10 de marzo de 2011

"Insatiable" Capitulo 3

Publicado por Ororo
Aquí esta el capitulo 3 de "Insatiable",

"Todos se había salido de control demasiado rápido. Tsuna no podía creer que se había dejado llevar, que se había dejado seducir por Mukuro, aun sabiendo lo peligroso que era. Ahora tiene un enorme secreto que mantener y que no solo tiene que ver con el hecho de haber liberado al ilusionista, sino que con lo que había hecho con este. ¿Que pensaría su familia? ¿Que pensaría Reborn? ¿Que se supone que haría ahora?"

Espero les este interesando la historia.

Continúen leyendo.

Ororo.



"Insatiable"


Capitulo 3: “Meditando las acciones”


- Oh dios mío ¿Qué hice? – fue lo primero que dijo en un susurró al abrir sus ojos y recordar todo lo sucedido l anoche anterior, Mukuro dormía placidamente a su lado como si no hubiese pasado absolutamente nada, de hecho uno de los brazos del guardián envolvía la cintura del jefe Vongola posesivamente – Mierda…- Tsuna se desenredó de las sabanas y del brazo del mayor y se puso de pie, gesto del cual se arrepintió al sentir una dolorosa punzada en su trasero…- Maldito bruto…- se quejó mientas se colocaba la polera que había estado usando antes de que todo esto sucediera, y se acercó al escritorio. Sacando papel y lápiz escribió un pequeño mensaje para el guardián, realmente no tenia la más remota idea de cómo lidiar con esto ¿Cómo podría mirar a Mukuro sin recordar lo sucedido? Esto se había salido de control por completo.

Tras escribir el dichoso mensaje, se metió al baño, se ducho rápidamente y se vistió en tiempo record, para luego salir de su habitación rumbo a su oficina, al momento de entrar en esta, por poco y le da un ataque al ver que su arcobaleno tutor estaba sentado sobre el escritorio leyendo unos papeles, por lo cual, para suerte de Tsuna no le había visto saltar de la sorpresa, gesto que habría hecho sospechas al mayor de inmediato. Fue allí que mientras cerraba la puerta a su espalda cayó en la cuenta de que Reborn no debía saber por ningún motivo que Mukuro estaba en la mansión y mucho menos que estaba en su recamara durmiendo después de haber tenido sexo descontrolado con el. Cada vez que se decía mentalmente aquello, no dejaba de sonar peor.

- Buenos días Reborn…- saludó Tsuna acercándose al escritorio, percatándose en ese momento que en el sofá Lambo dormía placidamente, el jefe Vongola no pudo evitar enarcar una ceja ante esto, su tutor desde hace un tiempo hasta acá, había desarrollado una extraña obsesión con su guardián del trueno. Obsesión que Tsuna aun no terminaba de entender, después de todo Reborn era un asesino altamente peligroso de unos 25 años, mientras que Lambo era su guardián del trueno de unos 12 años apenas. Algo en todo esto no terminaba de cuadrar, pero conociendo a su tutor lo mejor era no saberlo.

- Toma tus cosas, tenemos una reunión en la ciudad – le dijo el arcobaleno de manera cortante, a lo que Tsuna simplemente asintió.

- ¿De familias? – inquirió mientras sacaba sus guantes, su capa y un maletín que Reborn había preparado y que de seguro uno de sus guardaespaldas llevaría.

- No, de jefes…- tras esas últimas palabras Tsuna terminó de colocarse su capa y le sonrió a su tutor como si nada hubiese pasado.

- ¿Nadie se va a quedar en la mansión? – interrogó el jefe temiendo un poco por Lambo, después de todo no estaba dispuesto a dejar a su pequeño guardián del trueno con el maniaco de Mukuro en la mansión.

- Bianchi esta en la cocina.

- Ah, excelente – eso le tranquilizaba un poco, solo un poco.

- ¡Vamos!

Aun con algo de nerviosismo ante el hecho de dejar al guardián de la niebla en la mansión, no dudo en subir al vehiculo que le llevaría a la ciudad a el y a Reborn.
El silencio les envolvió al momento que el automóvil comenzó a moverse alejándose poco a poco de la mansión.

- Gokudera-kun y Yamamoto-kun deberían regresar hoy…- comentó Tsuna intentando quitarse de la cabeza a Mukuro, aunque sea por unos momentos, porque si continuaba pensando en él, seria cosa de minutos para que su tutor notara su actuar extraño.

