna clase de señal que le indicara que Giotto
sabía algo. Pero no pudo encontrar nada en esos ojos anaranjados.
Por cómo le estaba
mirando el rubio, lo más probable es que no se hubiese percatado de
absolutamente nada.
A veces le sorprendía lo
despistado que podía llegar a ser el jefe Vongola, con las personas que le
rodeaban.
-
No nada. – dijo el menor prefiriendo
no decir nada mas respecto a miradas insistentes ni ilusionistas medio
maniacos.
Tras ese último
intercambio de palabras, Lampo siguió a Giotto a su oficina, lugar en donde le
explicó en que ayudaría a Ugetsu y todos los detalles necesarios para eso.
El tiempo paso volando,
para cuando se dieron cuenta alguien estaba llamando a la puerta.
-
¡Pase! – esta se abrió y entró el
japonés con una sonrisa de medio lado.
-
Llegamos – anunció adentrándose en la oficina y cerrando la puerta a su
espalda.
-
Lo siento mucho por
pedirte esto justo cuando acabas de regresar – comenzó a decirle Giotto – Pero realmente necesito hacer llegar esto – dijo
apuntando una pequeña caja – A la familia
Bonanno – Ugetsu pasó la mirada de la caja a Giotto y luego a Lampo que
estaba sentado frente al escritorio del rubio – Lampo te acompañará.
-
Si es urgente, será un placer
ayudar – le
respondió el japonés.
-
Muchas gracias a los dos
– dijo
el rubio con una sonrisa, Lampo se puso de pie sujetando la caja.
-
Para eso estamos, il mio capo – soltó el guardián del
trueno con una risita.
-
Mientras más pronto
salgamos, mas pronto regresaremos – le dijo el japonés indicándole la
puerta.
-
Vamos entonces – de esta manera ambos
salieron de la oficina rumbo al vehículo, esta vez Ugetsu manejaría, lo más
probable es que G tuviese otras cosas que hacer, o incluso, quizás Giotto ya
tenía otras órdenes que darle.
Ambos subieron al
vehículo en completo silencio, Lampo vigilando de llevar con cuidado la caja.
Ugetsu ya llevaba en
Italia un mes, lo que le había permitido aprender, gracias a los otros
guardianes todos los lugares importantes, tales como las casa de las grandes
familias o los principales lugares públicos.
-
A estado actuando extraño
– soltó
de repente Lampo, captando la atención del japonés.
-
¿Extraño? ¿Quién?
¿Giotto? – inquirió
doblando en una calle, sin despegar la mirada del camino, pudo escuchar
claramente como el otro suspiraba.
-
Spade.
-
¿Spade? – inquirió – El siempre actúa de manera extraña. – le
dijo sin entender muy bien hacia donde iba toda esta conversación.
Curiosamente a pesar de
la diferencia cultural o incluso la diferencia entre sus personalidades, Lampo
se llevaba bastante bien con Ugetsu, quizás era el hecho de que el guardián de
la lluvia era calmado y parecía de esa clase de personas que siempre estaba
dispuesta a escuchar lo que sea que tenias que decir, esas personas que siempre
sabían cómo hacerte sentir mejor. Por esa razón, Lampo no había podido evitar
soltar la inquietud que había sentido esta tarde con Spade, inquietud que no
era única de esta tarde, ya antes había encontrado al guardián de la niebla
mirando con aquella peculiar mirada a Giotto, pero como nadie más había dicho
nada al respecto, había preferido no ignorar todo aquello.
-
No, no es eso. Algo…algo
es diferente – comenzó
a decir sin saber realmente por donde comenzar – Algo no está bien…la forma como le mira, como sus ojos se ven
diferentes cuando le está observando – dijo todo al hilo, casi como si
estuviese nervioso de decir lo que había visto. Ugetsu enarcó una ceja. – Le mira de manera extraña. Pareciera que hay
algo mas pasando por su cabeza cuando le está observando. – dijo jugando
con sus dedos, nervioso de continuar hablando.
-
¿Observando? – una luz roja y el
vehículo se detuvo, el japonés se volteó a mirar al otro guardián - ¿Observando a quien? – Lampo le miró de
vuelta.
