9 de marzo de 2011

"Dangerous & Moving"

Publicado por Ororo
Nombre: "Dangerous & Moving"
Fandom: Katekyo Hitman Reborn.
Autor: Lady Lucifer / Lady Orochimaru / Ororo.
Clasificación: PG-16
Parejas: Dino Cavallone / Hibari Kyoya.
Género: Romance.
ADVERTENCIAS: No hay advertencias que decir~ 
Resumen: Letal y mortífero, esas eran dos palabras que definian a la perfeccion a Hibari Kyoya. El como Dino Cavallone habia logrado domarle hasta la sumision era algo que solo él y el guardian de la nube sabrían.

Nota de la autora: Este fic entra en la categoría de oneshot que escribí basándome en canciones que me gustan, así que pueden ir y buscar la canción para escucharla mientras leen, es del dueto ruso "Tatu" y lleva el mismo nombre del fic.

Ororo.






"Dangerous and moving"


"Tomaste todo lo que tenia y nunca lo devolviste"

Dino soltó un suspiro y continuó caminando por los pasillos de la mansión Vongola, Tsuna le había llamado con urgencia, alegando que tenía un problema que solo él podía solucionar, y el joven jefe Cavallone siento el amigo seudo hermano mayor del castaño simplemente no había podido negarse a tal pedido.

El rubio se detuvo precipitadamente al escuchar ruido provenir de uno de los tantos salones del pasillo por donde estaba pasando.

- ¿Pero que demonios? – susurró para si mismo acercándose a la puerta y abriéndola con cuidado. No pudo evitar enarcar una ceja ante lo que acontecía en el interior de aquel salón.

- ¡Dino-san! – esa era la voz de Tsuna, el que estaba apegado a la pared cerca de la puerta, a su lado y aferrado fuertemente a su mano estaba el pequeño guardián del trueno, de ahora 10 años de edad.

- ¿Qué sucede? – inquirió el rubio adentrándose un poco mas en el lugar, sin llamar la atención de quienes estaban peleando.

El salón estaba destrozado y en el centro de este, de pie con armas en sus manos estaban nada mas y nada menos que Rokudo Mukuro y Hibari Kyoya, ambos presentaban uno que otro corte, una que otra herida. Dino escuchó como el castaño soltaba un largo suspiro de cansancio.

- Lo de siempre – le respondió Tsuna, a lo que Dino enarcó una ceja, si bien sabia que Kyoya y Rokudo no se llevaban bien, nunca creyó posible que a pesar de todo el tiempo que había transcurrido aun explotaran en peleas como estas.

- ¿¡Siempre es así! – soltó sorprendido.

- No, no – corrigió Tsuna – Ellos discuten, esta vez las cosas se salieron un poco de control.

- ¿Un poco? – inquirió - ¿Cuántos salones han destruido ya?

El rubio pudo ver como el otro dudaba un poco y desviaba la mirada, como si estuviese meditando que clase de respuesta dar. Dino no pudo evitar pensar que todo esto saldría muy caro.

- Tres – le respondió finalmente el menor.

- Por un segundo pensé que serian mas – le dijo el mayor pasándose una mano el cabello – Entonces ¿Qué quieres que haga? ¿Me llamaste para controlar a Kyoya?

- Si – le respondió el castaño con firmeza.

- Son tus guardianes, deberías poder controlarlos – le soltó el rubio cruzándose de brazos.

- En cualquier otra situación lo haría, pero ahora están demasiado metidos en la pelea, si intervengo ahora podría hacerles daño.

- Oh – eso era algo que Tsuna evitaría a toda costa, sin importas las circunstancias.

- Por eso te llame, tu eres la única otra persona que conozco que puede controlar a Hibari-san – Dino sonrió de medio lado ante esto.

- Esta bien, yo me encargo de Kyoya, tú preocúpate de Rokudo.

- Lo se. – Tsuna miró al niño que aun tenia fervientemente sujeto, el que le miró con sus brillantes ojos verdes – Lambo, ve a donde Yamamoto ¿Ya?