- Si, se supone…- le respondió Reborn mientras miraba por la ventana – Hibari pasará por la mansión dentro de la próxima semana.

- ¿Hibari-san? – interrogo enarcando una ceja.

- Ha estado investigando algunas cosas con Dino.

- Entiendo – Tsuna guardo silencio unos segundos antes de recapitular en donde estaban sus guardianes, recordando que aun le faltaba por preguntar por uno de ellos - ¿Y Ryohei?

- Dijo que se quedará unos días mas y que estará listo para cualquier misión una vez que este de regreso en la mansión.

- Ya…

El silencio les envolvió por todo el transcurso del viaje, Tsuna no podía dejar de pensar en Mukuro y en lo que habían hecho, o sea ¡¡Habían tenido sexo!! No una sino varias veces en una sola noche, el menor se sonrojo solo al recordar eso, ninguno de los dos había podido detenerse, se habían dejado llevar y habían acabado haciéndolo sin miramiento alguno, y ahora era momento de lidiar con las consecuencias, aunque ahora Tsuna no estaba muy seguro de saber si tendría que lidiar con las consecuencias de haber liberado a su guardián de la niebla o con el hecho de haberse acostado con este.

- //Quizás con ambas, después de todo, una es consecuencia de la otra…//



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- Por lo menos ya mañana podremos regresar.

- ¿no le dijiste a Tsuna que volvíamos hoy?

- Creí que regresaríamos hoy.

- Entonces aun tenemos algo de tiempo antes de regresar.

- No se que estarás pensando Yamamoto, pero aléjate de mi, aun estamos trabajando.

- De hecho no Hayato, Xanxus dijo que habíamos terminado.

- Oh, y hablando de Xanxus ¿Cómo estuvo tu conversación con Squalo? – no había que ser un genio para percibir el tono peligroso en la voz del guardián de la tormenta.

Ambos se encontraban en la habitación de hotel de Gokudera, nunca en su sano juicio se quedaría en la mansión Varia, hacerlo seria cometer suicidio, solo los mismo Varia podían vivir en un lugar como eso y soportarse, bueno quizás no tanto así como soportarse, por de alguna u otra forma podían vivir todos bajo el mismo techo, algo que nunca terminaba de sorprender a Gokudera, en la mansión Varia siempre sucedían cosas extrañas, demasiado extrañas. Por eso habían decidido quedarse en un hotel, con habitación separadas, después de todo se supone que habían viajado por trabajo no por placer, por eso mismo se habían reunido en la recamara de Gokudera para ver los últimos detalles de su informe, aquel que le presentarían al jefe, pero al parecer ambos tenían otras cosas en la cabeza, las cuales son tenían nada que ver con trabajo.

- Si no te conociera Hayato, diría que estas celoso de Squalo. – soltó el espadachín como quien no quiere la cosa, mientras se sentaba en un diván que había en la habitación, a la espera de la reacción del otro guardián.

- ¡¿Celoso?! ¡¿Yo?! ¡¡De ese tiburón!! ¡¡Estas loco!! – le gritó Gokudera cruzándose de brazos y acercándose para mirar por la ventana.

- Ves, tu sola reacción solo lo afirma – soltó Yamamoto.

- ¡¡Eres un estúpido!! – le gritó Gokudera de vuelta.

- Si, lo se, cada vez que puedes me lo repites.

- Arg…- el guardián de la tormenta le dio la espalda en un afán de simplemente ignorarle, pero el problema estaba en el hecho de que a Yamamoto Takeshi no se le ignora, mucho menos Gokudera.


Así que mientras el peligris ignoraba olímpicamente al espadachín, este se acerco con pasos firmes y silenciosos al otro, una vez que estuvo justo detrás de este le rodeo la cintura con sus brazos. El consigliere se quedo quieto en el abrazo, sin moverse un centímetro, simplemente estando allí, de pie.

- No creas que se me pasara el enojo así como así.

- Estas enojado porque dije que estabas celoso de Squalo.

- ¡¡Que no estoy celoso del tiburón ese!!

- No tendrías porque, después de todo Squalo es de Xanxus…- Gokudera se volteó en el agarre y clavó sus ojos claros en los oscuros de Yamamoto.

- ¿Nada con Squalo? – inquirió el guardián de la tormenta en un susurro quedo.