-
A Giotto. – dijo con firmeza. Ugetsu
le miró con atención.
-
¿Giotto? – inquirió.
-
La forma en la que lo
mira, algo…hay algo allí… - la luz cambió a verde, el vehículo se puso en movimiento
otra vez. El mayor no dijo nada, Lampo desvió la mirada hacia la ventana ¿Qué
mas decir? Cuando creyó que la conversación había quedado hasta allí, el de
ojos oscuros interrumpió el silencio.
-
Yo…pensé que era el único
que había visto eso – soltó
el japonés después de un silencio que casi pareció eterno, Lampo se volteó de
inmediato mirándole con los ojos abiertos.
-
¿¡Tú también lo has
visto!?
-
Si. – le respondió – La semana pasada, cuando estábamos todos
reunidos en el salón, hubo un momento que G alejó un poco a Giotto para decirle
algunas cosas y pude ver como Spade les miraba, como algo…algo… - no supo
que decir, no tenia palabras para describir lo que había visto, pero ¿Qué había
visto?
-
Sí, yo tampoco sé como
describirlo – Lampo
agachó la mirada – No sé realmente que
puede significar, y tampoco sé qué hacer con esta clase de información, pero lo
que si se, es que Spade está al tanto de que lo que sea que esté haciendo yo le
he visto observando a Giotto – Lampo se detuvo – Spade sabe que yo sé, lo que sea que esta sucediendo.
Ambos guardaron silencio,
casi como si ambos estuviesen pensando claramente las implicancias de todo este
descubrimiento, todo lo que podía significar.
-
¿Crees que alguien más se
halla dado cuenta? – inquirió
Lampo.
-
Por alguna razón, creo
que eso explica un poco porque G parece no soportar a Spade – el guardián del trueno
rió suavemente.
-
Eso podría ser una
explicación ahora que lo dices.
-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-
El rubio jefe de la familia Vongola se
encontraba sentado en su oficina, detrás de su escritorio, firmando y revisando
papeles. Levantó por un segundo la mirada para así poder ver el reloj que
colgaba de una de las paredes, frunció el ceño al ver la hora.
-
Dos horas – susurró Giotto mientras
soltaba el lápiz, se pasaba las manos por su cabello para luego ponerse de pie,
en un afán por recuperar un poco la movilidad de sus músculos – Me duele todo. – soltó pasando sus manos
por sus hombros y cuello.
Llevaba su buen rato firmando y
revisando papeles, casi todos sus guardianes no estarían de regreso hasta mas
tarde, lo que significaba que hiciera lo que hiciera estaría solo en la mansión
hasta que ellos volvieran.
Sin realmente desear regresar al
tedioso trabajo de leer, revisar y firmar papeles, salió de la oficina rumbo a
su habitación, la idea de un corto baño le pareció más que tentadora. Tras
caminar por el largo pasillo se detuvo frente a las puertas dobles de su
recamara.
Se adentró en su habitación cerrando
la puerta a su espalda y quitándose la chaqueta, dejándola caer al suelo,
seguida de cerca por su corbata, camisa y zapatos. Abrió la puerta del cuarto
de baño para luego encender la ducha, en pocos segundos todo el lugar se llenó
del cálido vapor del agua caliente.
Quizás dejara el trabajo para mañana
en la mañana, no tenía ganas de regresar a su oficina a seguir con el papeleo.
Una vez que termino de quitarse toda
la ropa se metió bajo la ducha. Con una sonrisa satisfactoria en el rostro dejó
que el agua acariciara su relativamente adolorido cuerpo, sintiendo como con
cada gota sobre su piel, todos los músculos se relajaban.
Si. Realmente dejaría el trabajo para
mañana, quería descansar.
Lavó su cabello, disfruto del agua y
dejo que el cuarto de baño quedara inundado por ese cálido vapor que no hacia
más que relajarle aun mas, un suspiro de felicidad escapó de sus labios.
Una vez que logró relajarse lo
suficiente cerró la llave del agua y salió de la ducha envolviéndose en una
mullida toalla blanca, con otra comenzó a secarse el desordenado cabello rubio.
Se encaminó fuera del cuarto de baño a su habitación, en donde buscó unos
pantalones holgados, no había necesidad de volver a ponerse un traje, tomando
en cuenta la hora que era y el hecho de que nadie vendría a la mansión, era
solo él, la servidumbre y sus guardianes.