- Esta bien – y Lambo salió del lugar obedeciendo las palabras del castaño.

- Eso si me sorprendió – soltó Dino como quien no quiere la cosa, después de todo el guardián más joven no era conocido por su amor a las ordenes, muy por el contrario.

- Mejor hagamos esto rápido, no quiero lidiar con mas lugares de la mansión destruidos.

Con un movimiento rápido Tsuna pasó a Hyper Mode y se lanzó a por Mukuro, el cual estando tan concentrado peleando con Hibari no se percato de este ataque sorpresa, quedando de esta manera inconsciente en el suelo con Tsuna sentado sobre el. Antes de que Hibari pudiese aprovecharse de todo esto Dino movió su látigo con destreza y atrapó las tonfas del menor, las que arrojó a un lado para luego con otro movimiento preciso atrapar las manos del moreno.

- Suéltame – soltó el moreno en un susurro peligroso.

- No – respondió Dino tirando del látigo y atrayendo al menor hacia él, a pesar del hecho de que Hibari ya no era un niño, seguía siendo más bajo que Dino, solo un poco mas bajo. El rubio no pudo evitar pensar que a pesar de que tuviese 21 años el japonés no había cambiado nada.

El rubio estaba seguro de que si las miradas mataran, estaría seis metros bajo tierra. Aseguró el agarre que tenia en las manos de Hibari.

- ¿Qué quieres ahora Tsuna? – inquirió Dino mirando al castaño, el cual había dejado al ilusionista a un lado, peculiarmente con la cabeza de este apoyada en su regazo.

- Llévatelo de la mansión – Hibari se volteó lentamente para mirar a Tsuna.

- Herbívoro…- soltó con voz peligrosa, a lo que el castaño achicó la mirada.

- Nada de herbívoro – le respondió desafiante – No quiero a ninguno de ustedes dos en la mansión Vongola hasta que todo este reparado – soltó notando como su guardián de la nube mirada al de la niebla – Mientras mas lejos estén el uno del otro, mejora para todos…en especial para mi – dijo con voz cortante.

- Me parece una buena idea – le respondió Dino mirando a Tsuna y luego a Hibari - ¿Vamos Kyoya?

- Te morderé hasta la muerte – le respondió – mejor los morderé a todos.

- Si, si – Dino no le dio más importancia al asunto y rodeando con su látigo el cuello de Hibari, hizo presión, unos de segundos de privación de aire y el guardián de la nube caía inconsciente en los brazos del rubio.

- Eso fue algo que nunca me habría esperado – dijo Tsuna viendo como Dino tomaba a Hibari de la espalda y las rodillas.

- Yo tampoco me esperaba que dejaras a Rokudo inconsciente con un solo golpe y después me sujetaras con tanto cuidado – el castaño enarcó una ceja y paso la mirada del rubio al japonés inconsciente que tenia en sus brazos – Lo se, lo se. Lo mismo va para mi - y con una sonrisa en los labios salió del destruido salón y luego de la mansión, subiendo al automóvil que le esperaba afuera.

El viaje fue relativamente corto. Dino estaba agradecido de que Hibari no hubiese despertado en el trayecto, hubiese hecho todo aun mas complicado. Cuando entró a la mansión Cavallone con el guardián Vongola de la nube en brazos, Romario le miró con cejas arqueadas y brazos cruzados, esperando alguna clase de explicación para esto.

- ¿Jefe?

- Después Romario, después – fue lo único que dijo el rubio para luego subir las escaleras rumbo a su habitación, el moreno en sus brazos se removió un poco, pero no despertó, el rubio sonrió y se adentro en su recamara, cerrando la puerta a su espalda con una patada suave, aun no quería despertar a su pupilo.