- Xanxus me mataría de solo pensarlo – Gokudera enarcó una ceja ante esa respuesta.

- ¿Solo por eso?

- No es solo por eso…- susurró Yamamoto envolviendo calidamente al otro guardián – Tu eres el único…el único para mi…- el pelinegro le susurró con cuidado, dejando que su aliento acariciara el oído del peligris.

- Eso lo dices para que puedas acostarte conmigo – soltó Gokudera con una sonrisa de medio lado.

- Bueno, eso también…- murmuró el espadachín escabullendo una de sus manos dentro de la camisa del otro guardián.

- Pervertido.

- Sabes que te gusta.

Tras esa ultima afirmación de parte del mas alto, Yamamoto comenzó a besar a Gokudera en un camino desde su oreja hasta sus siempre calidos labios, sus lenguas se encontraron en la típica batalla que siempre tenían por el control, el pelinegro comenzó a quitarle la chaqueta al otro, notando como ambos retrocedían hasta caer en la cama, Gokudera sentado sobre el otro guardián.

Ambos se miraron por unos segundos para después continuar con lo que hacían, Yamamoto acariciaba las piernas de Gokudera por sobre la tela del pantalón que este llevaba, mientras el peligris se quitaba la chaqueta y luego la camisa en movimientos precisos y sensuales, disfrutaba ver como los ojos del espadachín se llenaban de lujuria al solo verle desvestirse.

Sonrió de medio lado mientras dejaba caer la camisa en una pila de ropa a un lado de la cama, Yamamoto aun estaba completamente vestido, lo cual solo aumentaba el deseo en el peligris, le gustaba sentir el rose de la ropa en su piel, y bien sabia que eso desesperaba al pelinegro, el cual solo quería sentir el rose de sus pieles, un poco de tortura nunca faltaba en momento como estos.

- Deja quitarme la camisa – dijo Yamamoto mientras se sentaba en la cama con algo de esfuerzo, ya que Gokudera no se había movido centímetro alguno para hacerle mas fácil la tarea, muy por el contrario, al momento en que el espadachín se sentó en la cama pudo sentir como deliberadamente el otro guardián movía sus caderas para poder rozarlas con las suyas, haciéndole temblar de placer. – Y el pervertido era yo…- soltó con cierta ironía…

- Sigues siendo tu…- le devolvió Gokudera besándole en los labios con una pasión que el otro no vio venir, el peligris tomó completo control de ese beso, disfrutando del sabor de la boca de Yamamoto, mientras que este se deshacía de la camisa quedando al igual que Gokudera aun con los pantalones puestos, lo cual esperaba solucionar en unos momentos mas.

Mientras Gokudera se divertía probando cada rincón de la boca de Yamamoto, este en un movimiento rápido recostó al peligris en la cama, con las piernas envolviendo sus caderas.

- No piensas hacérmelo fácil ¿No es así? – inquirió el espadachín al momento de separar su boca de la del otro guardián, el cual dibujo una sonrisa traviesa en sus labios

- Pero que bien me conoces.


El sexo entre ellos siempre era así, desordenado, agresivo, siempre luchando por dominar, sabiendo que Yamamoto siempre sería el dominante y Gokudera el sometido, siempre había sido así, pero eso no quitaba el hecho de que el intentarlo fuese divertido.

Con unos cuantos forcejeos mas, unos cuantos besos unos cuantos improperios de parte del guardián de la tormenta y finalmente estaban los dos completamente desnudos, a vista y presencia del otro.

- Nunca me canso de mirarte… - soltó el moreno con un sonrisa mientras pasaba sus dedos por el cuello del otro guardián, bajando por su pecho, acariciando con suavidad la piel a su paso, deteniéndose solo un poco antes de la clara excitación del peligris, deteniéndose a propósito.

- Nunca te cansas de decírmelo…- le respondió Gokudera mientras tomaba la mano que le había estado acariciando y la llevaba a su boca.

Con cuidado y dedicación lamió aquellos dedos, sabiendo perfectamente que Yamamoto sabía lo que quería.

- Estamos impacientes hoy… - dijo el moreno con voz divertida, sabiendo que eso solo haría enfadar al otro.

- Cállate y hazlo… - le regaño desviando la mirada

- Me encanta que seas así de temperamental

- Yamamoto – dijo en un tono peligroso, Gokudera era capaz deponerse de pie e irse de la habitación en ese momento si Yamamoto continuaba molestando.