Se había colocado los pantalones
cuando sintió una presencia ajena en su habitación, bastó solo un segundo para
saber de quién se trataba, después de todo no había mucho que pensarlo, solo
había una persona que hacia esta clase de cosas. Giotto soltó un suspiro solo
una persona disfrutaba de irrumpir en la
privacidad de su cuarto, sacando una polera blanca de un cajón se acercó a su
cama, su rostro cruzado por el cansancio.
-
Deamon, te he dicho que
dejes de hacer eso – comenzó
el rubio colocándose la polera, notando que esta no era de su talla – Demonios, la sirvienta volvió a dejar la
ropa de G en mi closet – soltó en un susurro para sí sin mostrar indicio
alguno de querer cambiarse, siendo G más alto y mas fornido que él, la polera
se le deslizaba por un hombro, dejándolo al descubierto. - ¿Deamon? – inquirió al aire, sabiendo que a pesar de que el otro no
dijera nada para demostrar que estaba allí, Giotto sabía que se encontraba en
su habitación, vigilándole, observándole con aquella mirada inquisidora que más
de una vez le había puesto nervioso – Deja
de esconderte, tu sabes que no vale la pen – Dijo con voz suave.
-
Siempre tan atento ¿No? –
se
escuchó la voz masculina de su guardián de la niebla – Mmm…interesante vestuario…- Deamon apareció a la espalda de Primo,
el cual solo sintió un dedo enguantado tocar la piel entre su cuello y su
hombro descubierto, lo que le provocó un escalofrío que supo reprimir.
-
No hagas eso – le regañó el rubio
volteándose y encontrando con que su guardián estaba muy cerca. Demasiado
cerca.
A pesar de la incómoda distancia,
Primo no pudo evitar pensar que nunca antes había estado así de cerca de
alguien. Corrección a eso. Había estado cerca de G, pero era su amigo de toda
la vida, así que no contaba del todo dentro de la cabeza del rubio. Pero ahora,
el caso era completamente distinto, no era G quien estaba frente a el, no era
cualquier persona. Era Deamon Spade, su enigmático guardián de la niebla.
Por la cabeza de Deamon pasaban cosas
semejantes, jamás había estado así de cerca de alguien, mucho menos así de
cerca de Primo.
Giotto Vongola, jefe de la recién
creada y ya poderosa familia Vongola, el
objeto de su deseo, de admiración, de todo lo que pasaba por su cabeza, Primo
era el centro de su universo, un secreto que mantendría para sí, nadie
necesitaba saber que Giotto era todo lo que siempre pasaba por su cabeza,
nadie, ni siquiera el mismo Giotto.
Spade se abofeteó mentalmente mientras
retrocedía unos pasos para mirar esos ojos anaranjados intentando no
desconcentrarse con ellos, Giotto enarcó una ceja.
-
¿Deamon? – inquirió el rubio un poco
preocupado - ¿Estás bien? – una mano
del rubio fue a parar a un lado del rostro del más alto.
-
Si, solo venía a decirte
que Alaudi no regresará mañana, dejó un mensaje en tu oficina.
-
¿En mi oficina? – Giotto le miró achicando
sus ojos - ¿Entraste a mi oficina otra
vez? – inquirió cruzándose de brazos
-
Mmm…escuché ruido…- fue su única explicación.
Primo se llevó una mano a su frente.
-
Está bien, gracias por
hacerme llegar el mensaje – Giotto le sonrió de medio lado, al hacerlo pudo ver un peculiar
brillo en los ojos del otro – Deamon
¿Estás bien? – no pudo evitar preguntar, algo parecía fuera de lugar con su
guardián.
-
Si, nada de qué
preocuparse Primo – Deamon
se volteó para retirarse cuando una mano en su muñeca le detuvo - ¿Necesitas algo más? – Giotto abrió sus
ojos en sorpresa al notar que se había movido involuntariamente y había
sujetado al más alto.