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Hibari comenzó a abrir sus ojos oscuros, de inmediato su cerebro comenzó a reordenar todo dentro de su cabeza, todo lo que había sucedido antes de perder la conciencia, recordó con claridad la discusión y luego la pelea con Rokudo Mukuro, la sorpresiva intervención de Sawada Tsunayoshi, y luego…oh si…el látigo de Cavallone. El moreno termino de despertarse para así poder analizar sus alrededores y salir de donde fuera que estaba lo mas rápido posible. Enarcó una ceja al reconocer el lugar en donde estaba, volteó la mirada al sentir un brazo alrededor de si cintura, al hacerlo se encontró con el rostro semi despierto del rubio jefe Cavallone.

- Buenos días Kyoya – saludó el mayor algo somnoliento. Hibari achicó la mirada dispuesto a darle un solo golpe, pero notando de inmediato que no podía hacerlo.

- ¿Qué…

- Tenia que asegurarme que no me matarías mientras dormía – soltó el rubio como quien no quiere la cosa, señalando las esposas que sujetaban las muñecas del menor, las que a su vez estaban sujetas a una cadena y a la cabecera de la cama.

- Suéltame – siseó el japonés moviendo sus manos para ver las esposas que le sujetaban. Dino rió por lo bajo y apretó el cuerpo del otro al suyo. Hibari se removió pero el rubio era mas fuerte, bastante mas fuerte de lo que hacia creer al mundo y al mismo Hibari.

- Vamos Kyoya, no tienes porque ponerte así – las palabras de Dino parecieron avivar aun mas las ganas del menor de soltarse del agarre, pero si algo le sobraba al jefe Cavallone, era paciencia y perseverancia, así que no se movió.

Pasaron unos minutos y luego unas horas, el movimiento se atenuó hasta desaparecer por completo, Dino supo que Hibari se había cansado de insistir al fin. La respiración acompasada del menor le indicó que este se había quedado dormido.

- Ves que no es tan difícil - soltó al aire. Llegar a esto había costado, pero Dino tenía sus puntos de ventaja en comparación a Hibari. Era paciente, perseverante y por sobre todo era mas fuerte de lo que aparentaba, todo ello junto le brindaba al jefe Cavallone todas las de ganar, solo si se enfrentaba al japonés solo.

El rubio se había deshecho de la chaqueta, corbata y pantalones de Hibari, dejando al joven guardián de la nube solo con su camisa morada, la que en contraste con su piel le hacia resaltar aun mas. Dino no pudo evitar sonreír ante el pensamiento de que Hibari se veía adorable así, entre sus brazos, durmiendo tranquilamente, tras ese pensamiento, el rubio regreso a dormir.

Para cuando el guardián Vongola de la nube comenzó a despertar nuevamente, lo primero que noto fue el hecho de que seguía en el mismo lugar y segundo que para su sorpresa estaba completamente solo. Con la mirada sombría comenzó a analizar su situación, partiendo por suponer en donde podría estar Cavallone, cuando tiempo tomaría para que este regresara, cuando tiempo podría tomar su escape y obviamente la inminente sentencia que caería sobre el rubio una vez que se viese libre de todo esto. Cavallone se había atrevido a dejarle inconciente en medio de una pelea, aquello era inconcebible.

Iba a moverse de la cama cuando no solo notó su atuendo, sino que también las esposas que continuaban adornando sus muñecas, Hibari miro dichas cosas como si fuesen el objeto mas despreciable en el universo, lo que era así tomando en cuenta las circunstancias en las que se encontraba.

Se sentó en la cama analizando las esposas, gruesas y por tanto resistentes, tenían un poco de llamas de ultima voluntad lo que volvía imposible que Hibari pudiese utilizar sus propias llamas para liberarse, no podía arriesgarse a usar su atributo si no sabia que consecuencias podría traer para el y como reaccionarían las esposas. Después de ello estaba el hecho de que solo llevaba su camisa puesta, la que le cubría apenas hasta el muslo. Achicó la mirada ante eso.

- Herbívoro pervertido – susurró para si mismo mientras se cubría con las sabanas, las cortinas en la habitación estaban abiertas, mostrando un brillante y resplandeciente sol, el moreno supuso que debieran ser las tres y algo de la tarde. De repente toda su atención se dirigió a la puerta, la que se abrió solo segundos después, revelando al rubio con una bandeja en sus manos.