- Lo se, lo se…

Y tras eso sus cuerpos se unieron en aquel conocido vaivén. No importaba cuantas veces ya lo habían hecho, no importaba cuando años ya llevaban juntos, para Yamamoto era como la primera vez, siempre diferente, siempre cambiante. Gokudera siempre reaccionaba de manera distinta a sus atenciones, un gemido diferente, un suspiro, el como sus labios se separaban para respirar entrecortadamente, todos y cada uno de esos detalles jamás pasaban desapercibidos para el espadachín, el cual siempre disfrutaba de ver esos cambios en el otro guardián.

Entrando y saliendo en ese cuerpo tan conocido, acariciando con sus manos esas cicatrices que solo el conocía, disfrutando como Gokudera se retorcía bajo su cuerpo y le envolvía con sus pálidos brazos el cuello, no queriendo soltarle, deseándole mas cerca.


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Y allí yacían los dos recostados en la cama, con todas las sabanas revueltas envolviéndoles apenas, Gokudera tenía apoyada la cabeza en el hombro de Yamamoto, mientras que este jugaba con el cabello del otro guardián…

- Esta un poco largo…- comentó el pelinegro como quien no quiere la cosa, sin dejar de jugar con los cabellos plateados.

- Había pensado lo mismo, quizás cortarlo un poco.

- Solo un poco, después de todo, adoro cuando te amarras el cabello en una coleta pequeña

- Esta bien.

Con esas palabras ambos decidieron que lo mejor era dormir un poco, mañana tendrían que viajar temprano de regreso a la mansión Vongola, así que simplemente cerraron sus ojos y se dejaron envolver por la calida presencia del otro.

No pasaron siquiera unos 30 minutos cuando un celular comenzó a sonar, de inmediato Gokudera comenzó a removerse en el abrazo de Yamamoto, abrió sus ojos algo somnoliento, percatándose de que era “su” celular el que sonaba…

- Demonios…- desenredándose de los brazos del espadachín se sentó en la cama para luego ponerse de pie a buscar su celular, el cual ante todo lo sucedido hace tan solo unos momento atrás simplemente había ido a parar a alguna parte entre el revoltijo de ropa - ¡Merda! – exclamó en italiano, era una mala costumbre que había agarrado con el tiempo, cuando estaba enojado comenzaba a hablar en italiano.

- Hayato…- escuchó que le llamaba el otro guardián, al momento de voltearse, este le arrojó su celular, por suerte y gracias a sus rápidos reflejos atrapó el dichoso aparato antes de que pudiera estrellarse contra algo y lo contestó de una vez…

- ¿Pronto?

- “¿Dónde están?” – era la voz de Reborn del otro lado de la línea.

- Estamos en un hotel en la ciudad cercana a la mansión Varia.

- “¿No se suponía que debían estar aquí?”

- Si, nos atrasamos un poco…- le respondió el consigliere - ¿Por qué? ¿Sucedió algo? – por alguna razón, Gokudera no dejaba de pensar que había algo raro en todo esto, algo en la voz de Reborn se lo indicaba.

- “Tengo un extraño presentimiento con Tsuna”

- ¿El décimo? ¿Sucede algo con el?

- “Algo…algo cambio hoy cuando partimos a la reunión, algo en él parecía diferente”

- Creo que eso es suficiente, regresaremos a la mansión Vongola de inmediato

- “Eso es lo mejor”

- Esta bien, allí estaremos – fueron esas sus ultimas palabras, dejó el celular a un lado, para luego sentarse en la cama junto a Yamamoto, e cual tenia la mirada clavada en el.

- ¿Qué sucedió con Tsuna? – interrogó el pelinegro mirando al otro guardián, Gokudera soltó un largo suspiro antes de mirar a Yamamoto, este a la espera de una respuesta

- Reborn-san tiene un mal presentimiento con el jefe…

- ¿Quiere que regresemos?