-
Lo siento – Se disculpo soltando al
otro de inmediato. Tras eso Deamon Spade salió de su habitación, dejando al
rubio con un leve sonrojo en el rostro y la peculiar sensación de que algo
completamente nuevo y diferente acababa de suceder, un algo que no terminaba de
entender - ¿Qué demonios paso aquí? – susurró
para si mismo mientras se sentaba en el borde de su cama, podía sentir como corazón
latía con fuerza.
¿Qué demonios?
-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-0-
Deamon Spade, guardián de la niebla
del poderoso Primo Vongola, estaba nervioso ¿Qué demonios le había llevado a
irrumpir en la habitación del rubio a sabiendas de que este se encontraba en su
interior?
Al adentrarse en su cuarto se dejo
caer sobre su cama, sin dejar de pensar en Primo, en lo cerca que había estado
del rubio. Dios, lo cerca que lo había sentido. Soltó un largo suspiro a
sabiendas de que lo que acababa de suceder jamás se repetiría… ¿Podría alguna
vez volver a estar cerca de Giotto de aquella manera? ¿Así de cerca? Rodó hacia
un lado en la cama, no valía la pena pensar en cosas como esas, en las
posibilidades, en las circunstancias, en aquel futuro imposible.
-
Jamás podré tenerte de la
manera que deseo – soltó
en un susurro para sí mismo.
Spade cerraba sus ojos y podía ver
nuevamente a Primo, su rostro, sus ojos brillantes, su piel expuesta por
aquella polera algo grande, sentía como todo su cuerpo ardía ante esa sola
imagen, con movimientos lentos se colocó de pie y se acercó a su ventana, con
cada paso que daba una ilusión se iba creando a su espalda, para cuando se
detuvo, al voltearse pudo ver una copia perfecta de Primo, tal y como lo había
visto hace tan solo unos minutos atrás, con esa polera, con su cabello húmedo,
con sus ojos brillantes y su sonrisa de medio lado, tan irresistible.
-
¿Por qué tienes que ser
tan amable con todos? ¿Por qué no puedo ser dueño de tu sonrisa? – dijo mirando a esa
ilusión perfecta…casi perfecta. Spade cerró sus ojos – Siempre serás solo una ilusión, mi ilusión inalcanzable – acarició
el rostro de aquel Primo que nunca sería el Primo que realmente moría por
tocar.
La ilusión le sonrió con aquella
sonrisa tan dolorosamente parecida a la real, y rodeando el cuello del más
alto, le besó.
¡Oh cuan doloroso era! Besar unos
labios tan iguales pero nunca los reales, unos labios que nunca probaría de
verdad, que estaban fuera de su alcance. A veces el desear con tantas ganas
solo había que todo fuese aun más doloroso. Pero Spade estaba resignado,
mientras pudiese estar al lado de su inalcanzable cielo, sería feliz, estaría
satisfecho, a pesar de que el mismo estaba seguro de que no podría soportarlo
para siempre, en algún momento tendría que escapar de todo esto, de tener a
Giotto tan cerca, pero incapaz de tocarlo como realmente deseaba.
Giotto, tan amable, tan preocupado por
todos, poderoso e irresistible, innumerables habían sido las veces que Deamon y
el mismo G se habían tenido que encargar de pretendientes dispuestos a todo por
lograr una mirada, una sonrisa del rubio, el cual por supuesto ni se enteraba
del efecto que tenía en las personas a su alrededor, o si es que lo sabia
simplemente prefería no demostrarlo.
Spade soltó una risa suave mientras
abrazaba a aquella ilusión de Primo, recordando que G debiera ser la única
persona que lo sabía, que conocía su oscuro deseo, no porque hubiese sido
demasiado obvio, sino por el hecho de que tantos años junto a Giotto había
llevado al pelirrojo a darse cuenta con más facilidad de esas cosas, había
vigilado a Spade, había notado los mínimos detalles. G sabía su secreto, pero
no había dicho ni hecho nada al respecto, bueno, nada demasiado obvio, porque
era más que sabido que G odiaba a Spade, y el ilusionista sabía que era por
eso, esa era la razón detrás de aquel desmesurado odio.
Con un movimiento de mano y un suspiro
de cansancio hizo desaparecer la ilusión, en el preciso momento que escuchó que
alguien llamaba a la puerta de su habitación.