- Veo que has despertado.

- Pervertido – soltó Hibari a modo de respuesta.

- No podía dejar que durmieras con esa ropa tan incomoda Kyoya – le respondió Dino entendiendo perfectamente a lo que se había referido con esa sola palabra.

- Suéltame – ordenó señalando sus muñecas, a lo que el mayor movió la cabeza negativamente, dejando la bandeja sobre su escritorio, fuera del alcance del menor.

- Sabes que si lo hago lo primero que harás será regresar a donde Tsuna y armar otra pelea con Rokudo – Hibari achicó la mirada.

- El herbívoro aquel merecía ser mordido.

- Y aquello no lo dudo, pero conociendo a Tsuna todas estas constantes peleas deben ser agotadoras.

- No me interesa el herbívoro Sawada Tsunayoshi.

- Sabes que muy en el fondo eso no es así, sino, no habrías entrado a pelear con Rokudo en primer lugar – Dino sabia que tenia toda la razón, después de todo conocía lo suficiente a Kyoya como para saber que si actuó como actuó es porque había una razón detrás de ello, esa era una de las mayores diferencias entre el actual Hibari Kyoya y el de hace 5 años atrás. El Kyoya de ahora solo bajo ciertas circunstancias actuaba y reaccionaba como había reaccionado en la mansión Vongola.

Hibari guardo silencio viendo como el rubio se acercaba con la bandeja de comida y se detenía a su lado con una sonrisa suave en sus labios.

- Nada de intentar matarme. Mi tarea aquí es mantenerte fuera del alcance de Rokudo y fuera de la mansión Vongola – el moreno le miró enarcando una ceja – Tuve que amarrarte – señaló las esposas con la mirada.

- A tu cama – soltó Hibari.

- Si, me pareció una buena idea – un silencio siguió a esas palabras - ¿Vas a matarme?

- Comeré primero – le respondió el moreno, a lo que Dino dejó la bandeja sobre el regazo del menor y se sentó en el borde de la cama con una sonrisa en los labios. Hibari tenía suficiente libertad en sus manos como para comer sin problema alguno.

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- Entonces…¿Todo esta bien? – la voz de Tsuna sonaba…dudosa, aunque era comprensible, cualquier en sus circunstancias tampoco creería del todo las palabras del otro.

- Si, excelente – le respondió Dino - ¿Cómo están las cosas por allá? -inquirió el rubio girándose en la silla para así poder ver por la ventana.

- Mejor. Mukuro esta relativamente mas tranquilo – comenzó a decir el castaño del otro lado de la línea – Aunque tuve que llamar a Chrome-san para que viniera a vigilarlo.

- Ah…

- A ayudado bastante – Tsuna rió al recordar algo – Aun no entiendo como Hibari-san puede estar tan tranquilo contigo.

- ¿Tranquilo? – inquirió con una risa suave – Kyoya no esta tranquilo, todos los días quiere salir de aquí.

- ¡¿Qué? ¿Entonces?

- Tengo paciencia, y Kyoya sabe que no lo dejaré irse hasta que tu me digas que lo quieres de regreso en la mansión – le respondió Dino como si aquello fuese la cosa mas obvia del mundo.

- Cavallone tiene algo de sentido – el rubio pudo escuchar otra voz del otro lado de la línea.

- ¡Mukuro! ¡Que te he dicho de entrar en mi oficina!

- ¿Qué no lo haga? Kufufufufufufu

- ¡Mukuro! ¡Mukuro! ¡Desátame! ¡Ahora! – Dino enarcó una ceja, las cosas parecían estar poniéndose interesantes del otro lado del teléfono.

El rubio pudo escuchar que el teléfono caía al suelo, unos gritos mas de Tsuna, la risa de Mukuro y luego que alguien recogía el teléfono.

- Lo siento Dino-san – era Tsuna, sonaba algo cansado.

- ¿Y Rokudo?

- Inconciente…Otra vez – soltó como quien no quiere la cosa - ¡Oh! Chrome-san, ¿Podrías llevarte a ese bulto? – escuchó Dino que le decía a la chica que acababa de entrar.