- Exacto

- Entonces no hay tiempo que perder – dijo Yamamoto poniéndose de pie y entrando en el cuarto de baño

Esa era una de las razones por la cual su relación era tan conveniente, no solo por el hecho de que el sexo era excelente, ellos realmente se amaban y todo eso, a pesar de que Gokudera no lo dijera en voz alta, Yamamoto lo sabía. Aparte de ese hecho ambos al ser guardianes de la misma familia, los dos sabían reconocer las prioridades, el jefe y su seguridad estaban primero por sobre todo lo demás, ya después seguía el resto…

Así que tras la llamada del arcobaleno, ambos terminaron de arreglarse, y sin más palabras partieron de regreso a la mansión Vongola, donde esperaban siguiera todo exactamente igual.

¡Oh! Pero que equivocados estaban.

¿Cómo podrían ellos saber la sorpresa con la que se encontrarían?


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Estaba de pie frente a su habitación, de pie completamente petrificado frente a su propia puerta, no sabia a que se enfrentaría una vez que entrara, ¿Cómo podría mirar a Mukuro después de lo que habían hecho? Mas aun cuando aun el mismo no sabia el porque lo había hecho.

Apoyó la frente en la lisa superficie de la puerta, meditando, simplemente pensando en todo lo que podría decir y en todo lo que no debería decir en absoluto. Tras calmarse un poco y soltar un suspiro, simplemente tomó el pomo de la puerta y la abrió sin mayores miramientos, recorrió con su mirada la habitación, en esta no había nadie, enarcando una ceja cerró la puerta a su espalda y caminó hasta acercarse a su escritorio.

- ¿Mukuro? – llamó con voz suave, nadie le respondió, su guardián de la niebla se había ido…pero ¿A dónde?

Por alguna razón, no sabia si estar aliviado o triste, ya de por sí toda la situación era extraña, ¿Cómo se supone que debía sentirse? Aliviado por que se había ido, triste porque lo extrañaba. ¿Lo extrañaba? Tsuna se sorprendió a si mismo sintiendo la necesidad de ver a Mukuro, de la misma manera que había sentido aquella necesidad que le impulso a liberarle.

- ¡¡Demonios!!

El jefe de la familia Vongola simplemente ya no sabia como lidiar con todo esto, y eso que aun nadie mas de la familia, aparte de Chrome, sabían lo que había hecho, todo lo que había hecho…no solo liberar a Mukuro, sino que también el haberse acostado con el y el ahora haberle perdido de vista. Todo esto solo podía significar que las cosas estarían por empeorar…

Se sentó en el borde de la cama, intentado mantener alejados todos los recuerdos de lo sucedido la noche anterior, se quitó la chaqueta para luego pasarse las manos por el cabello en un gesto de relajación, uno que no sirvió de mucho. Las consecuencias de sus actos comenzarían a llegar dentro de poco, y por mas que lo quisiera no podría detenerlas. De repente su celular comenzó a sonar, Tsuna soltó un suspiro, realmente no tenia muchas ganas de hablar con nadie, quizás solo era Gokudera llamándole para avisarle que estaban retrasados con Yamamoto, o quizás Dino para decirle sobre ciertas investigaciones, sacó el dichoso aparato del bolsillo de su chaqueta y miró la pantalla para así poder ver quien era el que llamaba.

- ¿Chrome? – frunció el ceño sin saber realmente como reaccionar o que pensar ante esto, ¿Porque le estaba llamando? Y justamente cuando se estaba cuestionando eso, el recuerdo de Mukuro asaltó su cabeza, ¿Y si llamaba para decir algo sobre su guardián? - ¿Pronto? – contestó el teléfono en italiano.

- El esta aquí – dijo con voz suave la joven del otro lado de la línea, y eso fue suficiente, antes de que Tsuna pudiese decir algo en absoluto, la ilusionista ya había cortado la llamada.

El pelicastaño con todas las preguntas en su cabeza dejó el teléfono celular a un lado, ahora sabía donde estaba su guardián, no tenía porque preocuparse ¿No es así? Ken, Chikuza y Chrome estaban con el, no había problema ¿No es así? Si eso era verdad ¿Por qué demonios sentía nuevamente ese vacío? ¿Ese algo faltante?

- Demonios…creo que esto esta tomando rumbos peligrosos…

Se recostó en la cama, boca arriba, meditando todo lo que había sucedido hasta ahora, por alguna razón, el joven Vongola temía que esto seria solo el principio de algo mas grande…Esta era la punta del Iceberg…El solo hecho de que se había permitido ser tomado por su guardián, un furioso sonrojo cubrió su rostro, le había entregado su virginidad a Mukuro sin siquiera pensarlo dos veces, se había dejado llevar por el momento, por la excitación, por las rudas caricias del mayor, por el rose de su piel, por esos diabólicos y demandantes labios, se cubrió el rostro con las manos, soltando un largo suspiro, había caído inevitablemente en las redes de Mukuro y ahora no sabia como salir.