Deamon no quería recibir a nadie, no
quería ver a nadie, simplemente quería estar solo. Nuevos golpes se escucharon
en la puerta y el guardián hizo todo lo posible por ignorarlos.
-
¿Deamon? – pudo escuchar que le
hablaban del otro lado de la puerta, el guardián de la niebla abrió sus ojos en
sorpresa, había reconocido quien estaba afuera, esperando por una respuesta de
su parte. Pero no podía ser posible ¿Qué hacía allí afuera? - ¿Deamon? ¿Estás allí? – Se escuchó la
voz, esta vez cargada de algo que bien parecía ser preocupación.
Spade se acercó con pasos lentos a la
puerta y la abrió con cierta inseguridad, aunque en el exterior se viera su
siempre seguro y firme semblante. El ilusionista se encontró de lleno con los
ojos anaranjados de Primo, el cual venia exactamente igual a como lo había
visto hace unos momentos atrás, casi como si su cabeza le estuviese jugando
travesuras.
-
¿Sucede algo? – Inquirió el guardián
completamente serio, ocultando a la perfección el remolino de emociones que
estaban haciendo un desfile dentro de su cabeza, dudas e incertidumbres.
-
¿Puedo pasar? – le respondió el rubio con
otra pregunta, Spade enarcó una ceja y se hizo a un lado para que el otro
pudiese pasar, una vez que lo hizo cerró la puerta a su espalda-
-
¿Primo? – el ilusionista pudo notar
algo extraño en el comportamiento del otro, como rehuía su mirada, como evitaba
mirarle directamente.
-
Yo…- no sabía por donde
partir, las palabras estaban atrapadas en su garganta. Notando que no podía
decir nada si continuaba así, tomo la decisión de seguir sus instintos,
aquellos que nunca le habían fallado, los mismos que le decían que actuara y
después pensara.
Así que decidido dejó de lado la duda
y se acercó a Deamon, el que le miraba atentamente con una ceja arqueada.
-
¿Sucede algo? – volvió a preguntar.
-
Aun no - fue la escueta respuesta del rubio antes de
que el más alto sintiera unos labios calientes y hambrientos sobre los suyos.
Su cerebro decidió en ese preciso
instante irse de vacaciones a un lugar muy lejano, simplemente se fue a negro,
no podía creer lo que estaba sucediendo. ¡¡Primo le estaba besando!!
¡¡Besando!! ¡¡A él!!
No tuvo que pensarlo dos veces, no
desaprovecharía una oportunidad como esta, quizás la única que tendría en su
vida, así que sin dudarlo rodeó con sus brazos el cuerpo de Giotto, y le besó
como si no hubiese un mañana, devoró esos labios con ganas, probando de esa
boca que por nada se parecía a la de aquella ilusión que varias veces había
besado en su desesperación. Los labios, la boca de Primo sabían a café, a
chocolate amargo, a poder y a determinación, a todo aquello que ahora en este
encuentro casual estaba dominando, podía sentir como el rubio temblaba en sus
brazos, como sabia que sus rodillas no le sostendrían por mucho tiempo
¿Alguna vez alguien le había tocado de
esta manera?
¿Alguna vez le habían besado como le
besaba Deamon?
-
No sé que estoy haciendo
- fue lo primero que dijo el rubio al repararse
del más alto.
-
A mí me parece que solo
estabas disfrutando – le
respondió Deamon con una sonrisa de medio lado, adentrando una de sus manos
enguantadas en la polera de Primo, acariciando la piel de su espalda, sintiendo
como el rubio volvía a temblar.
-
Esto podría no ser bueno
– susurró
Vongola con cierto miedo, con cierta duda en su voz, Spade podía sentir que
esta era su oportunidad, la única oportunidad que se le presentaría para tomar
lo que más deseaba.
-
¿Bueno? ¿Bueno para quién?
¿Para ti? – soltó
-
Para la familia.
-
Deja de pensar en la
familia solo por esta noche y piensa solo en ti, en lo que tu quieres – ambos guardaron silencio
tras esas palabras.
-
Solo por esta noche – Deamon no puedo evitar
dibujar una sonrisa en sus labios.
Al fin, el cielo seria solo para él.
Aunque fuese solo por una noche.
Fin
capitulo 1.
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