- Por supuesto Boss.

- ¿Ella puede sola? – no pudo evitar preguntar el jefe Cavallone.

- No puedes imaginarte lo útil que pueden ser las ilusiones.

- Me imagino – Dino rió.

- Entonces nos veremos.

- Por supuesto, tú me avisas cuando quieras de regreso a tu guardián de la nube.

- Lo haré, lo haré.

Dino finalizó la llamada, dejó el teléfono en su respectivo lugar en el escritorio y sonrió levemente. Pasando una mano por su cabello, el rubio no pudo evitar pensar sobre la curiosa suerte de Tsuna, si bien el jefe Vongola tenía los guardianes más poderosos desde Primo, eso no quitaba el hecho de que cada uno de ellos era un espécimen propio, todos excéntricos a su propia especial manera.

El rubio se dedico a firmar unos documentos y a hacer una que otra llamada telefónica, las horas pasaron con demasiada prisa, para cuando se dio cuenta, el sol ya se había ocultado en el cielo, el que a su vez ya estaba salpicado de brillantes estrellas. Se detuvo un segundo para ver el reloj de su muñeca.

- Las diez – soltó para si. Desvió la mirada a sus documentos – Lo mejor es terminar todo esto primero – se dijo para luego continuar firmando y revisando cosas, así dejaba trabajo adelantado y podía descansar un poco mas. Dino sonrió ante la expectativa de descanso, más aun si este incluía a Hibari.

Hibari por su parte caminaba de un lado a otro en la habitación de Dino, el rubio se había deshecho de las esposas, pero en su lugar había fortificado toda posible vía de escape que el moreno fuese capaz de encontrar en la recamara.

El joven guardián de la nube iba descalzo, llevaba unos pantalones holgados que Dino había conseguido para el y una polera de este mismo, todo el conjunto de color negro, lo que había resaltar la piel blanca del japonés. Estaba aburrido y harto de estar encerrado, pero por lo menos la habitación del rubio era lo suficientemente grande como para que Hibari no se sintiera sofocado. Con el pasar de los días, las ganas de regresa a la mansión Vongola a golpear a Rokudo Mukuro hasta dejarlo hecho pulpa se habían ido atenuando poco a poco, no quería admitir que el rubio le había convenido de ello. En la practica mas que hacerle cambiar de parecer, el rubio entraba en todo esto como un factor distractor, todo lo que hacia, lo hacia para capar el 100% de la atención de Hibari, lo que por supuesto, lograba con mucha insistencia, lo que a largo plazo le hacia olvidar porque demonios estaba en la mansión Cavallone y no en la Vongola.

Soltó un suspiro y se sentó en el borde de la cama, se quedo en esa posición una buena cantidad de minutos, a la espera de que algo sucediera, lo que sea. De repente la puerta de la habitación se abrió y por esta se asomó Romario, quien traía una bandeja en sus manos.

- Buenas – soltó adentraba en a habitación y dejaba la bandeja adentraba en a habitación y dejaba la bandeja sobre el escritorio – El jefe se quedará hasta tarde en la oficina, tiene algunas cosas que hacer – le dijo el mayor sabiendo que por si mismo Hibari no preguntaría absolutamente nada con respecto a Dino – Si desea algo mas no dude en pedirlo – dijo señalando un pequeño aparato de comunicación interno, semejante aun teléfono – El numero uno soy yo – y tras eso salio de la habitación del rubio, dejando al joven japonés nuevamente solo.

Hibari espero unos minutos antes de ponerse de pie y acercarse al escritorio, en donde la comida esperaba. Al destapar la bandeja, nuevamente se encontró con un plato de comida japonesa perfectamente preparada, siempre que venia a la mansión Cavallone esos pequeños detalles estaban allí para el, como era el caso de la comida.

El guardián Vongola comió todo lo que Dino había mandado a preparar para él, para luego acercarse a la ventana de la habitación, desde allí podía ver la parte trasera de la mansión, una piscina, unos amplios jardines, hombres patrullando. Se volteo para ver la hora, el reloj en una de las paredes marcaba las 10 de la noche, por alguna extraña razón no parecía tener muchas ganas de dormir.