Como hubiese sabido Tsuna de que su guardián de la niebla en ese preciso momento no podía dejar de pensar en el…

Sin saberlo, los dos pensaban en el otro y en como sin miramiento alguno habían acabado teniendo sexo como si no hubiese un mañana…

- No hay un mañana – murmuró Mukuro para si mismo, mientras dejaba su cabeza caer hacia atrás en el respaldo del sofá en donde estaba sentado…Su antiguo tridente apoyado inocentemente en una pared cercana, acaricio su cabello con sus manos enguantadas, soltó un suspiro u cruzó una de sus piernas sobre la otra.

- ¿Sucede algo Mukuro-sama? – el mayor no tuvo siquiera que moverse, sabia perfectamente que quien entraba confianzudamente al lugar en donde residía, solo podía ser una persona…

- No, querida Chrome…no sucede nada…- dijo él sin levantar la cabeza o cambiar de postura.

- No creo que este siendo sincero…- soltó ella, a lo que Mukuro le miró de reojo, la joven traía una bandeja en sus manos – Le traje algo de comer…

- Déjalo allí – dijo el, indicando una mesita cercana, Chrome obedeció y dejo la mencionada bandeja allí, para luego caminar unos pasos y acercarse al mayor, el cual se sentó derecho en el sofá y le miró con sus ojos bicolor - ¿Qué sucede? – inquirió él.

- Esto…- le dijo ella con voz suave sacando de su cuello lo que parecía ser un colgante, cuando el mayor lo vio con atención notó que de este pendía un anillo…

- El anillo…- comenzó a decir….

- Si, el anillo Vongola de la niebla…- le completó ella con una sonrisa bailando en sus labios. Ella terminó ce acercarse a Mukuro, se agachó lo suficiente como para tomar una de las manos de este y depositar en la palma abierta el anillo con cadena y todo – le pertenece…- dijo finalmente para luego cerrarle la mano alrededor del anillo, sonreírle ampliamente y salir del lugar a paso rápido.

- Esa niña sabe algo que no quiere decirme…- soltó Mukuro clavando sus ojos bicolor en el anillo que ahora yacía depositado en la palma de su mano. El recuerdo de Vongola Decimo bailó peligrosamente dentro de su mente, como una invitación a tomar aquello que estaba prohibido, pero que él había logrado saborear sin que nadie lo supiera…Y si que había valido la pena, el disfrutar de la piel del menor, de ese cuerpo retorciéndose bajo el suyo, esos ojos castaños llenos de deseo, perdidos en lujuria, aun podía sentir como en su espalda ardían los lugares en donde el joven jefe Vongola había clavado sus uñas…una sonrisa se dibujó en sus labios mientras acariciaba entre sus dedos el anillo que ahora le pertenecía y el que le corroboraba su lugar como el único y legitimo guardián de la niebla.

Rokudo Mukuro había sido capaz de tirar todo a un lado y acostarse con el jefe Vongola, frunció el ceño ante esto, él bien sabia que las cosas se habían salido de control, y ni el había logrado escapar de ello, muy por el contrario, había sucumbido sin miramiento alguno al deseo de poseer el cuerpo de Sawada Tsunayoshi de una manera que no involucraba ni tridente, ni sangre derramada, bueno no ese tipo de derramamiento de sangre, ya que sin lugar a dudas durante su desenfreno esta había estado presente.

Una sonrisa macabra se dibujó en sus labios al recordar la sangre ¿Es que acaso había tomado la virginidad del jefe Vongola? Su sonrisa se amplió al solo imaginar las posibilidades, sin lugar a dudas Tsunayoshi no olvidaría lo sucedido, y Mukuro tampoco…

- Pero…una sola vez no es suficiente…- murmuró, de algo de lo que podía jactarse Mukuro, era de su capacidad para manipular los sentimientos y las emociones de los otros a su alrededor…

Pero… ¿Hasta que punto podrá manipular a Tsuna sin caer en su propio juego? ¿Será capaz de mantenerse al margen y no sucumbir a ese algo que parece reptar en su interior y que comienza a ganar fuerza sin poder evitarlo?

- Es hora del show…


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Sawada Tsunayoshi se encontraba en su oficina firmando y revisando unos documentos, el sol ya se estaba ocultando, una luz rojiza iluminaba el lugar. El joven de cabello castaño estaba relativamente relajado, el tener que poner toda su atención en los papeles hacia que por lo menos durante unos minutos dejara de pensar en Mukuro, solo unos momentos…

De repente alguien llamó a la puerta de su oficina, el joven jefe soltó un suspiro y levantó la mirada de los papeles, para clavarla en la puerta cerrada.

- ¡Pase! – tras aquella orden, la puerta se abrió de inmediato, y por esta entró Lambo, Tsuna no pudo evitar sonreír calidamente, el niño traía entre sus manos un plato con un racimo de uvas, del cual comía mientras caminaba hacia e escritorio del mayor – Hola Lambo, ¿Sucede algo? – inquirió el pelicastaño sin dejar de sonreír.

- No, nada, solo venia a verte, llevas todo el día encerrado aquí, hace días que no juegas conmigo ¿Ya no te agrado? – interrogó el niño de ojos verdes sin respirar entre palabras, Tsuna sonrió con algo de nostalgia, sabia que Lambo tenia razón, desde su cumpleaños que se había sumergido en el trabajo, antes siempre había dejado algo de tiempo libre para estar con Lambo, el mas pequeño de sus guardianes, al cual sin que este mismo lo supiera le estaba entrenando, sus “Tardes de juegos” eran suaves pero eficaces entrenamientos de combate, sin saberlo Lambo se estaba preparando para cumplir con su papel de guardián. Si bien Tsuna prefería mantener al menor en la oscuridad con respecto a las cosas turbias de la mafia, eso no significaba que lo dejaría sin protección alguna…

- No es eso Lambo, es solo que he estado algo ocupado – le respondió el mayor dándole una cálida sonrisa.

- Esta bien…- soltó Lambo tras meditarlo unos segundos, sonrió al mayor mientras comía mas uvas.

- ¿En la cocina de las dieron? Las cocineras te malcrían…- soltó el castaño riendo suavemente, a lo que el menor movió la cabeza negativamente

- No, las encontré en mi recamara, sobre mi escritorio…- ante esto Tsuna no pudo evitar enarcar una ceja.

- ¿Alguien te las dejo?

- Eso parece.

- ¿No le viste?

- No, estaba durmiendo, así que no pude ver quien las dejó, quizás fue Bianchi…- respondió como quien no quiere la cosa.

- Entiendo…- susurró Tsuna cruzándose de brazos – Si quieres puedes quedarte aquí haciéndome compañía – le dijo el mayor cambiando el tema.

- ¿No te molesto?

- No, siéntate en ese sofá – apuntó Tsuna uno de los sofás que estaba en la oficina, la cual no solo contaba con el escritorio y unas cuantas estanterías repletas de libros, una pequeña sala brindaba comodidad para cuando tenían que discutir cosas importantes no solo su consiguiere y el, sino que todos los guardianes. – Así puedes comer tus uvas tranquilo.

- Esta bien…- siguiendo lo dicho por el mayor, el chico de cabello oscuro y ojos verdes se sentó en el sofá a disfrutar de sus uvas y de la compañía de Tsuna.

Por alguna razón, Tsuna sospechaba quien era el admirador secreto de su pequeño guardián del trueno, pero prefería no decir nada al respecto, ya las cosas se dirían solas.

Las horas pasaron y el cielo termino de oscurecerse, Lambo cayó dormido en el sofá con una sonrisa tranquila en los labios.

Tsuna casi ni se percató cuando la puerta de su oficina se abrió y por esta entro Reborn.

- ¿Terminaste con todo eso? – preguntó el arcobaleno con su típica voz autoritaria, apuntando los papeles que estaban sobre el escritorio.

- Si, pero puedes llevártelos después, ya es tarde…- dijo Tsuna, a lo que Reborn enarcó una ceja – Lambo se quedó dormido en el sofá ¿Crees que podrías llevarlo a su habitación? – al terminar de decir eso, el castaño pudo verlo con claridad, pudo ver en los ojos de Reborn un brillo diferente, un algo indefinible.

- Esta bien, pero solo esta vez.

- Gracias Reborn.


Fin capitulo 3.

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