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- Peligroso y en movimiento – soltó Dino mirando a Romario con enfado en sus ojos cafés - ¿Cómo sucedió esto? – inquirió preocupado poniéndose de pie.

- No lo se muy bien – le respondió el mayor agachando la mirada – Esto no debió suceder.

- ¡Por supuesto que no! – el rubio rodeó el escritorio y comenzó a acercarse a la puerta – Llama a Vongola y dile lo que sucedió, no creo que Kyoya haya dejado la mansión, pero mas vale prevenir – le ordenó Dino antes de salir presuroso de su oficina.

Tal como le había dicho a Romario, no creía que el otro se hubiese ido así como así de la mansión, no después de estas dos semanas en donde Dino se había dedicado con calma y paciencia a tranquilizar a Hibari. Con su experiencia para tratar con el menor, sabía como lidiar con sus desplantes, con su peculiar carácter, con todo eso, después de todo la relación que tenían Dino y Hibari se rozaba tentadoramente con una fina línea en donde del otro lado esperaba la palabra "amantes", el rubio había sabido ser paciente y sabia con seguridad que a pesar de lo que pudiese decir o hacer el menor, este no le rechazaba por completo, y Dino realmente deseaba con todo su corazón que ese "no rechazo", fuese algo mas….solo para saber que todos estos años no habían sido en vano.

El rubio se detuvo abruptamente en mitad de un pasillo y se volteó, frente a él la biblioteca de la mansión. Dino tenia un presentimiento, y si algo había aprendido en sus años de entrenamiento, era el hecho deque un presentimiento, cualquiera que fuese debía ser escuchado. Así que tomando una decisión abrió una de las puertas dobles de la biblioteca y entró.

- ¿Kyoya? – llamó con voz suave.

- Deberías saber que en estos lugares no se habla – fue la seca respuesta. Dino no pudo reprimir su sonrisa al escuchar esas palabras. Al parecer no había estado tan equivocado después de todo.

- Lo se, pero esta es mi biblioteca – puntualizó, caminando entre las estanterías, buscando con la mirada al joven guardián Vongola, el que al parecer se había ocultado perfectamente entre las sombras - ¿Por qué escapaste?

- No escapé – señaló el menor.

- ¿Entonces?

- Necesitaba salir – soltó como si nada, Dino sonrió mas ampliamente ¿Por qué aquella respuesta no le parecía extraña?

- Todos en la mansión creen que escapaste – comenzó a decir el rubio sin detener sus pasos – Tengo a todos mis hombres buscándote por los terrenos alrededor de la mansión.

- Deben estar buscando en los jardines y en lo profundo del bosque cercando – Hibari tenia razón, ninguno de ellos pensaría que el japonés continuaba en la mansión, solo Dino lo había creído, y solo le había dicho s Romario, lo que significaba que quizás nadie les encontraría ¿Por qué ese solo pensamiento hizo que miles de imágenes nada puras cruzaran la cabeza del rubio?

- Pervertido – Hibari apareció frente a él en un abrir y cerrar de ojos, y antes de que el rubio pudiese decir algo mas, sintió como algo frío envolvía sus muñecas. Hibari había traído consigo sus esposas.

- ¿Y esto?

- Retribución.

- Venganza querrás decir.

- Quizás – el moreno sonrió de medio lado y Dino no pudo evitar sonreír también.

Hibari empujó a Dino hasta hacerle caer sentado sobre un sillón cercando, para luego afirmar las esposas sobre la cabeza del rubio en una firme lámpara de metal, de aquellas que van del suelo hasta arriba.

- ¿Qué haces Kyoya? – el mencionado no respondió, simplemente para sorpresa del rubio se sentó sobre él.

Y con una sonrisa de medio lado…

- Ahora, preparate para ser mordido – Y Dino no pudo mas que reír.

Sus esfuerzos habían dado frutos al fin.


FIN.

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